Opinión | Fútbol es fútbol
Especias que disimulan, entusiasmo revolucionario y una canción de Loquillo
Pimienta en el arcón. Supongo que las declaraciones fuera de tono de los futbolistas antes de un partido son parte de la salsa del fútbol. Antes del partido Argentina-Brasil, Raphinha y Romario presumían de la "paliza" que los brasileños iban a dar a los argentinos, y Nico Williams hablaba de "pintar la cara" a la selección de Países Bajos en el partido de vuelta de la Liga de Naciones. Resulta que la selección argentina destrozó a Raphinha y compañía por tierra, mar y aire, y la selección española ganó a Países Bajos en los penaltis. Eso sí, las desmedidas declaraciones de Raphinha y Nico Williams funcionaron como combustible barato para ocupar muchas horas de tertulias televisivas y foros de internet.
Pero la "paliza" de Raphinha y la "pintura" de Nico Williams no son más que las especias del fútbol cuando no hay fútbol. Del mismo modo que en el siglo XV, y a falta de oro y plata, la pimienta era un valor tan sólido que era reconocida como medio de pago en los contratos, las declaraciones estrafalarias, grandonas y hasta ridículas de algunos futbolistas son reconocidas como un medio para seguir hablando de fútbol cuando no hay partidos de Liga que llenen el tiempo futbolero. La pimienta, el jengibre o la nuez moscada se guardaban en los arcones junto con las joyas familiares, y las declaraciones de Raphinha o Nico Williams ya están guardadas en el arcón futbolero junto con sus mejores goles y asistencias. A falta de refrigeración que retrasara la descomposición de la carne, las especias siempre podían disimular malos olores. A falta de partidos de Liga a causa de los compromisos de las selecciones, las declaraciones especiosas pueden disimular el olor de la ausencia del fútbol que verdaderamente interesa a los aficionados. ¡Más pimienta, hasta que vuelva la Liga!
A favor del entusiasmo. Saint-Just, el revolucionario francés aliado de Robespierre, decía que la revolución no debía castigar solo a los traidores, sino a todos los que no sean entusiastas. Esta idea junto con otras no menos radicales (se debe gobernar con el hierro a quienes no se puede gobernar con la justicia, y a los "malos" ciudadanos la República debe solo la muerte) llevaron a Saint-Just y a los robespierristas de cabeza (nunca mejor dicho) a la guillotina. Con permiso de Saint-Just, creo que los futboleros debemos cuidarnos de ser siempre entusiastas a la hora de hablar de nuestros equipos de fútbol, pero tras una derrota conviene no caer en el más cruel de los desprecios. Es más divertido hablar de fútbol con un entusiasta radical que perdona los tremendos errores del Real Madrid femenino en el partido contra el Arsenal en la Liga de Campeones femenina que escuchar a algunos madridistas decir cosas como que el Real Madrid femenino es un engendro en el que no se debe seguir invirtiendo un dinero que se puede gastar en el sueldo de un mes de Mbappé. Con la derrota inesperada del equipo de Olga Carmona, surge el desprecio al fútbol femenino y la consideración de la Liga F como una larga pachanga en la que casi siempre sale ganando el Barça. Y esto no ocurre solo en el fútbol femenino. Si el Barça de Flick hubiera perdido el jueves con Osasuna, muchos culés ya estarían dando la paliza con la falta de banquillo del Barça, la "Raphinhadependencia" y lo sobrevalorados que están Gavi y Fermín. La verdad, mejor ser revolucionariamente entusiasta a la manera de Saint-Just que agrio como los madridistas que traicionan a su equipo femenino después de una derrota.
Feo, fuerte y formal. Me encanta Budimir en particular y, en general, esos delanteros de clase obrera que se encargan de marcar goles en equipos con bastante fútbol pero poco gol. Delanteros que, como la canción de Loquillo (y la sentencia de John Wayne), son feos, fuertes y formales. Feos en el sentido de poco glamourosos (nada de pantalones caídos a lo Lamine Yamal, peinados a la última, tatuajes con mensaje o celebraciones extraterrestres), fuer
tes porque nunca se rinden ni ponen caritas cuando la pelota no les llega como debería, y formales en cuanto que siempre se puede contar con ellos y entienden lo que significa ser puntual con el gol. No es que Budimir (o el gran Stuani) reciclen los balones que les llegan para convertirlos en ocasiones de gol, sino que transforman la materia prima de un pase en bruto en un control inesperado, un amago tan simple como efectivo o un disparo elaborado. Equipos como Osasuna o Girona necesitan a tipos como Budimir o Stuani. Delanteros feos, fuertes y formales como John Wayne o como Loquillo.
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