Opinión

El Real Oviedo y su bendito mal menor

Sobre lo que se espera en la última jornada

Por fin, después de una década en Segunda División, el Real Oviedo se asoma a las alturas con algo más que ilusión. Se asoma con argumentos, con solidez… y con fe. A falta de una jornada, el equipo de Paunovic acaricia un sueño que durante años parecía reservado a otros. Y si ese sueño de ascenso directo se escapa entre los dedos porque dependemos de otro resultado, que nadie ose llamarlo fracaso. Porque, si algo hemos aprendido en estos años de grisura en la categoría de plata, es que jugar un play-off no es un premio menor. Es, ni más ni menos, que un bendito mal menor.

Hace un año, el Oviedo se coló por la puerta de atrás a la fase final por el ascenso. Hoy está asegurado y puede que no se necesite. En ambos casos, el denominador común tiene nombre y apellido: Santi Cazorla. Su regreso no solo devolvió esperanza, sino que activó el alma de un club que necesitaba creer. Desde su llegada, el Oviedo ha cambiado de mentalidad y de destino. Su sola presencia contagia al vestuario, al cuerpo técnico, a la grada. Es faro, capitán, leyenda viva. Y con él, todo parece más posible.

Lo de esta temporada no es casualidad. Es el resultado de un equipo trabajado, resiliente, que ha sabido sobreponerse a cada bache, que ha ganado sin alardes y ha perdido sin desmoronarse. Un grupo que ha vuelto a encender la chispa de una ciudad que empieza a atreverse a soñar con algo más que la permanencia. Un Oviedo que se ha ganado el respeto de la categoría y, sobre todo, el respeto de los suyos. Con una propiedad que no especula, que tiene un objetivo desde el minuto uno y lo hace con hechos. Gracias Pachuca.

¿Y si no se asciende? ¿Y si toca remar en el play-off? Que nadie se lleve a engaño: el ascenso sigue siendo posible, pero el play-off no es una losa, es una oportunidad. Es el derecho que se han ganado a base de trabajo y de fe. Y que el Tartiere se prepare. Porque si hay que pasar por la emoción de una eliminatoria, será con más esperanza que nunca y con una grada que ya no se conforma con mirar hacia arriba: ahora quiere subir.

El Real Oviedo está, de nuevo, en el lugar donde se deciden los destinos. Donde los sueños se cruzan con los miedos. Donde lo que antes era un imposible, hoy es un objetivo. Y si el cielo no se alcanza en línea recta, que venga el play-off, ese bendito mal menor. Porque lo importante, después de tanto, es que estamos aquí. Y estamos listos.

Y porque mientras Santi Cazorla siga vistiendo este escudo, todo es posible.

¡Hala Oviedo ! n

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