Opinión
Lo siento mucho
Carta abierta del Real Oviedo a sus aficionados
Hola a todos. Lo primero de todo: perdón. Perdón por haber llegado tan tarde. Lo siento de corazón. Han sido demasiados años, muchos. Nunca imaginé que serían tantos. Me gusta comparar épocas para situar el contexto. La última vez que estuve en Primera, en 2001, José María Aznar era presidente del Gobierno, seguíamos yendo al videoclub a alquilar películas, no existían las redes sociales y ni siquiera teníamos móviles con internet. En aquella época estábamos arriba, con los mejores.
El mundo fue cambiando a pasos agigantados y yo me fui haciendo más pequeño, entrando en una depresión. Nunca llegué a pensar que me costaría tanto salir de ella. A decir verdad, no sé bien qué pasó. En el año 2000 todo pintaba bien: un nuevo estadio, una buena plantilla... Creo que se juntó un poco de todo. Hubo dirigentes irresponsables, gente que no estuvo a la altura y, por qué no decirlo, también mala suerte.
Os digo la verdad: lo pasé muy mal aquella tarde en Mallorca. Pero sinceramente pensé que al año siguiente estaría otra vez en Primera. Lo que vino después lo sabéis vosotros mejor que yo. Me intentaron sustituir, tuve que jugar en los barrizales de Tercera, me vi las caras con el filial de nuestro eterno rival... Incluso descendí de Segunda B a Tercera. Un horror. Casi muero dos veces. De verdad, lo pasé muy mal.
No quiero ponerme grandilocuente –y menos hoy, que vuelvo a estar en pie– pero tengo que decirlo: nada de esto hubiese sido posible sin vosotros. Todos habéis sumado.
Los que estuvisteis al pie del cañón en Tercera, los que dudasteis y os reenganchasteis, y también los que sois nuevos. Aquí no sobra nadie.
Vuelvo a lo que os estaba contando. En 2012, cuando debía tanto dinero, llegaron mis amigos de Carso para arreglar la papeleta. Aquello fue un subidón. Yo, iluso de mí, ya me veía jugando la Champions en unos pocos años. Lo reconozco ahora: me pudo la pasión.
Ya en Segunda, empecé a desesperarme. No había manera de acercarse arriba.
Todos estos años tuve miedo –lo confieso ahora que no nos lee nadie– de que fuera de Asturias se olvidaran de mí, como si ya no existiera. Afortunadamente, desde que llegaron mis nuevos jefes volví a ser competitivo.
Me disgusté muchísimo el año pasado, en Cornellà. ¡Ni os imagináis la llorera que me entró! Llegué a pensar que quizá el problema era yo mismo. Que era gafe. Que por mucho que todo estuviese a favor, no habría manera de dejar atrás tanto dolor y volver a casa, a mi sitio natural. Pero ayer lo conseguí. Por fin. Esta vez lloré de alegría, porque no fue un sueño, no fue una ilusión más. Esta vez fue de verdad. Vuelvo a estar donde siempre quise, representando a Asturias en lo más alto. Aunque haya tardado demasiado. Gracias por no haberme abandonado nunca. Atentamente, Real Oviedo. n
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