Según las estadísticas de la UE, aquellos países en los que el aprendizaje profesional se desarrolla directamente en la empresa tienen un grado de inserción laboral mucho más alto que el resto. Por otra parte, y también conforme a recientes estudios de la UE, en el año 2020 un 50 por ciento de los empleos lo ocuparán personas con cualificación media, un 34 por ciento con cualificaciones altas y sólo el 16 por ciento de los puestos de trabajo estará disponible para personas con baja cualificación.

Esta foto del futuro encaja casi como un guante en los sistemas educativos de algunos países de la Unión; pero dista mucho de reflejar la realidad del modelo español. En nuestro sistema de Formación Profesional sigue existiendo un claro divorcio entre alumno y empresa durante el período de aprendizaje y se aprecia un bajo porcentaje de titulados con cualificación media -la que más demanda el mercado- y una proliferación de las de alta y baja.

A esta realidad hay que añadir los datos de fracaso escolar y las galopantes cifras del desempleo juvenil, que en nuestro país han superado valores inimaginables hace tan sólo unos pocos años. Si no introducimos medidas correctoras hay una alta probabilidad de que sigan produciéndose fuertes desajustes entre oferta y demanda en nuestro mercado laboral y, por tanto, que el desempleo se resista a decaer.

Conscientes de esta circunstancia y de la necesidad de mejorar los resultados de la Formación Profesional para adecuarla a las necesidades de las empresas, la Federación Asturiana de Empresarios (FADE) ha impulsando en los últimos años algunas iniciativas innovadoras ligadas a la Formación Profesional para el empleo. Por ejemplo, en el año 2008 se promovió un programa de formación en alternancia dirigido a casi 400 personas en los sectores del metal, la automoción, las TIC y la construcción, que supuso una primera experiencia en lo que se conoce como formación dual.

Pero la acción más ambiciosa se concretó en el año 2011, cuando FADE impulsó en el seno del Consejo de Asturias de la Formación Profesional, que es donde debe hacerse, la puesta en marcha de un plan experimental de formación dual en Asturias. Tras el análisis de los modelos europeos de formación en alternancia y la comprobación in situ de su funcionamiento en febrero de ese año en Suiza y Austria, presentamos un mes más tarde una propuesta de modelo sobre la que trabajar.

Esta propuesta establecía objetivos tan básicos como necesarios: reducir el paro juvenil, incrementar el atractivo de la Formación Profesional, combatir el abandono prematuro y el fracaso escolar, recuperar la prestigiosa figura en Asturias del aprendiz, formar profesionales adecuados para ocupaciones con problemas de relevo generacional y de difícil cobertura y aportar experiencia práctica real y suficiente a los alumnos para su mejor y más rápida adaptación a los procesos productivos.

Como rasgos básicos de la propuesta realizada cabe destacar que estaba circunscrita a un sector concreto -el metal- y dirigida a alumnos que hubieran finalizado 4.º de la ESO e incluía la implicación directa de empresas. Estaba previsto que la Formación Profesional de estos alumnos se desarrollara en tres años, articulando fórmulas que les permitiesen estar dados de alta en la Seguridad Social desde el inicio del período de aprendizaje en la empresa; también contemplaba una remuneración que sería creciente y un período de vacaciones. Los alumnos compatibilizarían su formación teórica con el desarrollo de tareas acordes con la titulación cursada. Se introduciría la figura del tutor de empresa y del centro en el acompañamiento del aprendiz, limitando el número de plazas de aprendiz en función del tamaño de la empresa. Y al final de su formación, superadas las pertinentes pruebas de evaluación, dispondrían de una titulación oficial homologada.

Se trataba, insisto, de una propuesta experimental. Pero al mismo tiempo era muy ambiciosa y hubiera supuesto un importante paso en el acercamiento entre el mundo de la formación y el de la empresa. Lamentablemente no salió adelante; en un primer momento, por el recelo de la propia Administración autonómica, y superado éste, por el rechazo de una de las organizaciones sindicales que integran el Consejo.

La semana pasada se celebraron en Oviedo unas jornadas sobre este tema. Han servido, en primer lugar, para comprobar que existe un alto grado de consenso sobre la necesidad de que el sistema de Formación Profesional español se reoriente hacia el mundo de la empresa. Y también para suscitar un interesante debate sobre este tema, en el que cada cual ha tenido que fijar su posición; y se ha podido comprobar que hay coincidencia en la necesidad de abordar este modelo. ¡Paradójicamente!, porque algunos de los que ahora se desvelan como férreos defensores son los que han impedido hace apenas un año que ya pudiera estar funcionando en Asturias.

No están los tiempos como para polemizar, sino todo lo contrario. Y en lo que a formación se refiere, en particular a la profesional, hay muchas cosas que ajustar y mejorar. Si no hay voluntad firme de avanzar por parte de todos, lo único que se habrá hecho es ruido. Desde FADE ya hemos dado claras muestras de que creemos en ese modelo y queremos impulsar el cambio; pero hay que hacerlo ya. Por ello animamos a quienes ya hablan de esperar a los resultados del 25 de marzo a que sigan trabajando con la idea de aportar soluciones en materia de formación para el empleo, con independencia de quién termine gobernando en los próximos cuatro años. Lo que es bueno hoy para nuestra región lo será también después de tan señalada fecha.