Opinión
Emoción, sueño, obsesión y pasión
Reflexión de una no futbolera sobre el gran acontecimiento deportivo del fin de semana
Los sentimientos se alejan de la Historia meditada en la medida que son pulsiones del ánimo desbocadas difíciles de estudiar. Pero a veces se hacen historia y en ella entran. El fútbol es ardor que se desparrama cuando se busca el triunfo tan ansiado como a veces fallido. El estallido final de un partido, el del Oviedo-Mirandés, que desde el principio se vivió como una gesta heroica, no dejó indiferente a nadie, casi ni a los no futboleros arrastrados por el torrente humano gritando y saltando. La ciudad y los ciudadanos vestidos de azul en honor a su equipo, que se hizo más Real y más Oviedo que nunca, llevaron en volandas a los jugadores al éxtasis. Hubo fiesta que al amanecer seguía y continuará en días venideros.
Casi historia ya, 24 años después un equipo con la afición más fiel, trenzada año a año, vuelve a la Primera División nacional, el selecto club de los mejores, después de un periplo traumático tras el descenso a "segunda" en 2001, seguido de los avatares tristes por "segunda B" e incluso la casi desaparición y de los campos de "tercera" (2003-2004) en los que la afición mantuvo su fidelidad inquebrantable. El fútbol es deporte, masas enardecidas y mucho dinero. Esperemos que la ciudad se beneficie de lo bueno que sin duda traerá. Para los que siempre se han sentido vinculados a su "equipo del alma", dos décadas y pico después es resarcirse de un largo exilio. Por eso lo de "yo no abandoné al Oviedo en tercera división" suena a "música celestial". Felicidades pues a los que aguantaron el tirón, oviedistas de larga tradición.
Seamos inclusivos (aunque en el "los" está todo), es "los que y las que" porque el fútbol hace mucho que dejó de ser como "soberano" "cosa de hombres". Ellas se atrevieron a darle al balón en lejanos años (en España desde 1914). Pero hubo de esperar mucho para seguir; hasta fines de los cincuenta del siglo pasado; y era jugar arrastrando incomprensión machista. Asturias tuvo equipos emblemáticos, de nombres sonoros y hermosos, de mujeres combativas contra el lamento cantado del "por qué los domingos por el fútbol me abandonas" y de las tardes dominicales de estadios repletos de hombres y de transistores pegados a la oreja. Hoy hay tantas en las gradas y en los campos, viendo, siguiendo y jugando, que merecen un piropo.
"Orgullo, valor y garra", el lema del equipo azul de épica remontada es sentimiento, pero triunfó además jugando contra un rival con igual valor y ganas. La emoción se desbordó y seguirá desbordada. Decía el entrenador del Mirandés que lo de ellos era un sueño y lo de los oviedistas una obsesión. La obsesión ganó al sueño. O tal vez la obsesión se hizo sueño cumplido, hasta para el entrenador que llevó al Oviedo a primera esta vez, habiendo sufrido él mismo como jugador aquel descenso agónico hace 24 años.
La Historia está llena de brotes emocionales y pasionales que cambiaron la Historia. Hoy el azul que es marca de Oviedo, lo es de Asturias como nuestra bandera. Hasta los Ángeles de la Cruz de la ciudad y de la diócesis debieron rezar. Y el próximo año, el del centenario, en primera. Los símbolos y las efemérides importan. No hay más que pasearse por las calles y verlos en el vestir personal y callejero. En esto, despreciando malos quereres que deben eliminarse o cuando menos arrinconarse, el deporte cohesiona.
Allí donde hay un balón, o cosa que se le parezca, niños y mayores le dan patadas, se organizan y se agrupan en torno a él. Los juegos de equipo son argamasa que aglutinan a quienes juegan y a quienes los ven jugar. Esto de ahora y aquí del Oviedo puede ser, bien encauzado, un revulsivo social, económico y emocional. Y si además el rival de siempre, el de los aficionados que ayer en las redes felicitaban al Oviedo pese a la rivalidad, ascendiera, se duplicarían en Asturias "la emoción, el sueño y la pasión" que buena falta hace en tiempos de tribulación.
Los griegos antiguos, a quienes tanto debemos, daban a los vencedores, héroes deificados, en los muchos juegos que organizaban una corona de laurel y les escribían un poema. Píndaro, hace 2.500 años, poetizaba sobre el triunfo en el deporte:
"¡Seres de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no es? ¡Sueño de una sombra es el hombre! Pero si llega la gloria, regalo de los dioses, hay luz brillante entre los hombres y amable existencia".
Rafael Alberti en 1928, tal vez rememorando a Píndaro, le dedicó a un portero húngaro azulgrana una "Oda a Platko". Sin enfadar al gran Alberti, entresacamos:
"Fue la vuelta del viento. / La vuelta al corazón de la esperanza. / Fue tu vuelta. Azul heroico… / Y el aire tuvo piernas, tronco, brazos, cabeza. / Nadie, nadie se olvida, no, nadie, nadie, nadie".
[Sirva esto como felicitación de una no futbolera a mis amigos que lo son, especialmente a mi amiga Rosa Tuya, jugadora, entrenadora y oviedista "de pro"; y a mis vecinos de la ciudad en la que vivo y que vivo desde hace casi 40 años] n
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