Opinión
Gargamel habita en el Tartiere
El Sporting demostró un derbi más que quiso más la victoria que el Oviedo

Otero celebra el gol del Sporting.
El exorcismo de Gargamel, la criptonita que supone la carencia de sangre azul en el actual Oviedo, condujo a sus jugadores a confundir la intensidad y el juego aguerrido con la dureza. Calleja, ese entrenador con el que no acaba de empatizar la grada oviedista, intentó exorcizar durante toda la semana la escasa actitud de los suyos en el anterior derbi. Y arengó a su plantilla confeccionada con escaso Requexón y encima, en esta ocasión, con Cazorla cao en el banquillo.
Pero el Oviedo demostró ayer que las transfusiones no suplen la penuria de casta, estirpe y abolengo que se mama desde la propia cantera. También evidenció que el equipo azul no está confeccionado para combinar brega y juego, pues si apostaba por la primera no engarzaba pases y jugadas. Súmenle la presencia de un árbitro que intentó dejar jugar para obtener como resultado una caldera que cada vez se iba calentando más tanto en el campo como en los graderíos. Y para agregar una dosis de nerviosismo, el Sporting empezaba a azuzar.
Faltas, tarjetas y reiterado arrojo de objetos al césped, dos avisos y un rato los dos equipos a la silla de pensar de los vestuarios. Así transcurrió la primera media hora larga del partido. Poco más. El descanso llegó cuando los sportinguistas miraban cada vez más hacia la portería azul.
En la segunda parte, el Oviedo salió a jugar y encontró rápido la criptonita del Sporting en Hassan, que exhibió su jugada, la que lleva en su muestrario y pudo repetir en pocas ocasiones más. Suficiente para marcarle a su exequipo. Y, entonces, como ya ocurriera en el anterior derbi de El Molinón, cuando parecía que el Oviedo iba a lanzarse a por una victoria arrolladora, dio la sensación de comenzar a desconectarse. ¡En su campo, ante el eterno rival! Alguna ocasión tuvo, producto más de arreones que de juego. La sangre azul se les volvía a diluir. Gargamel campaba por el Tartiere.
Y si ellos tienen a Hassan, nosotros a Dubasin. El Sporting creyó y se fue a por el empate, que pudo ser victoria. No se amilanó. Le sobra sangre rojiblanca con glóbulos rojos y blancos y plaquetas para transportar el espíritu de Mareo por las venas de sus jugadores. La pelota comenzó a estar más en las botas sportinguistas que ocupaban mejor el centro del campo y distribuían balones hacia el área azul. Al Oviedo cada vez le costaba más engranar juego.
Pero hace más el que quiere que el que puede. Una pérdida de balón de Hassan sirvió para que Dubasin filtrase un balón al área para que Gelabert batiese a Aarón. Así llegó el empate. Pero el Sporting no se desconectó del partido ni dio un paso atrás. Olía la falta de sangre azul y no le perdió cara a la portería carbayona. Peleó, luchó, disputó cada balón sin olvidar nunca el fin de jugar al fútbol. No se puede hacer más con lo que hay. ¡Ay, si hubiese un poco de gol...!
Ahora, como en la Fórmula 1, faltan las evoluciones en forma de refuerzos. De combustible, en forma de sangre rojiblanca, tiene los depósitos a rebosar.
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