Opinión

Un agujero en el área: la falta de un rematador en el Sporting

El cuerpo técnico anhelaba la llegada de un extremo y al final del mercado de invierno consiguió la cesión del navarro Nico Serrano

Nico Serrano.

Nico Serrano. / Efe

"¡Ten cuidado con lo que deseas, no sea que se haga realidad!". El origen de la popular frase se ha atribuido a varios autores, como Oscar Wilde o a las "Fábulas de Esopo" e incluso a la sabiduría china. El significado no es difícil de descifrar. Cuando consigues lo que quieres puedes encontrarte con que no era lo adecuado o deja al descubierto otras necesidades más perentorias.

El cuerpo técnico del Sporting anhelaba la llegada de un extremo. Y al final del mercado de invierno consiguió la cesión del navarro Nico Serrano, procedente del Athletic Club. Un jugador que como todos los surgidos de la factoría de Lezama, no suelen defraudar. Ha intervenido en dos partidos y ha dejado ya la firma de su buen hacer: rápido, regateador y certero colocador de balones. Hasta ahí perfecto, si no fuera porque ha servido, a la vez, para dejar en evidencia, más que nunca, la gran falta de gol.

Los males del Sporting no se han aliviado. Los primeros minutos del encuentro contra el Eibar volvieron a certificar machaconamente la eterna debilidad. Serrano corrió la banda izquierda en tres o cuatro ocasiones, centró con buen tino y en el área vasca había… un gran agujero, no encontró a ningún jugador rojiblanco, ni siquiera uno que intentase alcanzar el balón, sencillamente no había nadie con la camiseta con el escudo sportinguista.

Obtenido el extremo deseado, el Sporting sigue careciendo de rematador. Ni Campuzano, ni Gaspar, ni Otero cuando se reincorpore, ni Dubasin, ni mucho menos Queipo (por su envergadura) lo son. Han demostrado que crean ocasiones y que de sus botas salen tantos. Dan forma a ese concepto de "gol colectivo" del que hablan Albés y los directivos para justificar que no habrá un delantero centro y que el gol debe colectivizarse. Y el presunto "9" de la plantilla, Caicedo, tras más de media temporada, nada ha demostrado. Va camino de convertirse en otro fiasco más.

Y por ese agujero en el área va el Sporting dejando escapar otra temporada más. Cuando el equipo se va desangrando entre el desacierto y la mala fortuna, aparece el desánimo. Ya no es aquel conjunto de jugadores con chispa, valiente, aguerrido, intenso, rápido, de fútbol divertido y desinhibido. Se le ven las costuras descosidas sin un nuevo patronaje que le recomponga las hechuras y le realce la figura. Incluso a Albés da la sensación de que las dudas comienzan a superarle. El sábado realizó los cambios tarde y no supo dar mordiente a sus jugadores cuando el Eibar quedó con diez. Con todo, no seré yo quien le formule un reproche.

No dudo que los tardíos Serrano y Dotor sean buenas incorporaciones para enriquecer y dar alternativas al equipo. Que pueda llegar un buen viento que impulse las velas, en cuanto una pelota entre en la portería. Que se recobre la ilusión y el aficionado se pregunte, ¿hay tiempo para la remontada? ¡Haylo! Quedan números por sumar en una Segunda que avanza lenta y parece esperar a los rezagados. Pero queda ese agujero en el área que sin ser deseado es como un sumidero real que se lo traga todo.

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