Opinión | Fútbol es fútbol
Culos al borde del asiento, dioses olvidados y un elogio del caminante
CULOS Y NUCAS. El fútbol moderno, ese fútbol entregado a la barbarie del VAR, la ingeniería financiera y los sueldos monstruosos, necesita a futbolistas como Lamine Yamal o Nico Williams, y también a Abde, Odriozola o Budimir. ¿Por qué? Por el mismo motivo por el que el actor y director Charles Laughton recordaba que, en los comienzos del cine, el público se sentaba poniendo el culo en el límite delantero de su asiento, erguido e inclinado hacia adelante. Con el tiempo, el público se había medio tumbado sobre su butaca, con la nuca sobre el borde del respaldo, las palomitas en la mano y el cuerpo en horizontal. Con "La noche del cazador", Laughton quiso volver a enderezar al público, inclinarlo hacia adelante y no
hacia atrás. El fútbol, como el cine, ha perdido capacidad de asombro, y de la pantalla y del estadio ya no surgen imágenes e historias hipnóticas o sorprendentes. Los futboleros vemos muy pocos partidos con el culo al borde del asiento, hasta que Lamine Yamal nos inclina hacia adelante y nos olvidamos de las palomitas. Estoy seguro de que hay muchos Lamine Yamal en los patios de los colegios y en las canteras de los equipos, pero no llegan al fútbol de élite porque el fútbol moderno desconfía del asombro y prefiere la tranquilidad de las palomitas. Entre un futbolista desequilibrante y un futbolista que da equilibrio, mejor el segundo. Mejor la nuca en el respaldo que el culo al borde del asiento.
¿Dónde están los viejos dioses?
En su precioso ensayo "Criaturas del aire", Fernando Savater hace decir al emperador romano Juliano, apodado por los cristianos "el Apóstata" por su rechazo al cristianismo y su intento de restaurar el culto romano tradicional, que los dioses dejan a quienes les han dejado. Antes de enfrentarse a los persas, Juliano se pregunta dónde están los dioses inmortales que fraguaron la gloria de Roma porque ya no tiene a su lado a los dioses de Trajano ni mucho menos los de Alejandro, pero frente a él, como ellos, tiene a las babélicas tropas del Gran Rey persa. Algo me dice que este Real Madrid que aspiraba a ganar siete títulos (y que todavía puede ganar seis) no es muy diferente al ejército romano de Juliano el Apóstata porque el equipo de Ancelotti parece haber renunciado a sus viejos dioses, sobre todo cuando se enfrenta al Barça. El Atlético de Madrid, sin embargo, no solo no deja a los dioses que fraguaron su leyenda sino que el emperador Simeone insiste en rendirles culto incluso perdiendo en Leganés. La fe indesmayable del Real Madrid en su destino manifiesto ha dejado paso a la razón en tres o cuatro futbolistas que pueden ganar títulos ellos solitos. Enfrente, como siempre, está el babélico ejército de los mejores equipos de Europa que aspiran a robar su gloria. Pero los dioses dejan a quienes les han dejado. Es muy difícil ganar títulos sin la vieja fe en la defensa, con dudas en el centro del campo y con los delanteros viendo la vida pasar.
Fútbol y taller.
Me gusta Oriol Romeu, el futbolista del Girona. También me gustó la temporada pasada, cuando jugaba en el Barça y fue tan sacrificable como la tripulación de la nave "Nostromo" en la película "Alien: el octavo pasajero". Romeu es lento, dicen. Y punto. El empresario Henry Ford, el padre de la producción en cadena, decía que andar no es una actividad remuneradora, así que se empeñó en reducir los desplazamientos en el taller y en la fábrica y los tiempos muertos en el trabajo. En el fútbol, andar está mal visto. Los desplazamientos de un futbolista de un lado a otro se reducen corriendo, y si Romeu o cualquier otro jugador de su estilo da la impresión de que está "pensando" con la pelota ya es sospechoso de lento. ¡Pásala ya! ¡Muévete! ¡Corre! ¡Espabila! Los tiempos muertos en el fútbol son tan sospechosos como en la fábrica o en el taller. Ford estaba convencido de la importancia de suprimir la necesidad de la destreza en todos los empleos de la mano de obra, y eso se consiguió con la especialización y la reducción del trabajo complejo con el desarrollo del maquinismo. Los futbolistas tienen que correr. Correr mucho. Cada uno en la zona del campo que le toque. Hay que medir cuántos kilómetros recorre un futbolista por partido. Eso es lo importante. Nada de estar parado ni, mucho menos, jugar como si estuvieses parado. Futbolistas especializados que no necesitan especial destreza si corren lo suficiente. Pero a mí me gusta Oriol Romeu cuando no corre, porque no está ausente.
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