Opinión

ignacio sendín

Quo vadis, balonmano?

Ante el cambio de las viejas reglas de juego

El balonmano era definido como el deporte de correr, saltar y lanzar o, según Nikola Karabatic, el deporte de los dioses, en contraposición del rugby (el deporte de los hombres) o el fútbol (el deporte de los niños). Escribo "era", ya que visto el desarrollo y la deriva por el que se encamina en la actualidad, y "visto lo visto" en el recién finalizado Mundial, muy pronto el balonmano, tal como lo entendíamos hasta hace bien poco, será un recuerdo en la memoria de veteranos nostálgicos. Lo de saltar y lanzar sobrará. Solo quedará lo de correr, correr y correr, eso sí, con muy buena técnica individual.

Me gusta pensar que podemos estar muriendo de éxito, ya que la evolución de la técnica individual de nuestros jugadores está fuera de toda duda, y alcanzando niveles de belleza y originalidad en este primer cuarto del siglo XXI que realmente no dejan de sorprender a propios y extraños, convirtiendo el balonmano en un deporte individualizado. Las mutaciones producidas en nuestro ADN por los cambios en el reglamento llevaron a la selección femenina de España a ser derrotada por Países Bajos en los segundos finales del Campeonato del Mundo de 2019. Fue derrotada por la traición a nuestros padres, que nos habían enseñado que la primera misión cuando el balón pasaba a poder de nuestros rivales era recuperarlo lo antes posibles. Y no hace falta que entre en los detalles de la regla de juego que se sacó de la manga una Comisión de Reglas de Juego y Árbitros, alumnos aventajados de la señorita Trunchbull en la escuela de Crunchem Hall. ¡Qué saben de nuestro espíritu e idiosincrasia! Ya lo explicó el profesor Manuel Laguna, aquí en Gijón, a la hora de enjuiciar aquellos hechos y reglas de juego.

No solamente están siendo traicionados nuestros padres. También lo está siendo el balonmano como deporte tal como nació y se desarrolló. Y aquello que David Trueba definió como "el deporte perfecto, un ajedrez con personas" son palabras que se llevó el viento. Una sanción por dos minutos a un jugador se puede enmascarar con la permisibilidad de "dejar vacía la portería" y permitir atacar con seis jugadores de campo, fomentar "el tiro a la diana", "el correr, correr y correr" y, sobre todo, depreciar la sanción impuesta al infractor, donándole un premio extra. Y a más, ¿qué es eso de atacar siete jugadores de campo contra seis?

De nada nos sirve la evolución que grandes maestros del balonmano han realizado con los sistemas defensivos dando paso a la inteligencia con la que contrarrestar verdaderas jugadas de ajedrez.

Lo de "Comisión de …. y Árbitros" sobra. La deriva que lleva el arbitraje del balonmano deja mucho que desear. Lo llevamos viendo en los partidos de la EHF y ahora, también, en los de la IHF, como ocurrió el pasado jueves 30 en Zagreb en el partido de Croacia vs. Francia: aquello parecía regirse por el reglamento de rugby del Seis Naciones.

Y lo que es peor, esa deportividad que exhibió nuestro portero Gonzalo Pérez de Vargas en el encuentro mundialista entre Suecia y España de la primera fase, donde consiguió que se le perdonase la tarjeta roja al sueco Hampus Wanne, no se está viendo en otras acciones, donde el comportamiento de algunos jugadores simulando golpes recibidos me recuerda al hacer de "deportistas infantilizados" de otros deportes. No se puede perder uno de los signos de identidad de nuestro deporte, nuestra esmerada deportividad sin racaneos. Igual me da: reglamento o árbitros en manos de iluminados que nunca defendieron. Se enterarán de que el alma del balonmano está en la defensa, sin empujones, agarrones y golpes; donde la técnica individual defensiva es tan importante y espectacular como la ofensiva, pero sin coartar nuestra imaginación, creatividad e identidad.

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