Profesor de la Universidad de Oviedo e investigador de Fedea

Oviedo, Marián MARTÍNEZ

Florentino Felgueroso es profesor del Departamento de Economía de la Universidad de Oviedo e investigador de Fedea, donde dirige la Cátedra de Capital Humano y Empleo. Miembro del denominado grupo de «los Cien», su campo de investigación se centra en el funcionamiento de los mercados de trabajo y las instituciones laborales, además de las políticas de empleo y la educación.

-El ministro de Economía, Luis de Guindos, ya había advertido de que la reforma laboral iba a ser «extremadamente agresiva». ¿Era necesaria esta agresividad?

-La reforma había que hacerla porque lo exigían los mercados y las instituciones internacionales. Sin esta presión no se hubiera hecho, se hubiera retrasado sine díe y probablemente hubiera sido distinta. No sólo nos han forzado a hacerla, sino que nos han dictado parte de su contenido, para que fuera agresivo. La anterior reforma se hizo también por esta misma presión, pero sólo fue un placebo. La actual remata lo que quedó pendiente. Está pensada para el medio, largo plazo, para ayudar a alcanzar un crecimiento sostenible, para mejorar nuestra productividad.

-Dice el Gobierno que esta reforma es para reducir el paro. ¿Cómo se crea empleo si se facilita el despido?

-La clave es que el despido no sea una barrera para contratar. Si un empresario piensa en contratar a un trabajador cuando las cosas van bien, puede pensar que esta situación sólo es transitoria, le resultará carísimo despedir, y entonces se retrae. Y, lo contrario, si las cosas van mal, no despedirá porque si tiene expectativas de mejora, le resultaría muy costoso pagar el despido y volver a contratar nuevos trabajadores. El problema es que estas expectativas de mejora están aún muy lejanas. Por esto esta reforma hubiera venido mejor en el inicio de un periodo de bonanza.

-Se abre la puerta al despido libre y muy barato.

-El despido ya era prácticamente libre. Veremos cómo lo abarata. Dependerá de cómo se trasladan los cambios normativos a la práctica y sobre todo si nos llevará a más o menos judicialización, que es lo que encarece o abarata los despidos.

-¿La reforma también afecta a los despidos improcedentes?

-La otra rebaja, la del despido improcedente, de 45 a 33 días con un máximo de dos anualidades en vez de tres años y medio, no supone una rebaja inmediata, sólo afecta a los derechos que se acumulen a partir de ahora, y a la larga nos acercará a la media europea. Creo que en la práctica, esta será la solución de equilibrio. Ahora bien, antes de esta reforma, con los contratos de fomento, ya era posible celebrar contratos a 33 días. Esta opción fracasó por completo. No impulsaron ni el empleo, ni la contratación indefinida.

-¿Por qué fracasaron?

-Muy probablemente porque ésta no era barrera para que la empresa hiciera indefinidos a determinados trabajadores, pero para otros, para los colectivos más desfavorecidos, sí. La contratación temporal sigue siendo la opción más barata y sencilla para la empresa y su situación no mejorará con una simple rebaja de las indemnizaciones por despido. El problema es que la dualidad legal entre contratos indefinidos y temporales ha tenido efectos muy perniciosos en nuestra sociedad. No es la única, pero es en gran parte responsable de nuestros enormes problemas de productividad, de la creación de empleo barato, de usar y tirar, cuando las cosas van bien y de tanta destrucción de empleo durante esta crisis, pero también ha agravado nuestros problemas de natalidad, emancipación, y muchos más.

-Llegamos así al contrato único que defienden desde Fedea.

-Esta debería ser la solución. Un contrato único significa ante todo erradicar la diferencia entre trabajadores con contrato indefinidos y contrato temporales, suprimiendo los contratos que tengan una duración determinada fijada por ley, excepto para circunstancias especiales. Con unas indemnizaciones crecientes con la antigüedad, con una progresión suave. Que crezcan anualmente en unos días por cada año de servicio, hasta llegar a un máximo razonable, que podrían ser los 33 días, y no se plantee como ahora un salto casi de la nada a este máximo de los dos o tres años. La protección del trabajador es fundamental, erradicarla o rebajarla en demasía es un error. Es socialmente injusto. Pero las indemnizaciones tienen que estar mejor distribuidas. No puede haber un exceso de protección para unos, con contratos indefinidos blindados, y prácticamente nada para los que tienen contratos temporales.

-Pues esta reforma no acaba con los contratos temporales.

-Unos días antes de aprobar la reforma, aún se insistía en que se va a simplificar el abanico de contratos y no sólo no lo hacen sino que han añadido uno más? Se afirmó de nuevo que el contrato único es inconstitucional, sin ningún fundamento. Es evidente que hay una conjunción de intereses compartidos por los agentes sociales que bloquean a los gobiernos una y otra vez.

-¿Qué quiere decir?

-Las grandes empresas ya hacen un uso más extensivo de la contratación temporal que las pequeñas. Y sigue siendo en las primeras donde se concentra la afiliación sindical. La solución más barata para unos, y una reserva de trabajadores que dan más poder y protección a los otros.

-Esta reforma no sólo afecta al despido, el empresario tiene potestad absoluta sobre jornada laboral, turnos, para bajar salarios, para trasladar al trabajador...

-Tampoco se producirá así en la práctica. La clave es ver quién gana la carrera: el despido o la flexibilidad.

-Se teme que el despido.

-Hay sectores en los que será ineludible, porque aún tienen que seguir con su ajuste. Unos porque han sido muy impactados por la crisis, otros porque les resulta más sencillo reajustar y reorganizar plantillas. En momentos de crisis se aceleran los efectos de fenómenos que se asocian con tendencias, como la deslocalización y el cambio técnico. Lo harán con expedientes de regulación de empleo mucho más baratos, pero no se van a hacer más o menos por la reforma.

-¿Puede concretar los sectores?

-Por ejemplo, el financiero. El ajuste lo tenía que hacer igual, pero va a resultar más barato. Hay sectores más afectados por la globalización, en especial los manufactureros, y otros por los cambios técnicos, como los medios de comunicación, que por tendencia ya se estaban reajustando, y lo harían con o sin reforma.

-¿Cree que al abaratar el despido, algunos empresarios aprovecharán para reducir su plantilla?

-Será muy difícil hacer una evaluación porque, independientemente de la reforma, las previsiones ya apuntaban a que nos quedaba todavía un año y medio de destrucción de empleo. Además, esta reforma ya se anticipaba desde hace meses, así que probablemente en este primer trimestre se produzcan despidos que se fueron retrasando y que se hubieran producido de cualquier forma. Ahora bien, muchas empresas han aguantado y siguen aguantando numantinamente esta crisis, y seguirán buscando alternativas de supervivencia para conservar su negocio y el empleo que han generado. A estas empresas, les vendrán muy bien los avances que se produzcan en términos de flexibilidad. Ya hemos perdido mucha grasa en esta crisis, ahora se trata de no perder masa muscular; hay que fortalecerla.

-También se mantienen las subvenciones a la contratación.

-Las subvenciones se han demostrado bastante ineficaces. No funcionan, y además tienen efectos perversos. Muchos trabajadores que se contratan con subvenciones se hubieran contratado igual, y en otros casos se producen sustituciones porque el empresario quería a un tipo de trabajador, pero acaba contratando a otro para tener la subvención, y al final esta contratación resulta ser inadecuada y finaliza en despido subvencionado. Es decir, al final no se suma empleo. Hay muchos estudios que llegan a estas conclusiones y en el mundo académico no hay gran discusión al respecto. Pero el gran problema es que las subvenciones desvían recursos que se tenían que destinar a cosas realmente importantes. ¿Cuánto dinero va a quedar para formar y reciclar a nuestros parados? Ahí es donde se tendrían que estar concentrando los esfuerzos.

-¿Se criminaliza al parado?

-Hay una idea extendida de que si se tienen prestaciones por desempleo la gente deja de buscar trabajo. Quizás en época de bonanza pueda inquietar este fenómeno. Pero, ¿ahora? Sí, se criminaliza al parado y sin embargo no se criminaliza a la empresa que sí que abusa, y bastante, del sistema. Me refiero a las empresas que continuamente aprovechan el desempleo temporal. Llega el fin de semana y mandan al trabajador para casa, las vacaciones para casa? y este sí que es un abuso del sistema. Otras no lo hacen, pero proporcionalmente todas pagan lo mismo -y los trabajadores igual-, y unas abusan del sistema y otras no. Esto hay que corregirlo y tampoco se toca en esta reforma laboral.

-Escuchándole, da la sensación de que la reforma daña a los parados...

-Las cosas que iban a favorecer a los parados, se fueron diluyendo y lo que aparecen son medidas más pensadas para compensar a los empleados por reducir el coste de los despidos. Este es el balance. A la larga, el empleado va a tener formación, se va a beneficiar de la flexibilidad laboral porque se buscarán fórmulas para evitar despidos, se negociará más en el ámbito de las empresas. Todo ello está muy bien y veremos probablemente los resultados positivos en el medio y largo plazo. Pero mientras tanto, se está dando la espalda a los más desfavorecidos, parados y trabajadores temporales.

-¿Y la negociación colectiva?

-Todo es posible. Nadie va a preferir la confrontación a la negociación. Surgirán algunos convenios de empresa, pero no mucho más. En varios convenios de sector se dejaba bien explícito que no podía haber convenios de empresa. Pues ahora surgirán unos pocos, no muchos. Habrá que aflojar la cuerda en los sectoriales. Si reclamas una subida salarial del 5%, pues ahora es más fácil que las empresas se descuelguen y no la apliquen. La negociación será mucho más racional.

-¿Llegaremos a los seis millones de parados?

-Técnicamente es probable que no lleguemos porque ya está cayendo la actividad laboral, y un inactivo no se contabiliza como parado. Pero ello no deja de ser un problema aún mayor. Por otra parte, las tasas de formación se están manteniendo realmente muy bajas, en especial entre los que más lo necesitan.

-Le obsesiona la formación.

-Es que no hay otra. En esta reforma hay algunas claves, como el principio del fin del monopolio de los agentes sociales con la formación continua. Por otra parte, el bono formación, si de verdad se pone en práctica, supondrá que como empleado o parado pueda ir con mi cheque a donde quiera, sin que me digan que tengo que formarme a la fuerza en algo que no me gusta. Y además surgirán empresas de formación, iremos a los centros que nos ofrezcan los cursos para los que quede probado que garanticen que el tiempo y el dinero que inviertas va a servir.

-¿Habrá más reformas laborales?

-Sin duda. Pero hay que pensar que si no se hubiera hecho esta reforma nos hubieran penalizado aún más. Los mercados y nuestros socios europeos, que también están entrando en recesión y piensan: «ahora toca de nuevo sacrificarnos por esta gente que no hace nada para cambiar». Ahí tenemos el ejemplo de Grecia, que nos afecta y mucho. Por eso, en este sentido, hay que ser serios, porque si no lo somos, no querrán dar un paso más con nosotros. Lo más importante es que vayamos haciendo las reformas que necesita el país para que cuando salgamos de esta podamos crecer de manera sostenible.