El balón global

La opinión de Antonio Rico sobre el Mundial: Teoría de las ruinas y de los cadáveres

Morir por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta como quería George Brassens o dejando hermosos restos como teorizó Albert Speer. O, para no mezclar a una gloria de la especie humana como Brassens con el recuerdo de un miserable nazi, morir por las ideas de muerte lenta y dejando un hermoso cadáver

Antonio Rico

Antonio Rico

Un consejo tanto para Inglaterra como para Francia en el gran partido de hoy en estos entretenidos cuartos de final del Mundial de Qatar: intentad dejar unas bonitas ruinas o un hermoso cadáver. Una de las dos selecciones se irá a casa con esa cara que se le queda a un equipo no cuando entiende que se está en casa mejor que en ningún sitio, como dice Dorothy en "El mago de Oz", sino cuando el rival le da una patada en el trasero que cala hasta el alma. Dicho de otra manera, si hay que perder y morir sin probar el sabor de una semifinal del Mundial, hay que procurar que la derrota y la muerte no sea tan poco memorable y nada épica como la de la selección española tras el desastre ante Marruecos. Morir a lo grande, dejando hermosas ruinas y cadáveres exquisitos.

Hélène Waysbord recuerda en un delicado libro que se apoya en los mitos griegos para entender a la niña del Holocausto que fue, que Albert Speer, arquitecto de Hitler y ministro de Armamento y Producción de Guerra de la Alemania nazi, tenía claro que la caída del Tercer Reich, que no tendría lugar antes de mil años, debería legar hermosos restos. Nada de montones de escombros ni fragmentos de hormigón armado. El hundimiento de la Alemania nazi tendría que ser un hundimiento estético, y por ese motivo no debería construirse nada sin antes haber concebido su aniquilación. Si tomamos la teoría de Speer en un sentido futbolístico, con perdón de todos los niños del Holocausto y de la historia en general, una selección como la francesa o la inglesa tiene que haber preparado un hundimiento estético para que sus ruinas tras una posible eliminación no se parezcan a los escombros que quedaron por el suelo de Qatar después de la eliminación de España. Concebir la eliminación no significa prepararse para morir, sino saber que cuando llegue la muerte será posible legar hermosos restos a los resúmenes televisivos y la historia del fútbol.

Morir por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta como quería George Brassens o dejando hermosos restos como teorizó Albert Speer. O, para no mezclar a una gloria de la especie humana como Brassens con el recuerdo de un miserable nazi, morir por las ideas de muerte lenta y dejando un hermoso cadáver. No se trata entonces de vivir rápido y morir joven para dejar un bonito cadáver, según la sentencia atribuida a James Dean pero que pertenece a la película de Nicholas Ray "Llamad a cualquier puerta", sino de morir por las ideas futbolísticas de forma lenta para dejar unas hermosas ruinas que causen la admiración y el respeto de los aficionados. Eso sí, Inglaterra y Francia querrán seguir vivos en el Mundial y, como Juba en el emocionante final de la película "Gladiator", decir a la selección eliminada: "Volveremos a vernos… pero aún no". Aún no.

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