Opinión

El gol número 12, una explosión de nubes y la ambigüedad de la luz

De la Casa, de la casa.

Mari Carmen y sus muñecos, Massiel y "La, la la", Joaquín Prat y "a jugaaaaaaaar", María Jesús y su acordeón, José Ángel de la Casa y "gol de Señoooooor". Según las edades, nos acordamos de qué hacíamos cuando Neil Armstrong pisó la Luna, a quién llamamos por teléfono cuando Tejero entró pistola en mano en el Congreso de los Diputados, qué canción de los Beatles escuchamos después de que asesinaran a John Lennon o dónde estábamos cuando se derrumbaron las Torres Gemelas de Nueva York. Si la edad se lo permite, seguro que usted se acuerda del partido España-Malta que terminó con un alucinante 12-1 y un grito de José Ángel de la Casa que ya forma parte de la mitología futbolera española, junto con "a mí el pelotón, Sabino, que los arrollo", "noventa minuti en el Bernabéu son molto longo", "salid y disfrutad", "Rafa, no me jodas" o "ganar, ganar, ganar, ganar, ganar y volver a ganar". ¡Gol de Señooooooor! Con gallo incluido. José Ángel de la Casa era un comentarista al que, como dice Alfredo Relaño, le gustaba más explicar que emocionar. Hasta que llegó el gol de Señor, aquel gol número 12 tan inexplicable como emocionante. Por una vez, José Ángel de la Casa perdió el control de su garganta. De la Casa siempre será de la casa.

¿Cómo embotellar nubes?

El farmacéutico inglés Luke Howard, que definió las tres principales categorías de nubes, pretendió hacer con el cielo lo mismo que Linneo había hecho con las plantas. El pintor John Constable hizo cientos de estudios de nubes, anotando el mes y la dirección del viento. Y John Ruskin, hijo de un rico comerciante de vinos, decía que embotellaba nubes como su padre embotellaba jerez. Sin embargo, como apunta el historiador del arte Kenneth Clarke, las nubes son proverbialmente díscolas, así que el cielo atrae menos a los hombres de espíritu analítico que a los adoradores de la naturaleza. Creo que los dos partidos de la semifinal de la Liga de Campeones entre el Barça y el Inter fueron una explosión de nubes dificilísima de catalogar, pintar o embotellar. Como las nubes, la semifinal fue díscola y pasó de las lúcidas estocadas del Inter a las imposibles remontadas del Barça, del hundimiento del equipo de Flick a un renacimiento culé a golpe de belleza y efectividad, de la nada del Inter al todo de un equipo que fue italiano casi sin pretenderlo. Howard no sabría por dónde empezar en su intento de ser un Linneo del Barça-Inter. Constable perdería el tiempo y la razón haciendo estudios de cada loco minuto de una eliminatoria tan nubosa. Ruskin se bebería todo el jerez embotellado por su padre antes de finalizar el embotellamiento de dos partidos jugados sin ningún espíritu analítico. El cielo de la inolvidable semifinal entre los equipos de Lamine Yamal y Thuram fue una sucesión siempre en movimiento de formas cambiantes que los comentaristas no pudieron catalogar, los cronistas no pudieron pintar y los aficionados no pudimos embotellar. Es fútbol, amigos.

Ondas y partículas en el PSG.

El Paris Saint-Germain de Luis Enrique jugará la final de la Liga de Campeones, y lo hará la temporada que perdió a Mbappé. En la final de Múnich tampoco estará Messi, ni Neymar, ni Verratti, ni Sergio Ramos, que fueron fichados hace varias temporadas para hacer campeón de Europa al PSG. Luis Enrique ha conseguido que el PSG sea tan ambiguo como la luz según la teoría cuántica de Max Planck, que se compone de ondas y partículas a la vez. Si para explicar su comportamiento había que considerar a la luz como dos cosas diferentes, para explicar el comportamiento del PSG también hay que considerar que la luz del equipo parisino se comporta a veces como una onda (un equipo sólido y perfectamente conjuntado) y a veces como partícula (un equipo que depende de las arrancadas de Dembélé, de la inagotable insistencia de Achraf Hakimi o de las paradas de Donnarumma). Las variaciones en el juego, como las variaciones en el color, solo se pueden explicar si el PSG y la luz se desplazan en forma de ondas. Para explicar otros fenómenos, como los goles o las paradas en los momentos más oportunos o el efecto fotoeléctrico, no hay más remedio que considerar al PSG y a la luz como un flujo de partículas. La ambigüedad puede hacer al PSG campeón de Europa. Enfrente estará el Inter, un equipo al que no le preocupa la dualidad onda-partícula porque solo le interesa la observación del partido y el resultado. Tendremos una final muy física.

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