Oviedo,

José Cosmen Adelaida (Cangas del Narcea, 1928), empresario de larga ejecutoria y artífice de la gran expansión nacional e internacional de Alsa, acaba de ser designado doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo. Se le reconoce así su trayectoria en el sector del transporte de viajeros, pero también en otros ámbitos de negocio en los que diversificó sus quehaceres. Algunas de esas actividades tienen hoy también proyección internacional. Cosmen se incorporó a Alsa, la mayor compañía asturiana de autocares, en 1960 como accionista y directivo. Bajo su gestión, la empresa, fundada en Luarca en 1923, se erigió en líder nacional y trascendió a Europa, Marruecos y China. Hoy la familia sigue siendo dueña de Alsa China y es el mayor grupo accionarial de la multinacional británica de autocares, autobuses y ferrocarriles National Express, en la que Cosmen y sus hijos integraron Alsa en 2005, dos décadas después de haberse hecho con el dominio del 100% del capital de la empresa asturiana.

-Yo estoy jubilado y ya no tengo las obligaciones que tenía antes. Pero sigo sin tener tiempo libre.

-¿En qué se ocupa?

-Sigo al pie del cañón porque, aunque ya no tengo las tareas y responsabilidades de llevar una empresa, sigo muy en contacto con mis hijos, pendiente de internet para estar al día (aunque no de las redes sociales, porque me robaría toda la mañana), mantengo encuentros, recibo visitas, contesto correo y sigo dedicando tiempo a la reconstrucción de nuestra historia familiar y empresarial. Desde 1960 llevo apuntado qué hice cada día, dónde estuve, a qué reuniones asistí, qué operaciones hice. Ahí está toda mi trayectoria profesional.

-¿Cómo fue?

-Hasta 1984 jamás tuve vacaciones, salvo fines de semana. Pero nunca tomé ocho o diez días de asueto. Entre 1960 y 2000, en que me jubilé, dormí, por razones de trabajo, 606 noches en otros países europeos, 292 en América Latina, 230 en Oriente, 176 en EE UU...

-¿Relee las notas de esos años?

-Reviso el dietario y es como revivir una película. Pero a veces lo dejo porque me entristece. Porque ves que te falta mucha gente. Aquellas personas con las que te relacionaste: familiares, amigos, colaboradores... y personas con las que hiciste buenas o malas operaciones. En Cangas del Narcea ya casi no queda nadie de mi época. El otro día fui al entierro de Olegario, un gran chófer nuestro de Belmonte. Pero es ley de vida.

-¿Pero ha sido una vida fecunda?

-Yo diría, sin falsa modestia, que casi toda mi vida hice lo que me dio la gana. No todo lo que quería, pero sí lo que me dio la gana, que era dedicarme a la empresa y a la familia. Y lo hice sin esfuerzo. Porque además me dio satisfacciones, como materializar una operación o viajar a un país en el que no has estado. Yo soy católico, apostólico y romano y fui a misa en numerosos países. Aunque tampoco tenía mucho mérito porque yo siempre procuré estar el domingo en casa.

-¿Cómo lo hacía?

-Yo podía estar toda la semana fuera, pero el sábado llegaba a casa. Una semana la empecé en Caracas en lunes, hice escala el martes en Puerto Rico para ver a mi hermano Basilio, el miércoles estuve en México, el jueves a mediodía llegué a Nueva York, donde trabajé esa tarde y la mañana del viernes, y por la tarde regresé a España. El sábado por la mañana llegué a Asturias, compré unos churros en La Tropical y llegué a casa para desayunar.

-¿La tradición del trabajo viene de la infancia en su casa?

-Yo nací en Cangas del Narcea en 1928. Mis padres, haciendo un esfuerzo enorme, nos mandaban a estudiar internos porque en Cangas sólo había enseñanza Primaria. Estuve interno en los jesuitas de Vigo porque en Gijón su colegio había sido dañado por la guerra y sólo admitían a alumnos externos. Luego hice la milicia universitaria y estudié en la Escuela de Peritos de Gijón. Pero a lo largo de todo ese tiempo las vacaciones y permisos se empleaban en trabajar en casa. Mis padres eran muy trabajadores, Hicieron dos casas para vivir (una, en 1926, y otra, en 1934) y en las dos pusieron el negocio debajo. Teníamos tienda de ultramarinos, almacén de piensos, surtidor de gasolina, fábrica de embutidos, camiones de transporte y la línea de autobuses. Y si una vecina venía a por azúcar a las diez de la noche se le abría la tienda. Y lo mismo el surtidor. Era un servicio al público.

-¿Cómo surgió el transporte de viajeros?

-Mi padre constituyó con otros socios la empresa La Popular en 1918, pero se deshizo. Él siguió con esa actividad y en 1922 le dieron la concesión del transporte de viajeros y correo entre Cangas del Narcea y Villablino. Un años más tarde, en 1923, se crea Alsa. Yo nazco en 1928. Así que en modo alguno puedo ser fundador de Alsa como se dice. Nosotros seguimos creciendo y abriendo otras líneas y una de ellas se prolongó hasta Oviedo en 1958-1959.

-Y ahí es cuando entran en Alsa.

-Fue entonces cuando Fernando Álvarez-Cascos, miembro del consejo de Alsa, y Francisco García Gamoneda, director gerente, que eran además amigos de mi padre, le ofrecieron comprarnos la línea. Alsa era la empresa fuerte y con estructura societaria. Dijimos que no vendíamos. Luego hubo más contactos y mi padre les dijo que hablaran conmigo. Yo era amigo de Vicente Trelles, otro de los propietarios. Mantuve conversaciones con Trelles, Gamoneda, Álvarez-Cascos... y se fue llegando a un acuerdo. Incorporamos nuestras líneas a Alsa y nosotros entramos en la compañía como accionistas.

-¿Cuál fue su función en Alsa?

-Entré en Alsa como empleado. Tenía un poder, pero sin cargo específico. Por el año 70, me nombraron gerente. Y cuando falleció el consejero delegado, me nombraron a mí. Yo nunca fui presidente de Alsa. En Alsa tuve cuatro presidentes. A veces me ofrecieron ser presidente pero nunca quise aceptar.

-¿Por qué?

-Hubiese perdido libertad. Cuando tenía que cerrar una operación y no la veía clara, o no me interesaba, esgrimía que tenía que consultar con el presidente. Nunca quise ser el presidente ni cuando tuve la mayoría accionarial.

-¿Cómo fue su relación con el consejo de administración?

-Tuve mucha suerte. Como íbamos viento en popa, el consejo tenía mucha confianza en mí y me apoyaba. Y cuando alguna operación no salió como queríamos, nadie me dijo nada.

-¿Cómo fue la expansión?

-Tuvimos mucha suerte. Tuvimos mucha gente muy buena y muy fiel en la empresa. Aún hoy hay muchos jubilados que siguen vinculados a la empresa. Fuimos introduciendo titulados superiores en contabilidad, mecánica y otras especialidades. Pero la mayor parte de la gente, aunque tuvieran título, la formamos en la empresa. El que no conoce el negocio, el que no pasó una noche al volante o apartando nieve en Leitariegos, no puede mandar a otros. Fuimos creciendo y haciendo grupo. Y comenzamos la salida al exterior.

-Alsa era una gran empresa pero de ámbito sólo provincial.

-Sí, aunque ya llegaba a Ribadeo y entraba 10 kilómetros en Galicia. Era una empresa netamente regional con vocación de crecer con nuevas concesiones y comprando otras. Yo seguí adquiriendo concesiones.

-Y arranca la proyección nacional e internacional.

-Pero no todo fue mérito mío. Fueron las circunstancias. La empresa tenía esa vocación de crecer, pero no se podía pensar en ello por los vehículos y las carreteras que había y por las trabas administrativas. Luego esto mejora y, con el plan de estabilización de 1959, nacen las clases medias y empieza la población a viajar. Surgen las líneas nacionales e internacionales, a Bruselas y Suiza. Se hizo en mi época porque lo pedía el momento.

«No todo fue mérito mío; crecer con líneas nacionales e internacionales se hizo en mi época porque lo pedía el momento»

«Dormí 606 noches en otros países europeos, 292 en América Latina, 230 en Oriente y 176 en EE UU»