-¿En qué sentido?

-Porque se resistió a reconocer la realidad y ahora tiene una diarrea transformista y se nos apelotonan las reformas. Algunos ya dijimos en 2007 que el modelo de crecimiento español tenía que cambiar, que no podía seguir basándose en construcción y consumo. Y entonces también dije que Asturias tenía que prepararse para cuando acabasen las grandes obras públicas en marcha. El problema es que algunas aún no se han terminado. Pero el desafío sigue vigente.

-¿Cuál es la alternativa cuando se termine el favorable impacto de la gran inversión del Estado en el PIB asturiano?

-La internacionalización. Nosotros fuimos los primeros que lo planteamos como gran objetivo. Si Duro Felguera se hubiera limitado al taller de Barros hoy no sería lo que es. El 60% de su facturación hoy lo obtiene en el extranjero. Yo me considero padre de Asturex (Sociedad de Promoción Exterior del Principado de Asturias). La impulsé cuando fracasó el proyecto del Consejo de Cámaras de Asturias. Hubo que superar los localismos hasta para esto.

-¿Va a reforzar el empeño de la internacionalización de las empresas en el nuevo mandato?

-Sí. Vamos a consolidar lo hecho (hay bases sólidas) y a impulsar aún más la internacionalización de nuestra economía utilizando Asturex y CEAM (la Confederación de Empresarios Asturianos en el Mundo), que es un capital intangible que hay que utilizar. Y nos proponemos convencer a nuestros interlocutores sociales de que si hablamos de reformas, hay que reformar.

-¿Con rebaja de derechos?

-Claro que sí. En el corto plazo y para unos pocos. No puede ser que unos trabajadores tengan todos los derechos y otros, ninguno. A los sindicatos les falta altura de miras. Porque si no hay empresas, no habrá derechos para ninguno. La mejor defensa de los derechos sociales es que haya empresas y, por lo tanto, empleo.

-¿Qué reformas pretende?

-Los salarios no pueden estar ligados a la inflación, sino a la productividad. Hay que combatir el absentismo. Y hay que depurar las listas del paro (hoy están en ellas los prejubilados, por ejemplo) y suprimir el fraude. Y hay que llamar a las cosas por su nombre. Y hay que cambiar de chip, optando por la modernidad y por el diálogo social constructivo que no se aferre al pasado sino al futuro. Esta crisis ha puesto en cuestión el modelo de relaciones laborales en España. Es el país que más empleo crea en época de euforia y el que más destruye en tiempo de crisis. Y sólo creamos empleo si el PIB crece el 2,5%, lo que hoy es utópico.

-Pero este comportamiento del mercado laboral tiene que ver sobre todo con nuestra especialización sectorial y estructura productiva.

-También. No tenemos una economía que genere alto valor añadido, con productos avanzados, capacidad de investigación. Por eso es más dependiente de los costes laborales y está apegada a sectores primarios. Pero ningún cambio de modelo productivo se va a realizar por un cambio de ley. Llevará tiempo. Hay muchos empresarios que están preocupados por pagar las nóminas y no tienen tiempo ni serenidad para pensar en la I+D+i. Pero por lo menos hay que innovar o al menos copiar lo que hacen otros. Si seguimos pensando sólo en el corto plazo, no tendremos futuro. Y esto vale también para los sindicatos si se dejan llevar de la conveniencia de sus afiliados en el convenio y no miran a largo plazo.

-¿Aboga por la flexibilidad?

-Por supuesto. Salvo un sádico, nadie disfruta echando a una persona. Es un trago tremendo. Se es más feliz contratando. Pero hay miedo a que las cargas del pasivo que suponga la plantilla pongan en cuestión la empresa y el patrimonio del empresario. Nos apegamos a la inflexibilidad del empleo sin saber si los empleados son los mejores para garantizar la competitividad y la supervivencia de la empresa. Habrá que hacer lo que sea en defensa de la empresa, que debe ser vista como una organización, no como un empresario individual; una organización en la que la figura del dueño debe diluirse en beneficio de otros conceptos: la dirección, las ideas, la estrategia, el esfuerzo y el trabajo. No necesitamos dinero, nos basta con cambiar las actitudes.

-Cuando plantea limpiar las listas del paro (una vieja reclamación de FADE), ¿da por hecho que en España no hay los 4,7 millones de parados que dice la EPA?

-Hay mucha gente que está en el paro y que lo está pasando mal. A esas personas hay que darles lo que necesiten. Pero no hay 4,7 millones de parados. Si los hubiera, habría una revolución. Hay fraude y hay gente que pide a la empresa que lo manden al paro para trabajar bajo cuerda. Eso es insostenible.

-¿Cómo es posible que incluso cuando España tenía que ir al extranjero a buscar mano de obra, el paro jamás haya bajado del 8%?

-Precisamente por eso. Había un 8% de paro estructural y los empresarios no encontrábamos la gente que necesitábamos. Esto hay que atacarlo. Del 20% de paro actual hay que descontar al menos ese 8%. En Asturias, como dice el profesor Lorences, necesitamos que trabajen 100.000 personas más de las que lo hacen ahora. Pero nadie va a contratar si tiene temor a que sea una carga.

-¿Satisfecho con la nueva etapa de CEOE?

-Es muy ilusionante y tenemos el viento a favor. Ahora los planteamientos que siempre hizo CEOE ya han sido asumidos por el Gobierno y los sindicatos.

-¿Y el cambio de presidente?

-Fenomenal. Pero nuestros planteamientos de fondo en CEOE no cambiaron.

-¿La CEOE no debería haber cambiado antes de presidente?

-Es fácil decirlo desde fuera. Pero había que respetar los estatutos y hubo que esperar a que Díaz Ferrán dimitiera. Díaz Ferrán no nos traicionó. El perjuicio por las dificultades de sus empresas fue para él. Si tuvo dificultades, como otros muchos empresarios, fue porque tenía empresas. Al anterior presidente de CEOE se le criticó por no tenerlas.