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Daniel Serrano

Daniel Serrano

Periodista

Señores mexicanos, dos puntos

Hace ya unos cuantos años que la familia heredera y propietaria de los jardines y de la obra de Evaristo Valle anunció la puesta en marcha del Museo que lleva el nombre del gran pintor gijonés. En aquel tiempo muy pocos se atrevían siquiera a pasear por la muralla que protege los espacios de la finca de la familia en la que nació el pintor. Y conocido el anuncio, ocurrió que el anunciado Museo solamente se abría a capricho de la familia seria y circunspecta del pintor. Algunos gijoneses pensaron, creo que no de forma demasiado obstinada, que la propiedad del arte de Evaristo Valle era una cosa, muy importante, eso sí; y otra muy distinta el contenido intrínseco de la obra, aquel del que se infiere el valor principal que le haya querido incorporar el autor. Pensaron algunos, yo entre ellos, que la propiedad era una cosa y el arte otra. Y que el arte no tenía registro de propiedad, porque el alma que lo crea es universal, y no hay universo que quepa en un registro administrativo. Otros pensaron, entonces, que la propiedad era razón bastante para invocar la propiedad del arte.

En efecto, no hay manera de enjaular registros de propiedad emocionales. Cualquiera puede registrar la casa de sus abuelos si es suya y puede acreditarlo; pero nadie puede registrar sus recuerdos, porque quien los acredita es el mismo que los registra. Hay muchos casos, pero a mí me traen a la memoria, qué raro, alguno. Podemos registrar, por ejemplo, los recuerdos acerca del presidente Lázaro Cárdenas, aquel que decidió acoger a los exiliados españoles de la II República. Y no son míos los recuerdos, porque nada en la memoria nace sin principio. Carlos Fuentes agradeció en Oviedo, recordando al presidente Cárdenas, el legado intelectual que recibieron por la desgraciada causa de la Guerra Civil española, habiendo acogido a aquellos que llevaron la intelectualidad a México.

Hoy volvemos al regreso, o al punto de partida, no sé. Estamos con México y con la intelectualidad. También con la propiedad y con los recuerdos, y con quienes deben gestionar la propiedad de las emociones.

No sé si ustedes saben que estoy hablando del Sporting de Gijón.

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