El fiestón del balompié gijonés solo contentó del todo a los del Ceares: comunión con los suyos, buen rollo y una pasta gansa al bolso. Los tantos mil euros de taquilla que dejaron los 7.000 aficionados que fueron a El Molinón –pocos menos que el día del Fuenlabrada– les vendrán de cine a los muchachos de La Cruz para tapar los agujeros que el covid está dejando en las economías modestas. Ahora solo queda desear que el dinero se gaste con sobriedad, tiento y cabeza.
Por lo demás, en unos días se sabrá qué tal le ha sentado al Sporting y a Gallego la victoria ante un equipo de la cuarta categoría del “fúrgol” patrio. Si se hace caso de las sensaciones y de los comentarios a pie de pista, cada vez son más los que ya no lucen el alzacuellos de la causa galleguista. El pastor se queda sin ovejas. Todo está fiado a un resurgimiento mágico en lo que resta de año, empezando por Las Palmas.
Los tantos mil euros de taquilla que dejaron los 7.000 aficionados que fueron a El Molinón –pocos menos que el día del Fuenlabrada– les vendrán de cine a los muchachos de La Cruz para tapar los agujeros que el covid está dejando en las economías modestas
En la categoría de los tópicos no se puede descartar nada. Y con el Sporting de por medio, mucho menos. Se espera que todo lo cure el chute de optimismo de Djuka, que a su regreso a Gijón ha tirado del argumentario repartido por el club para explicar su decisión de no vacunarse: solo es un asunto personal.
Mientras, a 28 kilómetros el líder provisional del torneo de barrios anda a lo suyo, en un estado de infinita melancolía producido por seguir haciendo la goma con los puestos de promoción. Va a ser que el sorpasso no era la fórmula de la felicidad.