Oviedo, Javier CUARTAS

A comienzos de 1988, el Rey Juan Carlos sugirió al ex banquero Mario Conde, entonces presidente del Banco Español de Crédito (Banesto), que nombrase al asturiano Francisco Javier Sitges presidente de Asturiana de Zinc (AZSA), compañía entonces dominada por Banesto. Así lo dice Conde en su último libro, que acaba de publicar.

Sitges formaba parte de un reducido círculo de amistades del Monarca desde años antes. Por lo tanto, la versión es verosímil. Pero probablemente incompleta.

Francisco Javier Sitges había sido el alma de la compañía desde su origen, en 1957, y en aquel final convulso de la década de los ochenta el industrial castrillonense ocupaba el primer puesto ejecutivo de la empresa como consejero delegado, por lo que era un candidato potencial a la presidencia de AZSA.

Pero esta posibilidad fue aún más nítida tras el acceso de Mario Conde a la presidencia de Banesto, en diciembre de 1987, en un período de fusiones, batallas bancarias y un capitalismo trepidante e intrépido, al que se apodó «de casino».

Apenas un año más tarde, el recién entronizado Mario Conde y los Argüelles -una de las familias asturianas tradicionales en el consejo de Banesto y que ocupaba además la presidencia de AZSA- se declararon la guerra abierta.

Con sólo 39 años, Conde se había convertido en uno de los siete mayores banqueros del país tras una fulgurante trayectoria, y los Argüelles, con una acrisolada experiencia financiera, política y monárquica al cabo de tres generaciones, se habían erigido en el principal polo opositor en el consejo del banco a las prácticas del nuevo presidente, que concluyeron, siete años después, con la intervención de la entidad, la destitución de su consejo, el procesamiento de varios consejeros y la condena a prisión de Conde.

Desencadenado el pulso entre los Argüelles y Conde en 1988, la presidencia de AZSA tenía ya muy pocas posibilidades de seguir en manos de la dinastía piloñesa. Según el testimonio de Conde, acababa de tomar posesión de la presidencia del banco cuando se produjo la llamada telefónica del Rey a su número directo en la sede de Banesto. En ese momento aún no habían estallado las hostilidades con los Argüelles, pero acaso ya se prefigurasen.

Conde y Juan Carlos I se conocían, pero estaban lejos de haber establecido la relación de amistad y confianza que luego existió. El empresario Juan Abelló, socio de Conde en la operación de control de Banesto y en otras anteriores en el sector farmacéutico, fue la persona que los había puesto en contacto.

El entonces banquero asegura que tampoco tenía en aquella fecha un conocimiento personal suficiente de Sitges, más allá de haber coincidido alguna vez navegando en Mallorca e Ibiza y haber admirado la bella estampa del «Xargo», el barco que patroneaba el directivo asturiano. Esta versión coincide con la que ofreció Sitges en 1989 en una de las escasas declaraciones que hizo al respecto.

En su conversación con Conde, y según la transcripción que de ella hace el ex banquero, el Rey le sugirió el nombramiento de Francisco Javier Sitges como presidente de AZSA a la vista de que era inminente la jubilación de Jaime Argüelles, titular entonces del cargo.

«El Rey ejecutó la recomendación con extraordinaria delicadeza, sin presionarme, simplemente transmitiéndome el conocimiento del personaje y avalando su integridad moral y su pericia en la empresa, pero insistiendo en que si teníamos otros candidatos, debíamos nombrar a quien nos pareciera más adecuado», escribe Conde.

La estrecha relación personal entre el Monarca y Sitges había arrancado años antes ligada a tres ámbitos: la pasión por el mar, probablemente también la práctica del esquí en Baqueira Beret y amistades comunes. Sitges era socio en uno de sus negocios de Miguel Arias, quien, además de dueño de la estación invernal del Pirineo leridano en la que esquía el Rey en Navidad, mantenía una larga relación de confianza con el jefe del Estado. Arias es una de las personas que estaban jugando al squash con el Rey en la Zarzuela el 23 de febrero de 1981, cuando se produjo el intento de golpe de Estado.

El ex banquero asegura que, tras la sugerencia del Monarca, dio orden de forma inmediata a su colaborador y amigo Arturo Romaní, responsable del grupo industrial de Banesto, para que nombrase a Sitges sucesor de Jaime Argüelles al frente de AZSA. Conde afirma que no tenía definido ningún posible candidato para la empresa asturiana cuando recibió la indicación del Rey, aunque admite que Pedro Argüelles, consejero de AZSA e hijo de Jaime, aspiraba al cargo.

Pero entre aquella llamada del jefe del Estado y el nombramiento pasó un año. Sitges no ocupó la presidencia de AZSA hasta los primeros meses de 1989. Y antes se produjo el virulento enfrentamiento entre Conde y Jacobo Argüelles, hijo de Jaime y hermano de Pedro. Jacobo, consejero del banco, no aprobó las cuentas del ejercicio de 1988, el primero completo bajo la presidencia de Conde.

Luego, en mayo, ya con Sitges presidiendo AZSA, Jacobo Argüelles dimitió en Banesto con una carta explosiva que resultó premonitoria: denunciaba la gestión del banco, que tildó de irregular y con artificios contables.

Para entonces, Conde, que hacía tiempo que había intimado con don Juan de Borbón, padre del Rey, estrechó la relación con su hijo. El enlace entre ambos había sido en origen Juan Abelló, pero luego, tras la ruptura de éste con Conde (su antiguo empleado y posterior socio), el triángulo quedó establecido entre el jefe del Estado, el banquero y Francisco Javier Sitges, en cuya casa de La Moraleja (Madrid) se celebraron decisivos almuerzos, con la presencia de Manuel Prado Colón de Carvajal, asesor del Rey, y, a veces, con la del periodista Pedro J. Ramírez, director de «El Mundo».

Sitges, ya presidente de AZSA, pasó a ser un hombre afín a Conde: «Mi juicio es totalmente favorable. Si estamos sentados ahora mismo aquí se debe a él», dijo en 1989 en referencia a AZSA. «¿Se conocían ustedes antes?», se le preguntó. Y replicó: «Nos conocíamos de la mar. Vino a visitar mi barco, pero ahí no nació ninguna amistad. Él valoró mi profesionalidad».

Sitges convirtió Mefasa, otra empresa de San Juan de Nieva (hoy filial de AZSA), en un astillero de yates de lujo. Allí se remodeló entre 1980-1981 el yate del Rey (el «Fortuna») y se construyeron el «Alejandra», de Mario Conde, y el «Blue Legend», de Javier de la Rosa, otro controvertido financiero de la época que acabó en prisión.

Conde siguió estrechando relaciones con el Monarca: incorporó a a la Fundación Banesto a la infanta Pilar de Borbón, hermana del Rey, y elevó de consejero a vicepresidente del banco a un cuñado de ésta, Ricardo Gómez-Acebo, representante de otra histórica dinastía accionista de Banesto y en la que se fundían un linaje cántabro (el padre) y otro asturiano (la madre).

Los acontecimientos acabaron colocando a Sitges en medio de un fuerte pulso entre Conde y el jefe de la Casa del Rey, el general asturiano Sabino Fernández Campo.

Primero fue la decisión de la Casa del Rey de renunciar en 1991 al «Fortuna II», la embarcación que Patrimonio del Estado había encargado construir a Mefasa para sustituir el anterior yate real. El desistimiento, con el barco ya casi acabado y su posterior venta, se produjo sólo 45 días después de que el grupo Banesto comprase Mefasa y de que Conde, una vez con poder de decisión en el astillero, pretendiese regalar el «Fortuna II». El veto se le achacó a Fernández Campo.

Acto seguido, se produjo el crucial encadenamiento de encuentros entre Conde y el Rey, con asistencia en ocasiones de Prado y de Ramírez. Aquella conjura -así se interpretó por los cercanos a Fernández Campo- desembocó en la destitución de éste como jefe de la Casa del Rey y en el nombramiento de Fernando Almansa, persona de la confianza del banquero.

De esta operación ya había constancia, pero Conde la confirma ahora y desvela que aquellas conversaciones se celebraron entre agosto de 1992 y julio de 1993 en el domicilio de Sitges, quien servía de nexo y anfitrión y garantizaba plena discreción a los comensales.

La destitución del general ovetense fue decidida, según estas versiones, el 9 de septiembre de 1992 en la vivienda del industrial asturiano, aunque no trascendió hasta diciembre. El relevo en la jefatura de la Casa del Rey se consumó en primavera de 1993.

De este modo se cerraba el círculo: Conde habría nombrado a Sitges presidente de una empresa por indicación del jefe del Estado y el jefe del Estado designaba ahora al responsable de su Casa a propuesta del banquero.

El 28 de diciembre de 1993, sólo unos meses más tarde de aquel relevo en Zarzuela, el Banco de España intervino Banesto. Conde y Sitges, entre otros consejeros y directivos del banco, fueron procesados. A Conde se le impusieron varias condenas de cárcel. Sitges fue exonerado por falta de pruebas de la acusación. Se dijo que aquel 28 de diciembre existía en Banesto una cuenta a nombre del Rey en descubierto por minusvalías generadas por una inversión del Monarca en acciones de AZSA.

Hasta donde se sabe, hoy los tres miembros del triángulo (el Rey, Conde y Sitges) están distanciados: «Hace años que no veo a Paco Sitges», escribe Mario Conde en «Los días de gloria», su último libro.