Opinión

Sin dejar nunca de creer

Sobre las semejanzas del Atleti del Cholo y el Oviedo de Paunovic

Escribo mientras sobrevuelo Groenlandia, a 40.028 pies de altura. Viajo con el Atleti a Los Ángeles (EE UU), donde empieza el sábado la primera edición del Mundial de Clubes, esa competición que, fuera todavía del imaginario popular e incrustada en estas fechas de mala manera, aún no reparte grandes pasiones, pero sí muchos millones. Afuera es de día, pero el avión está oscuro. Ventanillas bajadas. Salimos hace 5 horas y 10 minutos de Madrid. Quedan 6 horas y 21 minutos.

Llevo pensando un rato en el Oviedo. ¿Será el año? Tiene que serlo. Lo comentaba aquí ahora con gente del fútbol: por el desarrollo, por el desenlace, por esos cambios sorprendentes de Paunovic, por muchas cosas, el 1-2 de Almería me recordó a las victorias más enjundiosas que firmó el Atleti esta temporada. El 1-2 al PSG en París en Champions llegó así. El 1-2 al Barça en Montjuic llegó así. El 0-1 al Athletic en San Mamés llegó así. El 2-1 al Leverkusen llegó así. Repasen los resúmenes si quieren. Así es así: al final, con oficio, con fe, con el plan claro y asimilado, adaptándote a cada minipartido del partido, jugando cuando toca, sufriendo cuando toca, leyendo perfectamente tus momentos. Sin dejar ni un segundo de creer. Y con suerte, claro, bendita flor.

Son victorias que forjan, que dan identidad. Al margen de interesantes matices tácticos, Paunovic le ha dado al Oviedo carácter, fuerza emocional. El equipo sigue ahora patrones reconocibles que le han subido a esta ola: más trabajo que vistosidad. Protegerse primero, desmelenarse después. No juega bonito, pero sí inteligente y efectivo. Primero no encajar, luego lo demás. Y con una camaleónica capacidad de adaptación que le permite estar siempre agarrado al partido. Eso es oro: si le das el balón, sabe cómo hacerlo. Si le aprietas, le hundes y le das espacio a la espalda de la defensa, sabe cómo hacerlo. Si le propones jugar, juega. Si le obligas a sufrir, sufre. Sin florituras en una categoría que suele ignorar el buen paladar.

Es un equipo fiable y con la flecha hacia arriba. Cómo será que, tan a pedir de boca está saliendo todo desde la llegada del serbio, que el gran miedo que intuye ahora mismo al oviedismo es un miedo intangible: pensar que ya va siendo la hora de que falle algo. Que van once partidos sin perder y que no puede salir todo tan bien, porque al fin y al cabo nadie está libre nunca de una pájara, y menos en un juego. Pero, ¿por qué por una vez no va a salir todo bien? Se entiende la inseguridad porque son 24 años soñando fuerte esto, pero es un miedo absolutamente irracional. Pensándolo bien no es miedo en sí, es vértigo. La razón invita a creer, por eso hay que creer, porque las victorias dan confianza y la confianza da victorias.

Ahora toca rematar la faena iniciada en Almería. Suerte que las vueltas sean este año en el Tartiere porque la grada va a cortar cualquier mueca de relajación. El jugador no rinde igual en casa que fuera. Al mínimo atisbo de desconexión, en su estadio le espabilan. Le toca a Paunovic seguir apretando esa tecla emocional y al personal eliminar esas ansiedades que ya son (deben ser) del pasado. No es fácil llegar hasta aquí, ya ven los otros dos acompañantes el año pasado del play-off, Eibar y Sporting, dónde acabaron esta temporada. Hay una línea ascendente que seguir y un camino que disfrutar.

Hoy el Atleti entrena a las 11.00 horas en Los Ángeles, las 20.00 horas en España (el domingo espera el debut contra el PSG de Luis Enrique…). Cuando acabe el entreno, al mediodía, cuadraré con Alvarito Campo –uno de los fotógrafos del club, oviedista de los grandes– y seguro que con algún otro para enchufarnos al Tartiere. Allí o a tropecientos mil kilómetros como aquí, la clave es estar. Soñando partido a partido, sin dejar nunca de creer.

Tracking Pixel Contents