Oviedo, Luis GANCEDO

«Hemos optado por un modelo en el que la energía resulta más cara». Lo ha dicho estos días Manuel Menéndez, presidente de HC Energía, durante una intervención de directivos de empresas eléctricas en Mérida. Y los números que maneja el Gobierno indican que la cuestión energética española ha ido en la dirección que señala Menéndez: el recibo de la luz ya es para las familias españolas más caro que la media de la Unión Europea (UE); y los precios que paga la industria están entre los más altos. Puertas adentro del Ministerio de Industria, el precio de la luz se ha convertido en una preocupación severa, sobremanera porque, como se da a entender en documentos del departamento de Miguel Sebastián, la factura de la electricidad puede comprometer la competitividad de la economía nacional en un momento crítico como el actual.

El Gobierno busca caminos y apoyos políticos para poner remedio a un modelo que, a decir de los expertos, tiene respuestas favorables para algunas de las cuestiones capitales de cualquier estrategia energética (la solvencia técnica y la seguridad de suministro), que ha mejorado en una tercera (el impacto ambiental), pero que falla en otra vital: el precio. Industria asume que ocurre de ese modo en un documento que entregó a los grupos políticos el pasado abril, cuando Miguel Sebastián daba los primeros pasos en pos de un acuerdo político sobre la energía que el Gobierno metió como un enunciado más en su estrategia para armar un nuevo patrón de crecimiento económico.

En ese documento se reconoce que la evolución «excesivamente rápida» de las energías renovables en España explica en buena medida por qué los españoles y sus empresas están pagando más caro el kilovatio. Las comparación con Europa estaba, a fines de 2009, como sigue:

l Hogares. «El coste de la electricidad en España para los hogares ha pasado de situarse por debajo de la media europea a colocarse ligeramente por encima», se recoge en el texto del Ministerio. La luz es un 4,7% más cara que la media comunitaria, se añade citando datos de la oficina estadística de la UE (Eurostat). Los españoles pagan por la luz menos que holandeses, alemanes e ingleses, países donde los salarios son notablemente más altos. El precio es algo más bajo en otras naciones de menor enjundia económica (Portugal y Grecia) y, muy especialmente, en Polonia, Finlandia y Francia. Las cuentas para España no recogen los efectos de las subidas aprobadas este año y que, con la prevista para octubre y con el incremento del IVA del pasado julio, rondan el 10%.

l Industria. «El precio de la electricidad determina la competitividad de la industria española», remarca el departamento de Sebastián. Efectivamente, en ciertas actividades de la industria básica (metal, cementeras, química...), la mayoría de ellas con un peso muy relevante en la economía asturiana, los costes energéticos pueden llegar a triplicar los gastos laborales. «El coste eléctrico para la industria española se encuentra muy por encima de la media de la UE», se reconoce en el citado documento. Como promedio, el precio del kilovatio industrial es un 16,7% más caro. Y la diferencia ronda el 48% con relación a Francia, donde tres cuartas partes de la producción eléctrica (para consumo interno y para la exportación) es de origen nuclear. En España, el precio medio para consumo industrial aumentó un 77% desde 1998, cuatro veces más que en Alemania.

Tal evolución se produjo en el contexto de un proceso de liberalización y de supresión progresiva del sistema convencional de tarifas que fue ordenado por Bruselas. Sus resultados dan a entender que las nuevas reglas para propiciar una mayor competencia entre las compañías no ha frenado una escalada de los precios, sólo comparable, en el caso de la industria, con la registrada en Irlanda.

¿Por qué ha subido de ese modo el precio de la energía? El ministro Sebastián y también el presidente Zapatero han recurrido en ocasiones a explicar las dificultades del mercado eléctrico español con el lastre que supone el llamado «déficit tarifario», el desfase acumulado entre los gastos (costes) y los ingresos (lo que pagan ciudadanos y empresas) por la tarifa eléctrica. El déficit tiene origen en los primeros años del siglo, gobernando el PP, y se ha achacado, desde ámbitos políticos y técnicos, a una práctica de los gobiernos de José María Aznar de no subir la tarifa, para contener la inflación o evitar costes electorales.

Efectivamente, el déficit comenzó con el PP en el Gobierno, pero no se frenó cuando la nueva Administración socialista cambió de dirección y se marcó el objetivo de acercar el precio de la luz a lo que Gobierno y compañías eléctricas consideran el coste real. Hoy, el déficit acumulado se está aproximando a los 20.000 millones de euros, una deuda reconocida con las empresas del sector que pesa sobre el comportamiento presente y futuro del precio de la luz en España.

Detrás del aumento del déficit, asume Industria, está principalmente la velocidad e intensidad con la que las energías renovables se han incorporado a la dieta energética de los españoles. «El incremento de los precios no se puede explicar por la evolución del precio del mercado eléctrico (pool), que incluso se ha reducido desde 2005», han escrito los técnicos de Industria. Esto es, el problema central no se encuentra allí donde a diario se casan la oferta y la demanda, el mercado que recoge la evolución de los combustibles y otros condicionantes de la generación (los derechos para emitir CO2, por ejemplo).

«El incremento de los precios se debe principalmente al sobrecoste de las renovables», añade el Ministerio. El impulso de las energías «verdes» (eólica, solar, cogeneración...), que ha propiciado el desarrollo en España de una industria de alto valor y fuerte presencia internacional, ha tenido, diagnostica Industria, pros y contras:

l A favor. Gracias al incremento de las energías limpias, la tasa de autoabastecimiento energético ha mejorado desde 2005 y la importación de combustibles fósiles ha caído en 5.500 millones de euros. Al mismo tiempo, las emisiones a la atmósfera se han reducido de manera notable.

l En contra. España tiene un sistema energético más limpio, pero también más caro. Los productores de energías renovables cobran incentivos (primas) porque utilizan tecnologías más caras o que aún no han alcanzado la madurez. «Entre 2004 y 2010, el importe de las primas se ha multiplicado por cinco. Sólo en 2009 se duplicó con respecto al año anterior, hasta alcanzar los 5.045 millones de euros, lo que equivale a toda la inversión pública en I+D+i en España», se recoge en la documentación entregada por el Gobierno a los partidos. Y se añade: «Con las instalaciones en funcionamiento, el sector renovable va a percibir en los próximos 25 años más de 126.000 millones de euros». Para 2010, las cifras superan los 6.000 millones.

El departamento de Miguel Sebastián ha puesto el foco sobre las primas de las energías renovables para contener el precio de la luz. Negocia una reducción considerable de las que cobran los productores eólicos, que aportan ya el 15% de electricidad en España, y quiere meter el bisturí en un sistema de incentivos a la energía solar que, reconoce el propio Gobierno, ha conducido a prácticas especulativas. Algunos de los números de las primas solares: las instalaciones fotovoltaicas y termosolares reciben 2.000 millones al año en subvenciones, cuando cubren apenas el 3% de la demanda.

Pero hay otro foco puesto sobre los ingresos de las centrales nucleares y de las presas hidroeléctricas. Pese a que se trata de instalaciones a menudo ya amortizadas y con bajos costes variables, el modo en que funciona el mercado mayorista permite a las eléctricas cobrar el kilovatio nuclear o hidráulico al mismo precio que el producido, por ejemplo, en una central de gas (ciclo combinado) recién construido, con la inversión por recuperar y sujeto a los vaivenes del mercado internacional de los hidrocarburos.