Opinión

Pablo naves

Gracias a los que nunca se rindieron

Sobre el pasado y el presente del Oviedo

Durante más de dos décadas, al Real Oviedo le tocó vivir en la cara más dura del fútbol. En 2003 descendimos por segunda vez consecutiva, arrastrados por la ruina institucional, sin red, sin apoyo, sin más futuro que el que quisieran sostener unos pocos fieles. Llegamos a Tercera División, y allí abajo, donde apenas hay focos, empezó la historia más increíble que puede contar un club de fútbol: la de su propia supervivencia.

Este ascenso no lo ha logrado solo una plantilla. Lo han conseguido quienes decidieron quedarse cuando todo invitaba a marcharse. Lo han conseguido los que empujaron en silencio desde la grada, los que pusieron dinero en 2012 cuando nadie más lo hacía, los que creyeron en algo que no se veía. Lo ha logrado una afición que convirtió el amor al Oviedo en una forma de resistencia.

Gracias a los que bajasteis al barro con el escudo en el pecho, a los que viajasteis a Gijón… pero para jugar contra el Industrial. A los que seguisteis animando en campos con porterías oxidadas y gradas de hormigón. A los que hicisteis del Tartiere un lugar de memoria, incluso cuando apenas se llenaban un par de sectores. A quienes no buscasteis excusas, solo razones para volver. Y volvisteis.

Gracias a esa fidelidad imbatible, hoy una generación entera ha podido ver al Real Oviedo ascender a Primera. Jóvenes que crecieron escuchando historias de Carlos, de Dubovsky, de Gorriarán, de Jokanovic, sin haberlos visto jamás. Que aprendieron que animar también era esperar. Que entendieron que al Oviedo se le ama sobre todo cuando duele.

Hoy, después de 24 años, esa espera ha terminado. Hemos vuelto. No por casualidad ni por capricho del destino. Hemos vuelto porque durante todo este tiempo hubo miles de personas que se negaron a rendirse. Porque cuando el club más lo necesitaba, ahí estuvisteis. Sosteniéndolo. Empujándolo. Amándolo.

Este ascenso no borra el pasado. Le da sentido. Cada lágrima, cada euro invertido, cada viaje interminable, cada decepción... Todo eso nos trajo hasta aquí. Porque resistir no fue solo un acto de fe. Fue una forma de construir el futuro.

Gracias por no rendiros. Gracias por enseñarnos que nunca llueve eternamente. Y gracias por demostrarnos que, al final, siempre escampa.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents