Fútbol es fútbol

Vertederos de amor

Los argumentos contra el fútbol son poderosos, incluso irresistibles e irrefutables, pero es inútil: un futbolero no puede dejar de ver partidos de fútbol

Antonio Rico

Antonio Rico

No hay consejo más inútil que aquel que no puede seguirse. Supongo que, como a muchos futboleros, últimamente me han aconsejado renegar del fútbol, alejarme del ruido de la pelota, no ver nunca más partidos desde el sofá, la barra del bar o la grada. Entiendo el consejo, pero es un consejo inútil. Los argumentos contra el fútbol son poderosos, incluso se podría decir que irresistibles e irrefutables, y los hay de todo tipo: sociológicos, filosóficos, económicos, éticos, materialistas, idealistas y hasta deportivos. Pero es inútil. Se puede dejar de comer nuestro postre favorito, de ver una serie que nos atrapa, de leer el periódico los domingos con el café y los churros bien calentitos. Se puede dejar de viajar, de pasear bajo la lluvia, de dormir la siesta. Se puede dejar de celebrar los cumpleaños, de hacer regalos el día de Reyes, de cantar en la ducha. Se puede dejar de utilizar el ascensor, de rezar, de comer oricios cuando llega el frío. Sí, se puede. Pero un futbolero no puede dejar de ver partidos de fútbol.

Los argumentos para huir del fútbol como Pitágoras huía de las habas son poderosos, irresistibles e irrefutables. Los telediarios se ocupan más de las letras de las canciones de Shakira y de los gestos de Piqué que de la fantástica temporada del Rayo Vallecano. El tiempo de deportes en los telediarios está tan ocupado informando de la nueva vida en prisión de Dani Alves (parece que a nadie le importa la nueva vida de la mujer que tuvo la desgracia de cruzarse con él en una discoteca) que no hay tiempo para demostrar con hechos que Busquets es todavía un futbolista descomunal, uno de esos tipos que el día que no lo hace todo bien es el día que no hace nada mal. La Premier League se gasta más de ochocientos millones de euros, el Chelsea paga ciento treinta millones por Enzo Fernández y a saber lo que pagará el Real Madrid, o quien sea, este verano por un chico que se llama Bellingham. Los grandes futbolistas como Ronaldo terminan su vida deportiva haciendo el ridículo en Arabia. Las gracietas racistas con los futbolistas negros siguen haciendo gracia a los racistas. Las gracietas machistas con las árbitras siguen haciendo gracia a los machistas. Hay que estudiar un par de carreras con nombres largos para entender el juego limpio (insisten en decir "fair play") financiero. La dialéctica Tebas-Rubiales supera en complejidad a la de Hegel, y es bastante más difícil de entender. ¿Qué demonios es eso de la Superliga? ¿Qué están haciendo con el Valencia? ¿Quién es el sádico, sociópata o exprimidor de la última gota de beneficios responsable del demencial calendario futbolístico? No nos sorprendemos cuando leemos en un periódico deportivo que la Liga prepara un escrito de oposición a la inscripción de Gavi en el primer equipo del Fútbol Club Barcelona que enviará al Juzgado Mercantil número 10 de Barcelona, que luego será citada para declarar y el juez decidirá si mantiene o alza las medidas cautelares, en cuyo caso la Liga desinscribiría a Gavi del primer equipo. ¿Eh? ¿Qué? ¿Cómo?

Argumentos y hechos poderosos, irresistibles e irrefutables. Pero no pierdan el tiempo. Decía Aristipo de Cirene que el más alto bien es sacar el mejor partido posible del momento fugaz, vivir intensamente cada placer así que se presente. Y eso vale para el postre, los periódicos y los churros, pero parece que Aristipo lo dijo pensando en el fútbol. Momentos fugaces que se levantan sobre Shakira, Piqué, Alves, los fichajes de millones de euros, el racismo, el machismo, el "fair play" financiero, el calendario y la inscripción de Gavi. Chispas de placer en la grada o el sofá. Fogonazos de fútbol en las barras de bar, vertederos de amor.

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