Cosas del "fúrgol" y de la vida. El Oviedo tomó una buena dosis de su propia medicina ante el Villarreal B, que llegó lo justo, marcó pronto y se pasó el resto del partido viéndolas venir ante los del Almirante Cervera, que tiró de todo su nuevo arsenal atacante. El técnico azul echó mano de Moro, número 40 a la espalda a lo NFL, y del deseado Manu Vallejo. Pero ni con esas. Tres puntos que volaron del fortín azul, donde nadie marcaba desde que el Almirante se hizo con los mandos de la nave.
Pero sin goles –a favor– no hay paraíso, y al Oviedo le cuesta hacerlos, de ahí que sea uno de los equipos con menos dinamita de la categoría. Paso atrás de los azules, a los que se les complica aún más el sueño de meter la cabeza en los ansiados puestos de play-off, adonde es imposible llegar sin hacer más de una diana por partido. Esto es lo que hay ahora mismo, amiguinos y amiguinas.
Mientras, a 28 kilómetros están a ver si son capaces de tumbar a un Málaga al borde del coma, que ya va por su tercer entrenador este curso. El proceso de Ramírez afronta su segundo partido consecutivo en El Molinón, que espera ver cómo los rojiblancos se miden a un equipo con once tras la victoria frente al Zaragoza marcada por las expulsiones y el tempranero gol de Queipo.
El choque llega tras una semana en la que poco o nada se ha hablado del encuentro, bastante importante para que la vida rojiblanca transcurra por la vía de la paz y la tranquilidad, que ya es mucho tras las últimas tormentas internas y externas, ¿oyisti, güey?