La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Melchor Fernández

El Encuentro de Escaladores Históricos del Urriellu

Melchor Fernández

Los descendientes de los pioneros

Los aperturistas, convocados por Bernabé Aguirre, abrieron una nueva vía con su primera reunión

A la cumbre del Naranjo de Bulnes, Picu Urriellu o, simplemente y sobre todo, El Picu, se ha subido hasta el momento por 94 trayectorias diferentes. Todas esas vías, como se las denomina en términos montañeros, son difíciles. Algunas, poco menos que imposibles, tanto que el solo anuncio de que alguien quiere intentar repetirlas ya es noticia. De las frecuentadas ninguna lo es más que la llamada Directa de los Martínez, en la cara Sur, que es la que elige el 75 por ciento de las 3.000 personas que suben cada año a la que sin duda es la montaña más famosa de España. La gran ventaja de este itinerario, descubierto en 1944 por los hermanos Alfonso y Juan Tomás Martínez, es que permite al cabeza de cordada –muchas veces un guía– asegurar en vertical, por lo que si alguien del grupo sufre una caída no hará el péndulo, rozándose contra la pared, sino que, retenido por el seguro, se deslizará hacia abajo un pequeño tramo y no pasará más.

Los descendientes de los pioneros

Un libro de piedra para las vías. Cada vía nueva es un invento y, aunque no genera derechos de autor ni se blinda con una patente, recibe el reconocimiento de los usuarios. Por eso en las publicaciones especializadas figuran el nombre de todas y los autores de cada una. Las listas relativas al Picu están archipublicadas. Pero nunca hasta ahora lo habían sido en un libro de piedra, como el que las acoge las acoge desde el pasado fin de semana y que es, por tanto, una estricta novedad. Realizado por el escultor Silfredo Torrado, “Urriellu. Viario de una roca viva”, es una escultura cuyo tamaño duplica el alto de una persona de estatura normal y lo han colocado a la intemperie en un sitio ciertamente excepcional. El amplio recodo –un genuino requexu– que forma el río Casaño en un lugar entre Carreña y Panes, acoge un mirador que bien puede ser considerado como el más famoso de Asturias. El Naranjo de Bulnes es bellísimo míreselo por donde se lo mire, pero es desde este lugar, justo al lado de la carretera, donde muestra su mejor perfil.

Torrado ha situado en el interior de su escultura una reproducción del Picu y en medio de ella ha tallado el hueco de una cerradura, como si quisiera invitar a mirar por ella; o tal vez a captar la imagen del Urriellu con ese encuadre. Sin duda es un señuelo y actuará como tal. Quizá quiera advertir que el libro no solo es un referente, sino que además tiene contenido. Y que no hace falta abrirlo para conocerlo, pues abundan las referencias en su exterior. Veamos, si no. En el lomo del gran libro constan los acontecimientos montañeros más importantes que se han producido en ese gigante de piedra caliza. En la contraportada pueden leerse los nombres de las 94 vías abiertas en sus verticales paredes: la primera conquista, la primera ascensión femenina, la primera ascensión por la cara Oeste; la primera invernal por esa cara; y la primera reunión de aperturistas. Y en el escalón inferior de los dos que constituyen la peana sobre la que se eleva el monumento figuran los nombres de los que formaron parte de las cordadas que abrieron las citadas vías. Se pueden leer y, por tanto, contar. No pocos de los aperturistas se retrataron junto al monumento el día de su inauguración.

Bernabé lo consiguió. El homenaje a estos aperturistas constituyó el pretexto de las jornadas, durante las que hubo una emotiva visita a Bulnes para honrar la memoria de Luis Martínez, “El Cuco”, la primera víctima mortal de la escalada en las paredes del Picu. Y se celebraron interesantes mesas redondas en el polideportivo municipal de Arenas de Cabrales, en las que Esther Canteli actuó como eficaz locutora. Se materializaba así, al fin, el empeño de Bernabé Aguirre de celebrar el ambicioso encuentro montañero con el Naranjo como protagonista que él había ideado y que obstáculos insalvables como la pandemia habían obligado a aplazamientos sucesivos. En los debates el interés se repartió entre la mesa y el propio auditorio, en el que abundaban piquistas históricos, cuya amplia respuesta a la convocatoria fue todo un éxito de la organización, para la que Bernabé contó con el apoyo del ayuntamiento de Cabrales y la ayuda de colaboradores tan destacados como Pepe Rozada. Al final de la última jornada de sesiones los veteranos fueron llamados a recoger un estupendo libro –este, de papel: “1904-2021. Picu Urriellu, glosas de un mismo sueño”– publicado en edición no venal, y firmaron en el reverso de un gran retrato dedicado a Bernabé antes de que una emocionante interpretación del “Asturias, Patria Querida”, liderada por la gaita de Héctor Braga, clausurara los debates, aunque no el programa, pues faltaba por celebrarse, en Carreña, la espicha que pusiera a las jornadas el colofón adecuado.

Los pioneros siguen presentes. Esa reunión final permitió ahondar en el principal aliciente de la convocatoria, que, junto con el intento de potenciar la mejor imagen del Picu, no había sido otro que el favorecer el reencuentro de muchas personas vinculadas vitalmente con él, incluidas no pocas que llevaban muchos años sin tener contacto entre sí.

Antes del comienzo de la espicha los organizadores llamaron a un improvisado estrado a los descendientes de los primeros escaladores del Picu para que, a través de ellos, sus antepasados recibieran el homenaje de los asistentes. Fue así como comparecieron los Pidal, los Pérez y los Martínez, para formar un grupo tan compenetrado que bien podía pasar hasta por familiar, tal como se advierte en la foto que ilustra estas líneas, en la que para un espectador ajeno a los antecedentes le resultaría difícil quienes descienden de aristócratas y quienes de pastores. Es más que probable que a Pedro Pidal le hubiera gustado esa familiaridad. Cuando en 1932 se le rindió un homenaje en Cabrales, que incluyó la inauguración del primer monumento del Pozo de la Oración, el marqués de Villaviciosa, al ver que solo se mencionaba su nombre en la gesta de la primera ascensión al Picu, reclamó que se añadiera el de Gregorio Pérez “El Cainejo”, su compañero de cordada, y el clasista olvido fue reparado poco después.

Durante la espicha tuve muchos agradables encuentros. Uno de ellos fue con Rosa Fernández, cuyo palmarés –acumula seis ochomiles y ha coronado la cumbre más alta de los cinco continentes– le acredita como la mejor montañera asturiana. Entre otras cosas me contó que hace años adquirió la costumbre de acercarse por los Difuntos a la tumba de Pedro Pidal, en Ordiales, para llevarle unas flores. Cerca de nosotros estaba en ese momento María, una de las bisnietas de Pedro Pidal y la llamé para que oyera de labios de Rosa lo que ésta acababa de contarme. La impresionó vivamente.

En la espicha que clausuró el encuentro sobre el Picu no faltó el homenaje a los pioneros de su conquista, que se hizo en la persona de los descendientes suyos, de los que ocho estaban presentes en el lugar. Son los que aparecen en la foto. De izquierda a derecha, Enrique Chapa Pidal, bisnieto de Pedro Pidal; Alfonso Martínez, hijo de Alfonso Martínez; Marta Pidal, bisnieta de Pedro Pidal; Elena Martínez, hija menor de Alfonso Martínez; María Pidal, bisnieta de Pedro Pidal; Alfonso Martínez, nieto de Alfonso Martínez; Ramiro Pérez, bisnieto de Gregorio Pérez “El Cainejo”, y Carmen Cañedo Pidal, bisnieta de Pedro Pidal.

Compartir el artículo

stats