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Pelayo merecía mejor recordatorio

Los expertos consideran que los fastos por el 1.300º aniversario de la batalla de Covadonga, cuestionada por alguno de ellos, han pasado desapercibidos por culpa de la "apatía" de las administraciones públicas

La batalla de Covadonga cumple 1.300 años, pero este aniversario redondo está pasando desapercibido por la escasamente disimulada apatía de las administraciones públicas, que no coincide con el creciente interés de la ciudadanía por este hecho fundacional para la hispanidad, y que se traduce en una actividad editorial nada desdeñable y un deseo de ahondar en un hito esencial para Asturias, España y también Europa, ya que marcó el inicio de la resistencia al avance islámico hacia el continente. Cuatro expertos analizan para LA NUEVA ESPAÑA un fenómeno sobre el que aún no hay un consenso académico consolidado, comenzando por la propia existencia de la batalla, que se pone en duda por algunos estudiosos.

Es el caso del medievalista de la Universidad de Zaragoza José Luis Corral Lafuente, quien está preparando un libro sobre Covadonga en el que pone en duda el mismo fundamento de la contienda. Para Corral, no hay duda de que el enfrentamiento "no existió". "Se recoge en las Crónicas de Oviedo de finales del siglo IX, y se trata de un mito fundacional para dar legitimidad a Alfonso III", indica. Los gobiernos de izquierda, añade, tanto el central como las autonomías, "no quieren rememorar episodios de nuestra historia, pero los historiadores estamos para recuperar la memoria". El mito de Covadonga se construye a través de textos bíblicos (por ejemplo, las cifras de la batalla en las crónicas están copiadas del Libro de los Macabeos), obra de eclesiásticos, quienes hasta la Baja Edad Media eran quienes se encargaban de elaborar las crónicas. Corral pone en duda incluso la repoblación del desierto estratégico del Duero. A su entender "no hubo tal vacío, sino que hubo una conquista pura y dura de las poblaciones que había en esa franja". Del mismo modo pone en duda el término "Reconquista", que nunca se utilizó en la Edad Media y que aparece a mediados del siglo XIX, para legitimar la conquista de la Península por los reinos cristianos. Lo que no quita que haya habido una "guerra santa" en el siglo XI que derivó en el fenómeno de las Cruzadas.

El historiador Andrés Martínez Vega, cronista oficial de Piloña y subdirector del RIDEA, que ha organizado un ciclo de conferencias con motivo de este 1.300º aniversario, también tiene la sensación de que se podrían haber hecho mucho más a nivel institucional, y que el Ministerio de Cultura tendría que haberse involucrado. Ha habido actos, como los conciertos de la OSPA en el Oriente, pero quizá ha fallado la difusión en los medios. Los actos empezaron el pasado mayo y finalizan este diciembre, con una conferencia en Oviedo a cargo del teniente coronel Francisco Jiménez Moyano, del Cisde. Martínez Vega considera que no hay duda de la existencia de la batalla de Covadonga, a la luz de las "pruebas escritas". "Las crónicas nos hablan de un rechazo, de una reacción frente a un grupo más o menos grande de enemigos", indica. Y rechaza las tesis negacionistas: "Tendemos a mitificarlo todo, y ponemos en tela de juicio un hecho que forma parte de nuestra identidad. Lo más ‘progre’ es decir que no existió Covadonga ni Pelayo". Para el historiador, "no hay duda de que algo hubo". Y añade que "la historia es la historia, América ya se descubrió", para negar las nuevas teorías que ponen en duda la existencia de la batalla.

El mito de Covadonga se construye a partir de textos bíblicos

José Luis Corral - Medievalista

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Para Martínez Vega, "Pelayo fue un noble astur con grandes propiedades en el Oriente, que acaudilló un grupo de gente que se enfrentó a un pequeño grupo de musulmanes". La batalla, añade, "fue más bien una pequeña escaramuza". La batalla es "fundamental para nuestra identidad, cambia la historia de Asturias y España, y también la de Europa", un hecho del que "deberíamos estar orgullosos". Y niega que pueda dársele a este hecho un sentido de "reencuentro de las civilizaciones", como llegó a plantearse inicialmente el Gobierno regional.

El arqueólogo avilesino César García de Castro Valdés, que ha escrito sobre la batalla, también admite que este centenario "está pasando desapercibido". Y no es extraño porque "se trata de un fenómeno controvertido, aún en 2022". Para unos, asegura, "es molesto", para otros, "fundamental y decisivo". Por tanto, no debe extrañar que algunos traten de ponerle "sordina". García de Castro es uno de los historiadores que no duda de la historicidad de Covadonga. "La mayoría de la población no sabe mucho de Covadonga, pero es una referencia en el tiempo, lejano, pero fundacional, por educación, por religiosidad, por el escenario natural, por lo que supone para el turismo… Para eso no es necesario un refrendo histórico", cree. Pero, en cualquier caso, la existencia de la batalla "está atestiguada por las fuentes históricas, tanto las crónicas en latín como las árabes de la corte de los Omeyas del siglo X, que se basan en fuentes cristianas". García de Castro pone el acento en éstas. "No niegan en absoluto la batalla, corroboran las crónicas cristianas, son informaciones que proceden de los colonizadores. Se dice en ellas que se dejó vivir a Pelayo y los suyos, ‘para nuestra desgracia’, como queriendo decir que, de aquellos polvos vienen los actuales lodos de unos reinos cristianos enfrentados en una guerra sin cuartel a los musulmanes. Describen a Pelayo como un ‘asno’ y un ‘salvaje’. Se trata de tradiciones recuperadas sobre un mismo suceso que se preocuparon de armonizar", indica.

Lo más "progre" es decir que no existió ni Covadonga ni Pelayo

Andrés Martínez Vega - Historiador

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En las crónicas cristianas, "el relato de Covadonga está interpolado, procede de un texto anterior" y trata de fundamentar el derecho de Alfonso III al trono. Para García de Castro, "que hubo una batalla es indudable, hubo un enfrentamiento militar en el que los cristianos derrotaron a los árabes. En las crónicas árabes dicen que les dejaron estar, lo que supone una confesión de que no pudieron con ellos". Se trata, añade, de un discurso propagandista por ambas partes, de partes de guerra, que "son siempre falsos". El arqueólogo rechaza las cifras de las crónicas, que hablan de 187.000 musulmanes. "Esas cifras está copiadas del libro de los Macabeos y de la guerra con Antíoco IV Epífanes, y tratan de dar a entender que los asturianos son el nuevo pueblo elegido", indica.

Para el arqueólogo, no es cierto que Covadonga esté este año en el ostracismo. Todo lo contrario. "Hay un auge de publicaciones literarias notable: novelas, relatos, cómics… Lo que indica que hay un interés considerable, hay un mercado. Casi todas las revistas de divulgación han dedicado capítulos a Pelayo y Covadonga, ha habido programas de radio y televisión". Otra cosa es que "el conocimiento por parte de la población y los jóvenes sea nulo. La Edad Media tiene poco recorrido en el currículo escolar, y en el bachillerato se dan algunas pinceladas, de forma que es difícil que les quede algo. Si a eso unimos que hay 17 proyectos educativos y que hay comunidades muy reluctantes al fenómeno de Covadonga, concluimos que es difícil que tenga una verdadera proyección nacional", añade.

Covadonga es una referencia en el tiempo, lejano pero fundacional

César García de Castro - Arqueólogo

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El teniente coronel Francisco Jiménez Moyano, docente del Cisde, y que llegó a Covadonga a través de su interés por la el ejército de Roma y el yacimiento de La Carisa, donde se descubrieron, aparte de restos de un campamento romano, lo que queda de una muralla defensiva gótica del siglo VII-VIII, también cree que se está "pasando de puntillas" sobre los 1.300 años de la batalla, por cuestiones políticas, y eso que en 2018 hubo más actos, ya que hay discrepancias sobre si la batalla ocurrió en 718 o 722. Este militar en la reserva indica que no hay duda de la batalla, recogida en las crónicas del egipcio Rachid, que "se pone a compilar las tradiciones orales de descendientes de los participantes de la invasión".

Jiménez indica que "la fecha de 722 tiene peso por las posibles motivaciones de la rebelión de Asturias". Ésta se habría producido por la doble imposición que llevó a cabo el valí Abbas, cuya historicidad ha demostrado el profesor Maíllo, de la Universidad de Salamanca. La tesis de Jiménez Moyano es que los restos del gobierno visigótico tras la derrota de Guadalete se refugiaron en Asturias, tal como dice la crónica de Alfonso III, momento en que construyeron una gran fortificación en La Carisa, cerrando el paso a Asturias a través de dos vías romanas. Se trataba de tropas profesionales, entre las que se contaría Pelayo, espatario de la corte de Toledo, con tierras en la zona de Liébana (Cantabria). Esto habría ocurrido en 718, año en el que llegaron a un pacto con los musulmanes, por el cual derribaron las murallas, sobre almacenes de piedras de entre 300 y 500 gramos, que eran municiones para fustíbulos, nombre que se debe a las hondas a las que se adherían palos para darles mayor alcance. A cambio de cierta autonomía, deberían pagar un tributo.

La victoria supuso el inicio de una rebelión contra el poder islámico

Francisco Jiménez - Teniente coronel

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Jiménez sostiene que, al doblarse el impuesto, los asturianos se habrían rebelado, poniendo a Pelayo al frente de las tropas. Los musulmanes enviaron un ejército a Asturias a cobrar el impuesto. Jiménez Moyano, teniendo en cuenta las limitaciones logísticas de la época y la organización militar de los invasores, calcula que al Principado llegaron unos 3.000 jinetes, o menos. Enfrente tenían unos 300 asturianos al frente de Pelayo, una cifra que dan las propias crónicas árabes. Pelayo, rey electo, se habría refugiado en la cueva de Covadonga, un estrecho pasillo donde los musulmanes no podían maniobrar, indica el teniente coronel. Para este experto, hubo una batalla con varios combates, uno de ellos en el lugar que se conoce como La Huesera, una hondonada por encima de Cueva Santa, y que forma parte del periplo que hizo en su día Claudio Sánchez Albornoz a lomos de un mulo. Los musulmanes, desorganizados y perseguidos por los astures, habrían tratado de huir hacia el sur, hacia lo que hoy es Posada de Valdeón, pero la resistencia les habría obligado a dar la vuelta y a cruzar las montañas hacia los valles cántabros. Pelayo –Balayu, para los musulmanes– se habría refugiado en la cueva con treinta hombres y diez mujeres, alimentándose de miel y agua. El teniente coronel Jiménez da pábulo incluso al argayo al que hacen referencia las crónicas. Se demuestra de esta forma la "habilidad táctica de Pelayo" de llevar el combate a un lugar sin espacio, un pasillo donde los musulmanes no tenían capacidad de maniobra, una especie de Termópilas, donde los árabes, como los persas, encontraron la muerte.

Jiménez explica la rápida invasión musulmana por el hecho de que la península se había despoblado por las hambrunas y las pestes (incluso podría ser la bubónica, ya que se alude al "morbo inguinal"), así como por la guerra civil entre los witizianos y Rodrigo, el duque de la Bética. No era la primera vez que los visigodos reclamaban el apoyo exterior: Suintila fue derrocado por los francos llamados a la península. Para el teniente coronel tiene una importancia capital: "Fue importante para Asturias, España y Europa: el principio de una rebelión contra el poder islámico". Habría impedido que "llevásemos turbante y rezásemos a la Meca".

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