Cuando se aproxima lo que se ha dado en llamar un Clásico, el planeta fútbol altera sus ritmos habituales. Si además se le suma que el público vuelve a las gradas, este Barça-Madrid presenta todos los ingredientes para calificarlo como extraordinario. Se olvidarán las escasas afluencias de aficionados en las recientes citas culés y nos acercaremos nuevamente a los casi cien mil asistentes al Camp Nou, el canto a capela del himno y todo el ceremonial.
Mientras, a ras de césped, Koeman se tentará la ropa y lamentará no tener a su disposición a Araujo, Pedri ni Dembélé. Muchas y muy importantes ausencias ante el gran rival, pero se consolará con la vuelta de Ansu Fati, el joven futbolista distinto y que puede decidir cualquier jugada sin pestañear. También aparece en escena el Kun, otro alivio atacante, y hasta Coutinho va entrando trabajosamente al tajo. Renace a la excelencia Jordi Alba y Busquets es eterno. Piqué hasta salva trances europeos goleando.
A Ancelotti, en principio, le sabe más dulce el chicle después de viajar a Kiev. Tras sortear un aparente bache ha puesto sus cartas boca arriba: el 4-3-3 no es negociable. È chiaro? La vuelta de Mendy ha serenado a la zaga y a partir de ahí no descartemos sorpresas. Los tres tenores centrocampistas (M-C-K) aparentan plaza asegurada y arriba el hombre-bala, digamos Vinicius, es tan fijo como el claqué de Benzemá. Después, Carletto dirá. Está inspirado tras el pleno frente al Shakhtar (en el que Casemiro reunió 16 recuperaciones) y quiere seguir apostando por el fútbol de ataque. Ese que algunos dicen que es la mejor defensa.
Esperemos que Sánchez Martínez tenga un buen día sobre la hierba y que el VAR no tenga ocasión de incrementar su dilatado listado de disparates.
La nostalgia de constatar la ausencia de Messi y Cristiano en los onces iniciales pasará cuando el balón eche a rodar.