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La defunción de un referente del periodismo

En el adiós a Alfonso Azuara, símbolo de una época

Recientemente uno de los líderes de audiencia radiofónica de este país me aseveró que el añejo periodismo deportivo en España había muerto. Lo recordé hace días cuando me enteré del fallecimiento de Alfonso Azuara. Ahora sí que está firmada el acta de defunción, pensé. Para los más jóvenes que creen descubrirlo todo, como lo hicimos todos a su edad, deciros, para que lo entendáis, que Alfonso Azuara en los convulsos años ochenta se abrió hueco en la comunicación deportiva en medio de los portavoceros palaciegos (entonces solo había una televisión, la gubernamental) y el púlpito de los pontífices absolutistas del periodismo. Entre presidentes de federaciones con más peso, linaje y poder que el propio jefe del Estado y con deportistas educados en mover al máximo todos los músculos menos el más importante, el cerebro.

Y en medio de ese panorama tan desolador como pleno de esperanza, Alfonso Azuara fue para los jóvenes de entonces como yo que soñábamos con ser entrenadores de fútbol profesionales, un verso libre. Nuestro Broncano que desde la simpleza de la inteligencia provocaba con sus inusuales preguntas una sonrisa. Nuestro Jordi Évole, que dejaba descolocados a sus entrevistados con sus descarnadas interrogantes. Nuestro Gonzo que incomodaba a los poderosos. O nuestro creador de "Chiringuitos" con diccionario y código penal como directores de programa.

No cabía en el periodismo con entrevistas a pie de campo hechas por floreros con preguntas pactadas o jefes de prensa que seleccionan los jugadores a entrevistar. Como mi admirado periodista asturiano Rafa Quirós "yo no soy muy de obituarios, España siempre supo enterrar muy bien a sus muertos", prefiero los homenajes en vida. Pero yo que no conocí personalmente a don Alfonso Azuara creo que el mejor homenaje que se le puede hacer es transmitir en voz alta el rastro de amistad que dejó. Por eso, me pareció obligado comentar públicamente como el tristemente desaparecido periodista además de todos los recuerdos que me vienen de su trayectoria profesional me llega hoy por dos amigos a los que quiero y admiro y que no se conocen entre sí. Paco González, uno de los últimos mohicanos de la honestidad periodística que me escribió "era un tipo genial" y el doctor Armando Menéndez, ser de luz y también asturiano universal que me envía un enlace con la sentida despedida de Paco González de ayer en su emisora a su admirado compañero y un mensaje: "Isma se murió mi mejor amigo y padrino de mi hijo. ¿Podrías escribir algo sobre él?". Solo los grandes seres humanos son capaces de crear estas sinergias entre personas que no se conocen. Así, que señor Azuara, usted además de gran periodista, debió de ser gran persona, y por ello esta honesta y sincera necrológica de quien, aún no creyendo en ellas, es consciente que solo puede dejar tan honda huella en personas tan excepcionales como mis amigos un ser extraordinario. Con este legado de respeto y cariño tras de sí, seguro que regala a los suyos el mejor de los consuelos tras su perdida.

Por cierto, si su energía se cruza ahora en otra dimensión con la de otro gran amigo común, El Brujo, dígale que le extraño cada día y hágale alguna de sus preguntas incómodas, seguro que se la remata con una de sus socarronas voleas y se parten los dos de la risa. DEP Alfonso Azuara.

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