Oviedo, J. L. SALINAS

A los quince días de llegar a Asturias, el ecuatoriano Daniel Bolívar Lara comenzó a trabajar en una obra. Corría el año 2002, y ponía pie por primera vez en la región a la búsqueda de una mejoría en su situación económica. Sus hermanos llevaban ya varios años trabajando en el Principado y fueron los que le consiguieron su primer trabajo. Una nueva vida estaba a las puertas: España, aunque Asturias lo fuera en menor medida, se había convertido en el reino del ladrillo, había trabajo y crecía a ritmos superiores a la media europea. Pero todo se termina. Daniel Bolívar se ha convertido en una de las víctimas de este proceso de ralentización económica que ya se está trasladando al empleo y, en especial, al sector de la construcción. Hace apenas un mes pasó a engrosar las listas de desempleo de la región.

Desde que llegó a Asturias, este ecuatoriano no ha tenido demasiada suerte con sus trabajos. La primera empresa en la que consiguió empleo quebró. «Estuve tres meses sin cobrar y otros siete en las lista del paro hasta que encontré un nuevo trabajo», afirma. En su último puesto, su compañía abandonó el proyecto en el que estaba inmersa debido a que no podía hacer frente a los costes y dejó a la mayoría de los empleados en las listas del Servicio Público de Empleo de la región. Durante los últimos meses a Daniel Bolívar Lara se le ha pasado muchas veces por la cabeza tirar la toalla y volver a su país, pero su mujer, natural de Colombia, no quiere volver a Sudamérica «más que de visita», según reconoce Lara. Están dispuestos a resistir en España, una tierra prometida que ya no lo parece tanto.

«Estoy poniendo todos los medios para encontrar un nuevo empleo en la construcción. Yo no quiero cobrar el paro, quiero trabajar», asegura Lara. Durante estos días recorre las obras preguntando a los empresarios si tienen un puesto de trabajo para él. Pero la situación ya no es como hace unos años. Las cosas se están poniendo difíciles, y no sólo en Asturias. «Tengo amigos que han estado trabajando en Madrid, Valencia o Irlanda, también en la construcción, y que se han quedado en el paro», comenta.

Una de sus principales preocupaciones ahora, además de la de encontrar empleo, es la de conseguir pagar su hipoteca. Hace cuatro años compró un piso en Oviedo. Su situación personal era muy diferente a la de ahora. «No estaba tan complicado comprar una vivienda y, además, tenía un contrato indefinido, lo que facilitó las cosas. Por ese lado, tuve suerte». Presume de lo que ha conseguido: «Lo he reformado yo mismo de arriba a bajo».

Y si el ladrillo se enfría, el precio de los combustibles sigue muy caliente. Los transportistas están que echan chispas. Ayer mismo, la asociación de autónomos UITA acordó convocar un paro indefinido para el próximo día 2 de junio y así forzar un incremento de las tarifas que les permitan compensar el incremento de costes que están sufriendo, entre otros, profesionales como Juan José Pedregal.

Lleva media vida en el camión. «Lo que más me gusta es la carretera y por eso sigo en esto», afirma Pedregal. Sabe que el sector del transporte no atraviesa por sus mejores momentos. El continuado incremento del precio del gasóleo ha puesto contra las cuerdas a muchos profesionales. Pedregal asegura que en los últimos meses se ha notado un importante descenso de actividad. Los profesionales lo achacan a que uno de sus principales clientes, la construcción, también ha experimentado un importante bajón. A Pedregal no le toca demasiado este fenómeno, ya que suele llevar el camión cargado de productos lácteos.

Aún así, a este camionero asturiano no le salen las cuentas: «Deberíamos estar cobrando de media 1,5 euros por kilómetro recorrido y, en cambio, estamos por debajo del euro». Aunque argumenta que la solución para conseguir salir de esta situación no es sencilla, considera que sí se pueden tomar medidas efectivas. «El Ministerio de Fomento debería establecer unas tarifas mínimas para evitar que estemos trabajando por debajo de los costes, ya que por ley pueden hacerlo», asegura.

Pedregal sigue muy de cerca la evolución de los precios del crudo, que en los últimos meses anda disparado. «Atendiendo a los datos de cómo estaba el precio del gasóleo en noviembre, sobre 79 céntimos, y el actual, sobre 1,3 euros, deberíamos haber realizado una subida del 60 por ciento, pero eso es imposible, no puedes llegar al cargador o a la distribuidora y presentarle un incremento así», afirma.

Otro de los problemas que destaca es la competencia entre los propios trabajadores del sector, que en ocasiones trabajan muy por debajo de sus costes. E insiste: «Hay que aplicar unos precios mínimos, como ya se está haciendo en varios países de Europa, como Francia, donde comenzó a funcionar hace un mes. Nosotros no podemos quedarnos atrás».

Y si unos sufren con la subida del gasóleo, otros tiemblan cada vez que echan un vistazo a la evolución del euribor. Es el caso de Iris García, que trabaja en una confitería mierense como dependienta.

Hace un par de años contrató una hipoteca junto con su novio, llegaba el momento de independizarse. Con lo que no contaba la joven era con que el euribor, el tipo de interés al que se conceden la mayoría de los préstamos hipotecarios del país, fuera a dibujar una curva tan alcista. En su caso su préstamo ha subido en los último años en 70 euros, aunque aún paga una cuota baja, aproximadamente 250 euros, según afirma.

Ella, que está en el ramo de la alimentación, sabe bien cómo va la inflación. «Está subiendo todo, sobre todo los productos más básicos de la cesta de la compra».

Durante el pasado mes de abril, los precios crecieron en Asturias un 4,3 por ciento en la comparativa interanual. Algunos productos básicos en la cesta de la compra, como la leche o la carne, son los que mayores subidas están experimentando. Ante esta situación la solución que da Iris García es la de «prescindir de algunos lujos y de gastos adicionales».

García reconoce que cada vez se hace más difícil hacer que cuadren las cuentas en casa, sobre todo por culpa de la hipoteca, que no para de subir. «Te tienes que enterar por los periódicos o las noticias lo que sube el euribor, aunque hay gente que está peor, ya que tienen unas hipotecas más grandes que la mía», se consuela. El tipo de interés alcanzó esta semana una de sus cotas más altas, superando la barrera psicológica del 5 por ciento. «En el caso de la comida siempre puedes comprar marcas que sean más baratas, pero la hipoteca no se puede rebajar», señala.

¿Y cómo se ve el cambio de panorama económico desde la óptica de los pequeños empresarios? «La crisis, más que notarse, se escucha y se oye hablar de ella. Hay veces que hay noticias tan pesimistas que no hay quien lo aguante». Ése es el análisis que realiza el empresario gijonés Arturo González, responsable de la compañía Cartonera Asturiana. A pesar de todo, afirma que habrá que mantenerse vigilantes: «Los empresarios tenemos que ser un poco escépticos y esperar a ver cómo van viniendo las cosas, ya que los datos no parecen buenos».

De momento, el parón que según los datos macroeconómicos están sufriendo las pequeñas y medianas compañías no ha llegado hasta la que dirige este empresario gijonés. «Los primeros meses del año lo hemos salvado bien, por ahora no estamos notando que se esté produciendo una caída en los pedidos», indica. Su única queja pasa por la carestía del suelo industrial de la región, una de las demandas recurrentes que ya han expresado distintos dirigentes empresariales asturianos antes de que comenzara a fraguarse el nuevo escenario de cambio de ciclo económico. De hecho, González sufrió la falta de suelo en primera persona, ya que durante el pasado año realizó una ampliación de sus instalaciones en Gijón. «La carestía de parcelas nos impide que podamos destinar el suelo a otra clase de inversiones», afirma.

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