Oviedo, Javier CUARTAS

Los dramáticos dieciséis minutos de desplome de la Bolsa de Nueva York a una hora del cierre de la sesión del jueves, con una repentina caída del 9,19% en el índice Dow Jones, pudo deberse a la acción de un operador, según la tesis más extendida y que ahora se investiga. En apenas un cuarto de hora el pánico recorrió los mercados globales, atentos a las pantallas de Wall Street.

Pero este fatídico lapsus pudo verse favorecido, según alguna versión, con bulos que apuntaban a una supuesta falta de liquidez en el Viejo Continente, lo que habría obligado, según tales intoxicaciones, a un cierre anticipado de los mercados europeos aquella misma tarde.

Esta mezcla explosiva, en un entorno altamente inflamable (miedo al contagio de la crisis griega y cuatro días consecutivos de caídas bursátiles en diversos países, en una semana negra para los parqués) propició el repentino derrumbe del mercado, en el mayor desplome de Wall Street desde 1987.

La explicación que toma fuerza señala a un operador que, en vez de teclear la letra «m» de millones para cursar una orden de venta, habría escrito la «b» de «billions» (mil millones en inglés). De este modo la venta, que debiera haber sido por un importe de 16 millones de dólares, se cursó por 16.000 millones. Se cree que pudo ser un error, pero no se ha identificado al «broker» y las autoridades no descartan que haya existido intencionalidad.

Una desinversión tan brusca y voluminosa generó dos efectos. Uno fue sembrar el pánico, en un clima tan propicio al miedo como el actual, por lo que otros «brokers» se precipitaron a soltar lastre para ponerse a cubierto del derrumbe. Pero además la caída consiguiente de los índices propició un efecto cascada. Los sistemas informáticos detectaron el desplome y activaron las alertas preestablecidas por los inversores para deshacer sus posiciones cuando las cotizaciones alcanzan el límite (suelo) que previamente hayan predeterminado para evitar verse atrapados en espirales bajistas. Estas órdenes de venta programada (los «stop loss») amplificaron el efecto porque cursaron la salida adicional de títulos a la venta a medida que los índices caían. Por añadidura, falló el mecanismo que suspende la cotización cuando se detecta una gran volatilidad extraordinaria.

Hasta que se determinó el origen del seísmo habían pasado sólo 16 minutos de vértigo pero el mercado se había derrumbado 800 puntos.