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Pablo González

En territorio comanche

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La opinión sobre el Sporting y el Oviedo: Fut-tenis y la economía naranja

El Oviedo se relaja con una sesión de «fúrgol-tenis» para aliviar las tensiones antes del partido en Lugo y en Gijón ya hay cifras de la operación «El Molinón-Mundial-Mareo»: 40 millones

Bolo remata de cabeza durante un entrenamiento en El Requexón MIKI LOPEZ

El Oviedo se relaja con una sesión de «fúrgol-tenis» para aliviar las tensiones de este mejorable arranque de temporada. Puertas abiertas para ver el espectáculo en El Requexón. Ye lo que hay. Todo vale con tal de alcanzar el objetivo y estar en plena forma para lo que está por llegar. El Lugo del azul Hernán espera el domingo sin apoyo en la grada de los muchachos y muchachas de las peñas oviedistas. En tierras lucenses nadie, salvo el presidente del club local, entiende que por un puñado de euros se haya dejado pasar una oportunidad de hacer caja a costa de la afición carbayona. Ellos sabrán.

Mientras, a 28 kilómetros la operación «El Molinón-Mundial-Mareo» coge carrerilla. Los primeros cálculos, así a vuelapluma (o no), muestran que adaptar el municipal gijonés a las exigencias de la FIFA supondrá un desembolso de 40 millones, kilo arriba, kilo abajo. Los hay -no se sabe si mayoría o minoría- que se llevan las manos a la cabeza. Otros, por el contrario, creen que hará falta más panoja encima de la mesa. Quedan por ver, entre otras muchas cosas, los estudios económicos sobre el retorno, ya saben: por un euro de inversión tantos de ganancia y tal y tal.

Si el «fúrgol» fuera considerado una actividad cultural, podría incluirse en aquello de la economía naranja que tan de moda estuvo no hace mucho y de la que ya poco o nada se escucha hablar. Pero, de momento, el asunto se mantiene en la economía gris, en la del hormigón, el metacrilato y el silestone. Y luego está por ver, si el asunto sale adelante, cómo sentará a los de la otra orilla del Potomac que las administraciones públicas tiren del dinero de todos para que Gijón sea Mundial. Porque, al final, ni naranja ni gris: el único color que vale es el del dinero, ¿oyisti, güey? 

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