Opinión
Estos días azules
A mi padre
El disgusto me ha durado 24 años, pero por fin volvió el Real Oviedo a Primera. Retornan "estos días azules", como cuando subíamos mi infancia y yo a Buenavista a ver a los mayores o al Vetusta (Mones, Lalín...). Y bajábamos mi infancia y yo hacia la plaza de la Escandalera y San Francisco a escuchar cómo discutían las jugadas mi padre y sus amigos, mientras un servidor devoraba anchoas en el "Bar Azul" o en "La viuda Basilio". De todo hace ya más de 60 años. ¿Acaso pretendo darles a ustedes la brasa con mi afición azul y mis identificaciones psicoanalíticas infancia y fútbol? Pues sí: pero un poquito solo.
He visto cosas que no creeríais. Una entrevista que hice cabe El Campillín a Herrerita. Un joyero ovetense de firme religiosidad que se transmutaba en la grada en blasfemo acendrado y que bajó toda la grada de general para llamar "manflorita" a un linier. He escuchado el grito de "¡Fuera paraguas!". Me encastró la suerte entre un grupo de mineros –en el Tartiere verdadero– que increpaban al árbitro con aplicación larga y bibliográfica, y amenazaban con un "tírote al campu" a cualquier aficionado discrepante. Formé en la fila de don Pésimo: en un descanso, ganando el Oviedo 4-0, sentenció sombrío "Desengañaivos: nun tenemos equipo". Más allá, peroraba un exárbitro filósofo: "Callar, coño, que’l fútbol ye difícil hasta pa los que sabemos". He visto revolverse a Marigil, correr a Toni Cuervo con los pulgares hacia arriba, el trabajo de Iguarán-Paquito (parecían uno solo). He visto bajar la pelota a Sánchez Lage, pronuncié Icazurriaga o Dujkovic, o "Bartoletto" (decía un narrador de la tele, ay). Se me grabó la cara de esfuerzo del Pinchu, ayudé a Arsenio a saltar una valla. Vi la frialdad arquitectónica de Iriarte, la estopa que daban Carrete o Tensi o Gorriarán o Sañudo, los cortes estremecedores de Vicente. Canté los goles de Marianín y Galán y Carlos. He visto las ausencias de Javier el cura, me tropecé con Ortuondo en Almendralejo, con Braojos en Granada, con Dely Valdés en Barajas, disfruté de Vili y Viti y Oli, y de García Barrero ("ye’l fíu Falín, el de la Cantina del Vasco"). Aplaudí el "motorín" de Berto, la elegancia de Luis Manuel y Jerkan, de Tomás, de Gracan, de los enormes Prosinecki y Jokanovic. Vi a Onopko cubrir todo el campo él solo, a Dubovsky jugar cuando le daba, al gran currante Paulo Bento, escuché los patadones de Pompei. He visto a Iván Ania y a Esteban, la fuga de Collymore... Llegué a presenciar un Real Oviedo vs Oviedo ACF. Hasta que una conversación nocturna en Valencia me llevó de las gradas al sofá al razonarme el subfútbol mercantilista que llegaba.
Sigo siendo del Oviedo (ciudad donde nací), por más que me gustaría ver también al Sporting de Gijón (ciudad donde resido) en Primera. Mientras llega ese derbi asturiano −y que sea pronto− disfruto en recoleto silencio de estos días azules y este sol de la infancia.
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