En territorio comanche

La opinión sobre el Sporting, el Oviedo y Laporta: Mentiras de cartón

Comienza el baile de entradas y salidas de todos los años cuando la temporada no da más de sí, mientras el cuñado Joan Laporta, rodeado de cajas de cartón, nos ha explicado cómo el Barça nunca pagó a Negreira para influir en los arbitrajes y es víctima de un complot judeo-masónico- anticatalanista y tal y tal

Los jugadores del Sporting hablan con el árbitro del Sporting-Alavés

Los jugadores del Sporting hablan con el árbitro del Sporting-Alavés / MARCOS LEON

Pablo González

Pablo González

Camarasa, Tomeu Nadal… Comienza el baile de todos los años cuando la temporada no da más de sí. Pasa en Oviedo, en Gijón y donde pinte. En lo que se refiere a la casa azul y a la rojiblanca, queda claro que ya se ve muy cerca la permanencia. No hay más. Ni ganando todo lo que queda por delante –las matemáticas son así– habrá manera de que los del Almirante Cervera o los de MAR, con #hashtag o sin él, aposenten sus reales en los puestos de privilegio.

Habrá que esperar y, además, ver lo que ocurrirá con los descensos de Primera, que en estos momentos vislumbran que la próxima temporada será una de las más potentes en Segunda de los últimos años si finalmente el Espanyol y el Valencia acaban cayendo en el pozo.

Por lo demás, el cuñado Joan Laporta, rodeado de cajas de cartón, nos ha explicado cómo el Barça nunca pagó a Negreira para influir en los arbitrajes. Lo demás, un complot judeo-masónico- anticatalanista y tal y tal. Ya saben, Felipe González se enteró de los GAL por la prensa, MR (¿Mariano?) nunca participó de los sobresueldos de Bárcenas, la estafa de los ERE de Andalucía fue por el bien del pueblo y los cobros del tres por ciento en Catalonia, Baleares, etcétera, no eran más que unas benditas donaciones.

Y para rematar, Franco, al igual que Mussolini con el Lazio, benefició al Madrid por encima de todas las cosas. O sea, todos inocentes. Más o menos, lo esperado. Ya lo de las cuestiones éticas y demás, para otro día, que la culpa fue del chachachá, ¿oyisti, güey?

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