Opinión
Volvimos, mamá

VoEl tifo desplegado ayer por la afición del Oviedo antes del partido frente al Mirandés en el Tartiere.lvimos, mamá / Miki López
Es sábado, 21 de junio de 2025. Son las 14.00 aquí en Los Ángeles (EEUU) y el Oviedo acaba de ascender a Primera División. Aquí a nadie le importa, pero yo estoy llorando.
Me tiembla la mano al escribir este artículo en el móvil. Literalmente me tiembla. Cuánto tiempo imaginando esto. Cuánto tiempo soñando fuerte esto. Y ahora de repente en blanco.
Un año después de la cornada de Cornellá, aquí estamos. Imposible describir esta felicidad infinita. Imposible armar párrafos mínimamente decentes que plasmen semejante emoción. Pasan 24 años por la mente a toda velocidad. La vida era otra. Las personas eran otras. Las costumbres eran otras. Todo era diferente cuando amanecimos un buen día con el cuerpo repleto de agujeros y la reputación por los suelos. En aquel momento hubo un puñado de oviedistas incrédulos que decidieron no abandonar al Oviedo y se pusieron a bracear juntos para mantener a flote y darle otra vida a aquel gigante herido, entonces de 76 años, al que querían degollar. No era fácil con semejante diagnóstico. Pero aquella gente creyó y luchó contra todo y contra todos para reanimar al hoy querido anciano que va a cumplir 100 en plena forma.
Aquellos héroes no son todos los que están hoy, claro que no. Ni tampoco están hoy todos los que fueron entonces. Todos vieron que aquel muertu taba muy vivu. Muy vivu. Y no era nada fácil. Teníais razón, amigos. Tenías razón, mamá. Tenías razón, abuelo. Gracias, gracias, gracias. Volvimos. Volvimos. Volvimos.
Esta explosión de alegría se la merece muchísima gente. Los que lo ven desde ahí arriba. Los que lo ven desde aquí abajo. Los que no lo ven ahora, pero lo verán y leerán aquí en un futuro por los siglos de los siglos. No es un ascenso más. Ayer no se celebró solo subir a Primera División. Ayer se celebró la vida. Se celebró el honor. Se celebró a lo grande un sentimiento mágico que nació en blanco y negro, que creció durante décadas, algunas de ellas luciendo palmito en el escaparate futbolero patrio y, lo más importante e inaudito, que se reprodujo en la más absoluta adversidad, sin los focos del fútbol profesional, con la miseria en las narices, con el cachondeo, la indiferencia y las zancadillas alrededor, con la guillotina siempre encima. Durante estos interminables 24 años (8 presidentes, 27 entrenadores y más de 500 jugadores en Tercera, Segunda B y Segunda) el Oviedo venció varias veces a la muerte en la cornisa, y eso te hace literalmente inmortal. Por eso el oviedismo lo es.
No se trata de hacer revisionismo ahora que por fin nos enfundamos el smooking. Ni de señalar a quienes equivocaron el tiro y dejaron de creer. Tampoco a quienes convirtieron la burla en rutina (cuánta gasolina nos dieron). No se trata de eso ahora porque si hoy el Oviedo está felizmente sano y con un futuro sin límites es porque logró apartar el rencor y abrazar la unión. Juntos lo íbamos a conseguir. Y juntos lo conseguimos. Y así se tiene que seguir.
Pero es imposible ignorar que este cuarto de siglo de penurias y dramas va a marcar (ya marca) para siempre la historia del club. Alcanzar la cima desde la mayor de las profundidades forja, y esa forja queda, moldea la identidad, define una forma de ser. Es difícil encontrar hoy un oviedista que cambie por un título estos años de barrizales y sufrimiento, este ejemplo, tantas veces irracional, de perseverancia; esta brutal lección de vida. ¿Mereció la pena? Vaya si la mereció.
La historia contemporánea del Oviedo es una historia hermosa de la que los oviedistas tenemos obligación de presumir. Parece que no, pero el detalle de este camino recorrido durante todo este tiempo se conoce poco fuera de Oviedo y de Asturias. Mira que tenemos fama de pesados los oviedistas y los asturianos, pero es así. Lo he comprobado estos años fuera y me he esmerado en contárselo a quien me ha querido escuchar. No hay en el fútbol una historia igual.
Nuestro Oviedín ha cerrado el círculo y aquí y ahora me viene a la mente algunos de quienes estuvieron ahí cuando el futuro era negro y el resto se giró, de Manolo Lafuente a Toni Fidalgo y su consejo formado a la carrera. Gracias. Gracias de corazón.
Ponerle palabras a este estado de felicidad es imposible. Es un nudo en la garganta. Es la lágrima que cae ahora mismo y vuelve a caer. Es el Oviedo como denominador común de muchos de los momentos más bonitos y más difíciles de una vida. La infancia, la adolescencia, la juventud, la madurez, la vejez. Son infinidad de personas, de kilómetros haciendo oviedismo noventero por España, querido Eugenio; de recuerdos irrepetibles, de noches postpartido sin cenar. Es increíble lo que te quita el fútbol. Es increíble lo que te da.
Mamá, me lo dijiste hace un año en Cornellá, con la herida todavía en carne viva: "Del Oviedo se es ahora ahora más que nunca". Gracias por esa enseñanza. El abuelo a ti, tú a nosotros. Si puedo, se lo enseñaré a Lucas.
Vendrá lo que tenga que venir, pero ya estamos en paz. Volvimos, mamá. Volvimos por fin.
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