Conviene reflexionar, más allá del debate en torno las cifras, sobre el significado de un proyecto -ya casi una realidad- de la envergadura, complejidad y trascendencia, para el futuro de nuestros servicios sanitarios, del nuevo Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Hemos recorrido un largo camino para llegar hasta aquí. Vamos a colmar ahora una aspiración de más de veinte años desde que comenzó a plantearse la necesidad de modernizar el principal equipamiento sanitario de la región. Partíamos de un hospital antiguo, un conglomerado laberíntico, heterogéneo y costoso de edificios cada vez menos adecuado para la atención médica moderna. Esto resulta evidente para cualquier usuario. Llegamos, por tanto, a la conclusión de que la mejor opción a largo plazo era construir un nuevo complejo. Con las transferencias sanitarias en el año 2002, Asturias tomó las riendas de un proyecto que comenzó entonces a materializarse y culminará este año con la finalización del nuevo HUCA.

El fondo de la cuestión toca uno de núcleos sensibles de lo que hoy en día diferencia políticas progresistas y políticas conservadoras, a grandes rasgos. Partamos de una premisa que, pese a parecer en España una demanda social evidente, cuenta con sus detractores, más partidarios de otros modelos semipúblicos o simplemente privados. Queremos una sanidad pública, gratuita y de calidad. Y que llegue a todos por igual. Esta es la premisa. El modelo privado aplicado a la atención sanitaria produce extraordinarias desigualdades en la calidad de la atención y en las posibilidades de accesos de los ciudadanos, discriminándolos, generalmente, en función de su renta, así sucede en otros países, que precisamente -y pese al contexto actual- intentan ahora corregir con grandes dificultades, como muestra el ejemplo norteamericano. El sistema español es, como todo, mejorable en su eficiencia y en su coste, pero es modelo con el que estamos comprometidos y que queremos mantener.

El Gobierno asturiano se apoya en esta premisa para apostar por una inversión de 296 millones de euros en un hospital de referencia para toda Asturias y que será uno de los más avanzados de España. Resulta incongruente calificar de caro un equipamiento cuyo beneficio es social, no económico. ¿Se puede imaginar cuál sería la situación si la opción hubiera sido, como algunos pretendían, la de reformar el actual hospital? Existen sin duda muchos ejemplos en España, algunos no tan lejanos, del resultado de una decisión de este tipo.

Es cierto que los recursos no son ilimitados, y el contexto de crisis llama a la moderación en el gasto, aunque de lo que se trata aquí es de apostar por una inversión prioritaria, fundamental que va a perdurar en el tiempo. ¿Alguien hubiera entendido que el proyecto se paralizara?

Cuando pusimos en marcha el proyecto, estimamos que el coste supondría 266 millones de euros. En esa cantidad fue licitado el nuevo HUCA y en consecuencia planificamos una financiación que lo garantizara. Ahora estamos hablando de un 10% por encima de aquella cifra. Las empresas que ganaron el concurso lo hicieron conforme a un presupuesto que se ha visto incrementado a medida que se han ido incorporando mejoras. Pero no nos parece serio usar el término sobrecoste, cuando el proyecto ha crecido y se ha modernizado; ya no es el mismo y eso se puede comprobar en la minuciosa documentación del proyecto. Es decir, no es que lo que diseñamos en su día nos salga más caro de lo previsto, sino que hemos decidido ampliarlo y mejorarlo. Resulta obvio que a lo largo de este largo periodo, desde el planteamiento del proyecto hasta el día de hoy, la tecnología y la propia sanidad han evolucionado. No atender a estos hechos, especialmente cuando vienen indicados por el equipo médico del HUCA, supondría inaugurar un hospital con importantes carencias para el trabajo de los profesionales y la calidad de la atención sanitaria. No pagamos más por lo mismo, sino que las mejoras que se han ido introduciendo a medida que el proyecto se iba haciendo una realidad cuestan más.

Tendremos dentro de poco, ya es visible su perfil, un hospital moderno, bien organizado, con la identificación de las circulaciones y los espacios asistenciales bien definidos y adecuadamente dimensionados y finalmente bien comunicado. En Oviedo, en el centro de Asturias, junto una de sus principales arterias de comunicación. Era una de nuestras prioridades, como parte de nuestra apuesta por la sanidad pública, y vamos a cumplirla.

Siempre hay quien pretende enturbiar esta realidad, quien razona en términos de rentabilidad electoral y no tiene en cuenta el beneficio que a largo plazo supone para la sanidad asturiana y, en definitiva, para todos los ciudadanos. Se habla gratuitamente de sobrecostes injustificados, de mala gestión, de descontrol. Acusaciones sin argumentos, que no rebaten en absoluto las cifras ni entran a la discusión del proyecto y por lo tanto nada aportan al debate. Sería bueno que se dejaran de lado en este caso las enmiendas a la totalidad. Ahora que el nuevo HUCA es una realidad tangible, sería más apropiado dar un giro al discurso crítico y que quienes se oponen sean capaces de señalar qué es lo que no les gusta y por qué. Y en especial, qué les lleva a arrojar dudas sobre un gran proyecto para Asturias. Tienen a su alcance toda la información

El nuevo HUCA es importante no sólo porque se trata de un edificio nuevo, espacioso y accesible. Lo esencial es que contribuirá también a establecer nuevas formas de trabajo, nuevos circuitos e incluso un modo diferente de entender una sanidad ágil, altamente especializada y tendente a mejorar la atención ambulatoria. Casi hemos completado una obra que culmina una vieja aspiración. Pero, sin duda, lo más importante, vendrá después, y eso estará en las buenas manos de los profesionales de la sanidad pública. Este es nuestro compromiso.