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Opinión | EN TERRITORIO COMANCHE

La opinión sobre el nuevo entrenador del Sporting y el Oviedo: Borja Jiménez y el hambre atrasada

Borja Jiménez, a la derecha, junto a sus ayudantes y jefe de prensa, a su llegada a Mareo para convertirse en el nuevo entrenador del Sporting de Gijón.

Borja Jiménez, a la derecha, junto a sus ayudantes y jefe de prensa, a su llegada a Mareo para convertirse en el nuevo entrenador del Sporting de Gijón. / Ángel González / LNE

El "chico ascenso" ya ha desembarcado en la orilla rojiblanca del Potomac. Borja Jiménez, de los Jiménez de toda la vida, será entrenador del Sporting de Gijón esta temporada y más allá siempre y cuando le acompañen los resultados. Los que saben de esto dicen que el técnico de Ávila, la tierra de la trucha frita y las patatas revolconas, es una versión modernizada de Asier Garitano, elevado ya a la galería de los horrores rojiblanca.

Aunque también cuentan que sabe adaptarse a los mimbres que le dan los presidentes y directores deportivos de turno. Luego están las estadísticas, y estas señalan eso de que sus equipos juegan en bloque bajo y tal y tal, lo que no es sinónimo de ausencia de goles si tenemos en cuenta lo sucedido con Garitano, al que tachaban de amarrategui: su equipo marcaba, pero recibía por arriba y por abajo.

Ahora, una vez que Jiménez sea presentado y tal y tal, le tocará comenzar a testar a la plantilla que han puesto bajo su mando para tratar de atajar la crisis, la sangría de derrotas. Tendrá que hacerlo ante el Racing de Santander, que entrena un viejo conocido como JAL, que cada vez que pisa El Molinón se la lía a sus ex.

Desde la campaña 2022-23, los rojiblancos se han medido con la otra parte del pacto de Llanes en siete ocasiones (partido de Copa incluido), con un balance desolador: un empate y seis derrotas. La última vez que el Sporting ganó a los cántabros todavía jugaba en el equipo rojiblanco un tal Carmona y en la acera de enfrente andaba David Barral.

A la espera de la reacción de El Molinón con la plantilla y con Orlegi

Así que la estadística no está del lado de los gijoneses, que tendrán que aferrarse a la chispa e inyección de energía que suele traer consigo el cambio de inquilino en el banquillo. La familia orlegiana rezará y cruzará los dedos para que así sea. Queda la incógnita de cómo se portará la grada con los muchachos del verde y del palco.

Mientras, en la orilla azul del río que atraviesa Washington son días de reflexión, descanso y reabastecimiento aprovechando el parón de selecciones. Días en los que los azules pueden presumir de ser uno de los campos de Primera con mejor entrada en lo que va de Liga. Había mucha hambre atrasada de fútbol en lo más alto y se nota, ¿oyisti, güey?

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