Oviedo, Javier CUARTAS

«Ministro, tengo todo mi dinero en Bankia, ¿qué va a pasar con él? Como me quiten mi dinero, mato». Una clienta de Caja Madrid, angustiada por las noticias sobre la situación bancaria, se coló entre los periodistas que aguardaban el jueves al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, a la entrada del Consejo de Política Fiscal y Financiera, para reclamarle la protección del Gobierno a los impositores que confiaron sus ahorros a Bankia, la entidad que acaba de ser nacionalizada a causa de sus dificultades y gran lastre inmobiliario.

El Fondo de Garantía de Depósitos, creado a resultas de la gran crisis bancaria española del período 1977 y 1985 -en los que se vieron implicados 58 de los 110 bancos españoles de entonces- protege el ahorro de los depositantes.

El 7 de octubre de 2008, veintidós días después de la quiebra del legendario Lehman Brothers, el Gobierno de Zapatero amplió esa cobertura hasta 100.000 euros por cliente y entidad. Bankia tiene además ahora al Estado como accionista, lo que constituye una garantía adicional. Y ello sin perjuicio de que el Gobierno actuó como garante en anteriores crisis de otros grandes bancos, que se resolvieron de forma generalizada sin quebranto para sus clientes.

En Asturias se vivieron en los últimos 103 años episodios de crisis bancarias que afectaron tanto a entidades regionales como a instituciones financieras de ámbito nacional que tenían una acusada implantación de oficinas en la región y una elevada presencia en su capital de accionistas asturianos. Pero esas crisis apenas dieron lugar a situaciones de pánico.

De éstas, fue la quiebra de la Banca Maribona, de Avilés, en 1936, el suceso más traumático porque arruinó a muchos pequeños ahorradores. Pero ni las circunstancias, ni las normas regulatorias ni los sistemas de protección son comparables a los actuales. En realidad, fueron casos como el de Maribona los que acabaron creando los mecanismos actuales de salvaguardia de los pequeños depositantes.

El primer gran fracaso bancario que vivió Asturias fue el del Crédito Industrial Gijonés, liquidado en 1909, afectado por la sucesivas crisis económicas de 1905 y 1908. Pero aquél era un banco de naturaleza eminentemente industrial, enfocado a la participación e inversión en negocios empresariales, y que se vio arrastrado por las dificultades de las numerosas sociedades mercantiles en las que tomó parte o de las que fue promotor. El quebranto lo sufrieron sus accionistas, un elenco relevante de capitalistas, fundamentalmente gijoneses y vascos, vinculados a la industrialización asturiana.

Durante mucho tiempo la banca minorista de depósitos y préstamos a familias y pequeños clientes la habían ejercido en Asturias los llamados comerciantes-banqueros, casi siempre de ámbito local, muchos de los cuales ocuparon el espacio que habían dejado expedito los bancos que sucumbieron a la crisis de 1865-1866.

Pero esta oferta se vio fortalecida con el retorno de acaudalados emigrantes asturianos que regresaron de América con recursos muchas veces notables y que en algunos casos destinaron a promover establecimientos de crédito. La Banca Maribona surgió de este modo por la iniciativa de dos hermanos avilesinos, Francisco y José Rodríguez Maribona, que habían ejercido el comercio de textiles en Güira de Macurijes (en la provincia cubana de Matanzas), primero, y en La Habana, después, donde habían hecho incursiones en las actividades financieras canalizando remesas y practicando el préstamo.

La entidad avilesina se constituyó, no por casualidad, en 1898, cuando las vicisitudes bélicas cubanas aconsejaron a muchos acaudalados españoles afincados en la isla poner a salvo todo o parte de sus patrimonios ante la eventualidad de una independencia de la isla. El negocio se denominó en origen Maribona y Hermano, y su marcha fue venturosa. El actual edificio de Cajastur en la calle de La Cámara, de Avilés, fue la sede que construyó para sí el banco, y a partir del cual los dos hermanos y socios participaron en otros muchos negocios en la ciudad.

La crisis de los primeros años veinte, al término de la era de gran prosperidad y fortísima especulación de la I Guerra Mundial, abocó a dificultades a algunas entidades asturianas, lo que se resolvió por la vía de fusiones, absorciones o de constitución de nuevos bancos que, aglutinando a más inversores capitalistas y reclutando recursos propios más holgados, reemplazaron a aquellas entidades que tenían más comprometida su viabilidad y que optaron por ello por transferir sus actividades a los de nueva creación. Fue así como se crearon, por ejemplo, el segundo Banco de Oviedo y el Banco Gijonés de Crédito, que contaron además con el respaldo de un gran banco nacional: Banesto.

Una solución análoga adoptó el Banco Asturiano de Industria y Comercio. En 1929, coincidiendo con el crac bursátil de Nueva York, y dos años después de la muerte de su fundador, José Tartiere, el Asturiano se vinculó al Banco de Bilbao, que asumió una participación y entró en su consejo.

La Gran Depresión que sobrevino tras el crac de Wall Street, golpeó a la economía española en los años treinta. El tradicional proteccionismo nacional demoró los efectos, pero apenas los amortiguó. La Banca Maribona, ya en poder de la segunda generación de la dinastía, suspendió pagos en 1934 y quebró en 1936, lo que dio lugar a escenas de pánico financiero, con numerosos avilesinos congregados ante su sede en un intento desesperado por recuperar sus ahorros.

Nunca se volvieron a vivir escenas así, salvo en 1966, en Siero. Hasta entonces otras dificultades bancarias se solventaron mediante operaciones corporativas. El Banco Minero e Industrial de Asturias, una entidad muy focalizada en la industria regional, fue absorbido por su matriz, el Banco Urquijo, en 1943.

Pero en 1966 el encarcelamiento del banquero gijonés Ramón Rato por delitos monetarios vinculados al trasiego de divisas con sus bancos en el extranjero hizo cundir el pánico entre los clientes del Banco de Siero, del que era presidente y mayor accionista. Hubo concentraciones de clientes ante sus oficinas de Madrid y Málaga y también ante su sede de Pola de Siero, y se produjeron retiradas de depósitos. Para prevenir que lo pudieran hacer llevados por el pánico sus 34.000 titulares de cuentas. la entidad cerró sus puertas y suspendió pagos. La compra del Banco de Siero por Rumasa restableció la normalidad.

La crisis económica e industrial de fines de los años setenta, tras el primer «shock» del petróleo, y sobre todo la suspensión de pagos y dificultades de un grupo inversor que se había hecho con el control del Banco de Asturias, forzó la intervención de esta entidad de crédito regional por el Banco de España en 1979 y la entrada como accionista del Fondo de Garantía de Depósitos. El nerviosismo apenas cundió entre la clientela. Mientras las oficinas que tenía el Banco de Asturias fuera de la región sí sufrieron retirada de depósitos, la red asturiana de la entidad no sólo no padeció merma alguna sino que acrecentó la captación de pasivo, por la confianza que la clientela asturiana depositó en el banco y en su gestión bajo tutela estatal. El banco fue adjudicado dieciséis meses después a la Banca March.

Las severas dificultades que afloraron en 1982 en el Banco Urquijo, con relevante presencia inversora en Asturias, obedecieron a las dificultades económicas que arrastraba la entidad desde fines de los años setenta a causa de su elevada exposición a los sectores industrial y empresarial nacionales. La crítica situación generada también se saldó sin traumatismo porque el Banco de España obligó al Banco Hispano Americano a hacerse cargo del Urquijo en razón al pacto que existía entre ambas entidades desde 1944.

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