Eliana Revollo enfermó de coronavirus hace unos meses. Estuvo muy mal, al borde de la muerte. Su marido, Edmundo Bidangos, hizo entonces una solemne promesa: si se curaba visitaría a la Virgen de Covadonga. Eligió a la Santina porque, según asegura, se parece “mucho” a la Virgen de Urkupiña, que se venera en su tierra, cerca de Cochabamba, en Bolivia. Dicho y hecho: sana la mujer, decidieron viajar a Covadonga desde Barcelona, donde residen. Y acordaron hacerlo en el Día de Covadonga, ayer. Lo hicieron junto a su hija, Ainara, y a la abuela materna de esta, Berta Anzaldo. Quedaron sorprendidos por la belleza del lugar. “Es precioso, está todo muy bien conservado. La gruta es hermosa, y la iglesia, impecable. Estamos encantados de haber venido”, señaló Bidangos. Llevaban dos ramos de flores para ofrecérselas a la Santina.
Quizá la persona más joven que acudió ayer a Covadonga fue Julia Mota Griera. Tiene dos meses y medio. Sus padres, Félix y Elisabet, ya conocían Covadonga, pero los abuelos, Ruperto y Anunciación, no. Quisieron enseñarles el lugar, del que destacaron “la belleza del entorno, la cultura, las gaitas... es todo impresionante. Mereció la pena”, señaló Félix Mota. La abuela lo ratificó: “Es muy bonito. La naturaleza es impresionante. Me encanta”.
Los gijoneses María Bragado y Daniel Fermoselle no quisieron perderse la celebración en honor de la Santina. Así que cogieron a sus tres hijos –Adriana, de ocho años, Alejandra, de seis, y Samuel, de tres– y se plantaron en Covadonga. Ya habían visitado el santuario muchas veces, pero nunca un 8 de septiembre, por miedo a la masificación. Les hacía ilusión hacerlo y aseguran que mereció la pena. Siempre habían visto la misa del 8 de septiembre por la televisión y ayer, por fin, pudieron hacerlo en el santuario, desde la explanada de la basílica.
Otra familia: la mierense Sara Fernández y el berciano Javier Domingos se acercaron a Covadonga desde Ponferrada, donde residen, con su perra “Tuercas”, una schnauzer ya mayor que pronto cumplirá 13 años, sobre una silla de bebé. Ella había visitado a la Santina hacía más de diez años, y él acudía el lugar por primera vez. “Esto es espectacular, tal cual ella me lo había descrito”, señaló Domingos. “Esto es naturaleza en estado puro”, añadió Fernández.
João Otavio, brasileño de Sao Paulo de 24 años, lleva en España desde los 20. Pertenece al seminario Redemptoris Mater, vive en Meres y está en misión en Asturias. Antes se formó en filosofía en Brasil y es su último año como seminarista. “Covadonga es un sitio encantador, propicio para encontrarse con Dios a través de la belleza, incluso los no creyentes”, indicó. “Aunque vengas como turista, la naturaleza, el canto... te deja impactado. No vuelves igual, vuelves marcado, con una huella”, manifestó. El 8 de septiembre es “un día especial, de gozo tremendo, porque se celebra la natividad de la Virgen de forma solemne. Vivirlo junto al Arzobispo, en un sitio tan especial, rodeado de belleza natural es impagable, un regalazo de Dios”, añadió.
El gijonés Antonio María Blanco es uno de los “Heraldos del Evangelio” o “Caballeros de la Virgen”, una congregación católica aprobada en 2001 por Juan Pablo II, cuyo apostolado está centrado en la Virgen, el Evangelio y el amor al Papado. Forma parte de la orden terciaria, que integra a los laicos de vida no comunitaria. Portaba el traje de la orden y distintivos como la insignia, que incluye a la Virgen de Fátima, la Custodia y las llaves del Pontífice. Blanco vivió la jornada de ayer con la “esperanza” de una nueva “reconquista” que “solucione las cosas en España” a través de la fe.
Fernando Álvarez lleva ya 38 años como organista en Covadonga, y aunque cada 8 de septiembre todo parece igual, en realidad es diferente. “Aunque la base sea la misma, variamos el repertorio, en función de cómo esté el coro y de cuestiones técnicas. Cada año es distinto, un empezar”, señala. Vive en Covadonga y vive el Día de la Santina como una jornada “especial”, con “mucha ilusión y emoción”. Se alegró de que ayer el santuario estuviera muy concurrido: “Hay mucha gente con ganas de venir a ver a la Santina”.
Tras la misa hubo sesión de fotos con el presidente Adrián Barbón. Posó pacientemente para decenas de asistentes.
