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Mario Antuña

A la contra

Mario Antuña

El derbi inverso

¡Qué azul era mi derbi! El que no solíamos ganar, pero el cabreo se diluía contando puestos de distancia en la clasificación y fantaseando con Primera (de ilusiones vive el tonto...). Era tradición de equipo grandón. ¡Qué añoranza! Llegaban estos partidos con el Oviedo casi siempre al borde de la asfixia, flirteando con el descenso. Solían ganarlo (en 5 ocasiones) o empatarlo (en 3). El Sporting, desde el reencuentro en Segunda, temporada 2017-2018, solo ha vencido en uno. Tomaban los carbayones aire, braceaban hasta la orilla y daban por satisfecha la campaña. Consuelo de equipo menor. Mientras, el Sporting intentaba, casi siempre sin conseguirlo, alcanzar el ascenso o la promoción. El guion se ha invertido. Los rojiblancos miran hacia arriba con el flotador aún bien ceñido para asegurar la permanencia. El Sporting no deja margen ni a las paradojas ni a los milagros: escribe con renglones cada vez más torcidos su pronunciada decadencia deportiva, a la vez que intenta aparentar ser un club grande. La grandeza la otorgan el fútbol y los resultados; lo demás son caxigalines. ¡Qué pena, Quini, que pena! (Aclaración: en el Olimpo sportinguista Quini es Zeus; entiéndase por tanto: “¡Qué pena, dios mío, que pena!”). Llegó la hora del derbi inverso. El de los papeles intercambiados. Los partidos del siglo de cada temporada. Orgulllo y honra. La analgesia de los dolores deportivos, aunque no cure la enfermedad. La victoria de la esperanza, aunque no consuele a equipo grandón. Cúmplase el guion del derbi inverso. Ganemos pues... ¡Coño!

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