Opinión
Las "pequeñas cosas" del Tour que conquistaron a Serrat
La historia de cómo el cantautor catalán, premio "Princesa" de las Artes y apasionado del ciclismo, siguió como periodista la ronda francesa de 1984
Todo lo que ocurrió en Oviedo en el teatro Campoamor en la tarde del viernes 25 de octubre tardará mucho tiempo en olvidarse. Fue grande y hermoso. Pero también se vivieron minutos de "pequeñas cosas" que nos llegaron al corazón.
Y aunque parezca extraño, algunos no lo sabrán, nos llegó muy directamente al corazón a los periodistas deportivos españoles. A todos los que hemos vivido los mejores años del ciclismo español, a los que disfrutamos las alegrías de las victorias durante muchos años y que sabemos cómo Joan Manuel Serrat se enamoró más de su deporte preferido, el ciclismo, en el Tour de Francia de 1984, de la misma forma que lo estaba y está de su Barça.
Joan Manuel Serrat conquistó a todos cuantos estaban en el Campoamor, a los que lo seguían ante el televisor y a los que han cantado sus canciones y las seguirán cantando. Incluso "remató la gran faena" -le gustan los toros- con la que cerró la entrega de los Premios con sus "pequeñas cosas".
Los periodistas deportivos sabemos que Joan Manuel Serrat se enamoró desde muy crío de la bicicleta de carrera, sobre la que se colocaba en una posición perfecta, y de los colores azulgranas. Él mismo recuerda, también está escrito, que dijo, siendo muy niño: "me gusta el fútbol, correr en bicicleta y jugar a frontón, pero cuando veo una pelota que se mueve me voy detrás de ella".
Lo que no esperábamos los sufridos periodistas deportivos que tres meses del año dedicábamos y dedican todas las horas del día a seguir a unos doscientos ciclistas por España, Italia y Francia es que uno de nuestros ídolos, cantautor, no ciclista, Joan Manuel Serrat, iba a dejar todas sus actuaciones y vida privada para irse al Tour con nosotros… Lo hizo del 29 de junio al 22 de julio de 1984 para convertirse en "plumilla" (así nos llamaban), firmando tras todas las etapas una columna a la que llamó "Chupando rueda", en "El Periódico de Cataluña", y siendo comentarista radiofónico de "Radio Peninsular".
Fue valiente e hizo cinco mil kilómetros dentro de un pequeño coche Talbot Horizon. Comió y cenó junto a todos los periodistas -sus nuevos compañeros- donde tocara o se pudiera, pasó todas las tardes en la sala de prensa del Tour, "cantó" y grabó lo que escribía, se puso como todos a la cola en la zona de teléfonos y durmió cada noche en un hotel diferente, diese la ventana de la habitación a la entrada a una mina o a las vías del tren, como así les pasó. Pero Serrat apostó por ello y lo hizo todo.
Un buen amigo suyo y gran periodista deportivo, Antonio Vallugera, que todo el día llevaba la pluma en una mano y un puro en la otra, con el que coincidí en el diario deportivo "Dicen" de Barcelona cuando inicié mi faceta como corresponsal novato desde Madrid, fue el que lo convenció para que fuera a cubrir la 71ª edición de Tour de Francia junto a un gran amigo, estrella del periodismo ciclista, Javier Dalmases, de "El Mundo Deportivo".
El primer "golpe" lo recibió Serrat cuando fueron a buscarlo a su casa para ir hasta Noisy-le-Sec, a la derecha de París, donde comenzaba el Tour a "solo" 1.043 kilómetros de Barcelona. El coche era lo que era y nuestra estrella tuvo que dejar parte de lo que había metido en su maletón y la guitarra, con la que pretendía ir ensayando todos los días. El Talbot Horizon daba lo que daba y le obligaron a dejarlo casi todo en su casa y a viajar como todos los "plumillas", con la ropa, la ilusión y algo para escribir. Sentado junto a Dalmases adelante y viendo a Vallujera fumar sus puros en el pequeño trozo de asiento que quedaba atrás entre las maletas comenzó su experiencia.
Se convirtió en uno más y recibió el abrazo al llegar de todos los periodistas españoles, tras la primera paliza en coche; de José Miguel Echévarri, director del equipo navarro Reynolds; de la pareja Ocaña y González Linares, del Teka cántabro, y de su buen amigo colombiano Daniel Samper, que le presentó al gran escalador Lucho Herrera y que se convirtió en ídolo.
Y lógicamente, aunque en ese Tour del 84 solamente competían esos dos equipos españoles, fue el abulense Ángel Arroyo el que le dio la primer gran alegría al ganar el 18 de julio la etapa que finalizó en Morzine Avoriaz. Una etapa en la que Perico Delgado se cayó y tuvo que retirarse cuando el podio estaba a su alcance -tema al que le dio mucha importancia en sus comentarios- y de Pedro Muñoz (que hablaba catalán), que terminó siendo el segundo mejor joven de los que corrieron.
Joan Manuel Serrat fue para todos un periodista especial, un comentarista integrado en la lucha, un resignado en los traslados y un sufridor cuando los dramas de las caídas se convertían en noticia en la carrera.
Incluso fue noticia cuando el gran director del Tour Félix Lévitan, un hombre de hierro en lo disciplinario, paró su coche y le amenazó con echarles inmediatamente de la carrera si no quitaba el suyo, en que viajaban por delante de los ciclistas. Estaba al volante aparcado en plena ruta esperando a Vallugera y Dalmases, que dentro de un súper intentaban comprar, como todos los días, algo para ir comiendo. Por ahí iban a pasar los ciclistas. Lo hizo y evitó la expulsión, que era segura.
Las hemerotecas guardan todo lo que escribió y dijo en el Tour, con frases como "soy un enamorado de este deporte", "a veces gana el mejor" o "todo es eventual, todo es provisional, todo es relativo y todo es puramente accidental". Pero lo suyo, lo de Joan Manuel Serrat llegando a París, fue otro gran premio, similar a la alegría que reflejaban en su rostro corredores a los que ya lo conocían como Laurent Fignon, Greg Lemond, Robert Millar, Sean Kelly, Ángel Arroyo, Pedro Muñoz, Lucho Herrera y los 124 que terminaron (salieron 170), que siempre lo miraron y trataron con cariño y admiración. Y, sobre todo, aquellos que a diario le pedían, fuera donde fuera, día y noche, "un autógrafo, por favor" (el selfi no existía).
Eso sí, para la historia y el recuerdo del Tour de Serrat quedó la letra de una canción que escribió y que nunca se grabó y que decía esto: "Si usted tiene libre tres semanas / y el mes para echar por la ventana / si en su casa, usted ya no interesa / pues cambió la pasión por la pereza / si le consienten sus fugas prolongadas / y sus ausencias ya no importan nada / es hora de que empiece a pensar en el Tour…".
A todo eso hay que sumarle lo mucho que hablaron dentro del coche de sus colores futboleros, que no son otros que los azulgranas del Barça. Recordó como de vez en cuando iba a los entrenamientos del primer equipo e incluso a la sala de prensa a ver a los entrenadores y jugadores o a jugar con la Agrupación de Exfutbolistas. Eso sí, había sido portada de casi todos los periódicos de Barcelona cuando jugó un partido amistoso con público el 1 de noviembre de 1972 en una campaña benéfica que realizó Radio Nacional de España y en el que Serrat lució el número 9 en su camiseta azulgrana junto a súper estrellas como Ramallets, Basora, Olivella, Segarra, Ladislao Kubala, Chus Pereda, etc. Nuestra estrella de la canción sólo pudo jugar quince minutos ese día glorioso tras un choque que sufrió luchando por un balón con un mítico defensa central madridista llamado Marquitos, padre del también grandioso Marcos Alonso. No ha dejado nunca de ir al fútbol a lo largo de su vida, porque le atrae, aunque la "Grande Boucle" le apasionó en el 84 y siguió siempre disfrutando de las carreras y también luego del gran Miguel Indurain, al que siguió incluso en el coche de dirección de Unzué en una contrarreloj. Todos hermosos recuerdos.
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