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“Comisión de los 8”: “Para cimentar la autonomía partimos de convicciones comunes y renuncias compartidas”

Bernardo Fernández critica al secesionismo: “Una comunidad no puede constituirse frente al Estado; menos aún contribuir a fragmentarlo”

Bernardo Fernández pronuncia su discurso en presencia de los restantes miembros de la “Comisión de los 8” (o de sus familiares). | Luisma Murias

“De origen y creencias diversas, todos compartíamos la idea de que, para cimentar la autonomía de Asturias y elaborar su norma institucional básica, había que partir de convicciones comunes y de renuncias compartidas”. Así sintetizó ayer Bernardo Fernández la clave de que la elaboración del Estatuto de Autonomía del Principado llegara a buen puerto en diciembre de 1981.

El que fuera vicepresidente del Gobierno de Asturias se encargó de expresar el agradecimiento de la denominada “Comisión de los 8” a la concesión de la Medalla de Oro de Asturias. Una distinción que “recompensa una labor colectiva, una obra que excede con mucho de nuestro trabajo”, toda vez que “en el Estatuto hay muchas más manos y conocimientos que los nuestros”.

Fernández dio lectura a un texto consensuado con los otros miembros del grupo de políticos y juristas que elaboraron la norma que vertebra la identidad institucional del Principado. Tres de ellos ya han fallecido: Ignacio de Otto, José Manuel Riesco y Juan Luis de la Vallina; otro, Francisco Sosa Wagner, no pudo asistir al acto. Los cuatro estuvieron representados por familiares. En su intervención, Bernardo Fernández incluyó una crítica a las corrientes secesionistas: “Una comunidad autónoma no puede constituirse frente al Estado, menos aún contribuir a debilitarlo o fragmentarlo. Compartir esta idea no es tarea difícil en nuestra ‘patria querida’, pues no cabe concebir Asturias si se niega la nación española”. El jurista también deslizó un dato: en aquella “Comisión de los 8 “no había mujeres”. Y agregó: “También en esto los años han hecho, en este caso por fortuna, su oficio”.

Un trabajo de muchas manos y saberes

Bernardo Fernández

Exvicepresidente del Principado y portavoz de la “Comisión de los 8”

El Estatuto de Autonomía de Asturias cumplirá en diciembre el cuadragésimo aniversario de su aprobación y promulgación. Quienes en 1979 tuvimos el honor de aceptar la encomienda de redactar un primer proyecto de Estatuto, nos vemos hoy recompensados con la más alta distinción que otorga el Principado de Asturias, la medalla de Asturias en su categoría de oro. La recibimos agradecidos. 

Como el tiempo hace su oficio con su discurrir irremediable, tres de los integrantes de aquella Comisión no están ya entre nosotros. Estamos seguros de que expresarían idéntico agradecimiento, cada uno a su modo: José Manuel Riesco, con humildad, quedamente, bordeando el silencio; Juan Luis de la Vallina, con discreción y elegancia de espíritu; Ignacio de Otto, con fina y penetrante inteligencia y sin poder acaso eludir una leve ironía. 

Quizás deberíamos poner aquí fin a nuestras palabras, pues no hay agradecimiento gustoso ni sentido si es largo o excesivo. Nos permitirán, no obstante, añadir unos recuerdos y unas breves reflexiones.

La medalla de Asturias -lo enuncia la Ley que la crea- “premia los méritos verdaderamente singulares que concurran en personas e instituciones”. En nuestro caso no la recibimos a título individual, la medalla reconoce el quehacer de una Comisión y con ello, creemos, se recompensa una labor colectiva, una obra que excede con mucho de nuestro trabajo. Si en el hoy hay muchos ayeres, en el Estatuto hay muchas más manos y conocimientos que los nuestros. Aquella Comisión de los 8 era una delegación de la Comisión de los 24, y su trabajo se perfeccionó entre enero y abril de 1980 en la Asamblea de Parlamentarios y Diputados provinciales y se culminó en las Cortes Generales, en el Congreso de los Diputados y en el Senado, en diciembre de 1981. ¿Cómo no recordar en esta tarea coral a Rafael Fernández, a Enrique López, a Horacio Fernández Inguanzo, a Luis Gómez Llorente, a Fernando Morán, a Emilio García Pumarino, a Pedro de Silva y a tantos otros? 

En la forja de las instituciones políticas, a diferencia de lo que sucede en las ciencias, en las artes y en las letras, no suele haber, aunque a veces tengamos esa impresión, genios individuales; incluso si excepcionalmente surgen, lo hacen siempre en el seno de una matriz colectiva, social, que a todos nos conforma. 

Recibimos agradecidos esta medalla como miembros de aquella Comisión. Una Comisión ideológicamente plural y en la que había -en un rasgo propio de nuestra tierra- asturianos de Asturias y asturianos de Medina del Campo, de A Estrada, de Lugo y de Alhucemas. Una Comisión, es cierto, pero a veces lleva su tiempo percibir lo evidente, en la que no había mujeres. También en esto los años han hecho, en este caso por fortuna, su oficio. 

De origen y creencias diversas, todos compartíamos, sin embargo, la idea de que para cimentar la autonomía de Asturias y elaborar su Estatuto, su norma institucional básica, había que partir de convicciones comunes y de renuncias compartidas. Entre las convicciones comunes, una era fundamental: una Comunidad Autónoma no puede constituirse frente al Estado, menos aún contribuir a debilitarlo o fragmentarlo. Compartir esta idea no es tarea difícil en nuestra “patria querida”, pues no cabe concebir Asturias si se niega la Nación española.

Han pasado cuatro décadas. En el marco del Estatuto de Autonomía se ha legislado y ejecutado la acción de gobierno en Asturias. Gobernar es, etimológicamente, pilotar una nave. Hoy se nos distingue como juristas por haber contribuido a redactar la carta de navegación. Pero no olvidemos nunca que, como dijo Cervantes en su última obra, esa en la que se despide del lector en el prólogo: “En el arte de la marinería más sabe el más simple marinero que el mayor letrado del mundo”. 

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