El Sporting de Gijón de Pep Martí se toma el partido ante el Ibiza como una final. Al menos eso dice el capitán del barco, casi submarino torpedeado, rojiblanco. El entrenador de los gijoneses sabe, como el resto de un vestuario que hace tiempo que lleva haciendo la misma cuenta, que con una victoria ante los de Paco Jémez prácticamente se puede dar por finiquitada la temporada. Todo lo demás será alargar la agonía y el aburrimiento de una afición cuyas peñas se van de fiesta para celebrar su día y reconocer trayectorias como las de Joaquín, Ciriaco y Ferrero.
Mientras, a 28 kilómetros, la cosa empieza a estar tan clara para algunos que comienzan a aparecer en el horizonte los buscadores de oro. Iberia ya se ha puesto en contacto con las peñas azules para ofrecer vuelos chárter para los partidos de promoción lejos del Tartiere. La oferta ha hecho salir de la cueva a los ofendiditos de siempre, los que parece que no saben que cuando las cosas van bien hay Donettes y Ferrero Rocher para todos.
Contra asuntos así también hay que saber jugar, por mucho que el objetivo solo sea el Mirandés y nada más que el Mirandés. El año del ascenso de Preciado en Gijón, un buen día Mareo pasó de estar desierto a llenarse de elegantes vendedores de traje y melena a lo “Le llamaban Brody” para colocar a los muchachos que iban camino de Primera coches alemanes último modelo. Cosas de la fama. Por lo demás, el Madrid puede convertirse en campeón de Liga sin la presencia de Luis Rubiales, temeroso de que el Bernabéu le cante eso de “corrupción, en la Federación”. Insisto, cosas de la fama.
