Oviedo,

Marián MARTÍNEZ / L. G.

El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, dio por completado este viernes el proceso iniciado el pasado febrero para reforzar la solvencia del sector financiero español, un episodio clave de una reestructuración que, entre otros, se ha saldado con los siguientes resultados: la transformación de la mayoría de las cajas de ahorros en bancos, la reducción de su número mediante fusiones (de 45 cajas a 15 grupos de entidades) y la nacionalización de Novacaixagalicia, Catalunyacaixa y Unnim con un coste para el Estado español de 7.551 millones de euros. También, con la intervención en distintos momentos de tres cajas más que bordearon la bancarrota: Caja Castilla-La Mancha (hoy con su negocio integrado en Liberbank, el banco liderado por Cajastur), Cajasur (en su día controlada por la Iglesia y adjudicada a la vasca BBK) y la CAM (antiguo socio de Cajastur y con un enorme agujero cuyo coste para los contribuyentes es incierto aún).

Un resultado más: el proceso de recapitalización ha llevado a bancos y cajas a alcanzar niveles de solvencia (por encima del 8% o del 10% de capital principal, según los casos), muy por encima de los mínimos exigidos por las autoridades regulatorias europeas. ¿Es suficiente lo avanzado hasta ahora para que el sector financiero reabra el grifo del crédito y aporte combustible al sector productivo? ¿Lo es también para que las entidades españolas se desenvuelvan en el entorno hostil de la crisis europea y sus ramificaciones financieras? Los expertos consultados por este diario son muy escépticos sobre esas cuestiones.

l Jesús Fernández-Villaverde, profesor de la Universidad de Pensilvania y miembro de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) considera «injustificadamente optimista creer que ya se puede dar por cerrado el proceso de recapitalización de la banca española. La situación del negocio bancario es muy delicada, y los márgenes se han desplomado mientras que el crédito vinculado a todo el sector inmobiliario de una u otra forma no desciende lo suficiente».

En su opinión, «éste sería el momento de plantearse acudir al fondo europeo de estabilidad financiera (el remozado fondo de rescate que han pactado los países de la eurozona), ahora que se abre para recapitalizar bancos de otros países. Corremos el riesgo de que si no lo hacemos ahora, para cuando lo necesitemos no quede dinero resuelto». Y es que, según este economista, «la actuación del FROB (fondo de reestructuración ordenada bancaria, instrumento utilizado por España para racionalizar el sector) demuestra que el proceso de fusiones de cajas se planteó mal desde el primer momento. La consecuencia será que le saldrá caro al Estado y, por extensión, al contribuyente. «Hace falta un gran debate nacional sobre la manera en la que se deben afrontar las crisis financieras de este estilo, en el que se combine transparencia y racionalidad», concluyó Fernández-Villaverde.

l Francisco González, catedrático de Economía Financiera de la Universidad de Oviedo, también cree que esto no ha acabado «ni mucho menos». «El Banco de España ha sido excesivamente conservador, muy suave, en un momento en el que se debería haber actuado de manera rápida, enérgica y con medidas disciplinarias contundentes. No se puede intervenir una entidad, destituir a su consejo de administración y mantener a los mismos directivos que lo han hecho mal y han creado un agujero que ha hundido a la entidad». Un ejemplo es, para este catedrático, la intervención, «diría incluso que timorata, de la CAM. Se debería haber actuado con más diligencia... Pero ¡si incluso fue una intervención a petición propia, que es algo inaudito!», afirmó.

Francisco González destacó también que, además, no se han realizado las intervenciones con el menor coste posible para el Estado, y que «dejamos que sigan funcionando esas entidades pese a que lo han hecho muy mal y que el sistema financiero está sobredimensionado. Así, las malas perjudican la recuperación de las demás, y mientras haya entidades con problemas de solvencia, no fluirá el crédito y, por tanto, no habrá crecimiento económico».

Una muestra palpable, afirma el catedrático, de que el sistema financiero español tiene problemas tanto de liquidez como de solvencia es la bautizada como «guerra de los depósitos». «Los tipos de interés tan elevados que se pagan es porque se busca obtener rendimientos elevados en poco tiempo, y eso sólo se consigue con inversiones arriesgadas», explicó. La cercanía de vencimientos de deuda de bancos y cajas y el endurecimiento de la financiación en los mercados mayoristas han vuelto a atizar la pugna por el ahorro interno, mediante ofertas de depósitos y emisiones de otros productos con altos intereses.

En opinión de Francisco González, el sistema financiero español debe afrontar una mayor concentración, con más cierres de oficinas y reducción de personal. «Hay dos modelos de reordenación. Uno es el que hicieron los países nórdicos en la primera mitad de la década de los años noventa, que fue decidida y diligente. Se identificaron las entidades buenas y las malas, se realizó un rápido ajuste y el crédito volvió a fluir en poco tiempo. El otro es el modelo japonés, que tenía un sistema bancario muy contaminado y se adoptaron medidas de ajuste de forma muy lenta, lo que les condenó a una parálisis y una recuperación lentísima». La década perdida de Japón.

l Antonio González, economista y director de Inversis Banco en Asturias, apunta hacia los impactos de la crisis de deuda soberana en Europa y hacia la parte de los balances financieros donde sigue alojada la enorme bolsa del crédito que financió el «boom» inmobiliario de la pasada década: tras cuatro años de crisis, la exposición de la banca española al ladrillo supera los 300.000 millones de euros (casi un tercio de todo el crédito al sector productivo), como en 2007. Según González, dentro y fuera de España «el crédito no está fluyendo adecuadamente y esto está provocando un grave cuello de botella en el circuito de financiación de la actividad productiva; es así debido a la contaminación que en el balance de las entidades financieras significan el crédito al sector inmobiliario y la importante exposición de las entidades a la deuda pública de los diferentes países». Conforme al mismo análisis, el problema es global y va a requerir «una contundente recapitalización del sistema financiero en su conjunto, pero muy especialmente en Europa».

¿Basta en ese contexto con lo hecho en el sector financiero español, aún con una alta exposición inmobiliaria y abundante deuda pública en sus balances? Responde el directivo de Inversis: «El actual proceso de recapitalización puede ser satisfactorio si tenemos en cuenta nuestra valoración actual de los llamados activos ponderados por riesgo (la base sobre la que se computa el nivel de solvencia). No obstante, la clave está en cómo van a evolucionar esos activos y eso va a depender fundamentalmente de cómo evolucione el crecimiento de nuestra economía; cambiar el patrón de crecimiento es vital y no es algo que se pueda hacer de manera fácil ni rápida». Antonio González avisa de otra cuestión: la economía española sigue enormemente endeudada (ver gráfico adjunto) y «estamos aún en la primera fase de desapalancamiento». Habrá más daños y será necesario seguir recapitalizando el sistema, según su tesis.

l Juan Velarde, catedrático y miembro del Tribunal de Cuentas, considera que el Banco de España ha actuado en la buena dirección, pero con retraso. «Los problemas se conocían desde hace años y el Banco de España debió poner coto, algo que hería intereses políticos y de otro tipo. Dejó pasar años y la situación ha empeorado; ya antes del año 2007 se conocía el enorme endeudamiento privado».

La mayor reordenación financiera de la historia reciente de España arrancó de hecho en 2009, con la intervención de Caja Castilla-La Mancha por el Banco de España. Desde entonces, el auxilio público al sector ha movido más de 20.000 millones de euros.