Oviedo, María José IGLESIAS

En 2003 Alemania estaba metida en su peor crisis económica desde el final de la II Guerra Mundial, con récord de paro, récord de endeudamiento y motines en el partido socialdemócrata (SPD), del entonces canciller federal Gerhard Schröder. Con esa crudeza denunció la deriva económica germana la entonces presidenta del partido y actual canciller Angela Dorothea Merkel, de soltera Kasner, en diciembre de 2003, ante el Congreso de su partido, la demócrata cristiana CDU, en Leipzig.

La actual locomotora de Europea era entonces conocida como «el anciano enfermo del viejo continente». En Leipzig, Merkel, nacida en Hamburgo en 1954 y criada en la ex RDA, se despachó a gusto contra Schröder, a pesar de que fue él quien abrió el camino de las reformas con su Agenda 2010. «La Muchacha», como la llamaba su mentor Helmut Kohl, llegó al poder en noviembre de 2005 con un programa que comenzó a forjarse en aquel histórico congreso y que incidía en la bajada de los impuestos para vigorizar el consumo y la inversión, el cumplimiento de los criterios de Maastricht sobre déficit y deuda, y la desregulación del mercado laboral.

Las urnas dieron a la coalición CDU/CSU un empate con el SPD. Una gran coalición, inédita desde 1969, llevó a Merkel a la Cancillería con un programa similar a la denostada Agenda 2010. Las reformas estructurales se centraron en reducir los costes del sistema de seguridad social para generar empleo. Merkel y el vicecanciller del SPD, Franz Müntefering, hablaban sin complejos de «nueva economía social de mercado». Invirtieron en I+D, subieron el IVA y el tipo máximo del IRPF, retrasaron la edad de jubilación de los 65 a los 67 años, y aumentaron las cotizaciones a la Seguridad Social. Se aplicó una férrea política de ahorro, avalada por el tope de endeudamiento introducido en la Ley Fundamental, la Constitución alemana. Algo parecido se hizo en España el año pasado, cuando aún gobernaba el PSOE.

El PIB alemán creció un 3% anual, el paro bajó la barrera de los cuatro millones y en 2006 Alemania, disfrutando de las ventajas de un euro fuerte diseñado a la medida de sus necesidades, volvió a crecer y a exportar a la Unión Europea y a mercados emergentes como China o La India y, por supuesto, a Estados Unidos.

Los enemigos le reprochan a Merkel su «pacto» con Francia para obviar durante cuatro años el tope del 3% de déficit fijado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, que España sí consiguió respetar hasta 2009. Para llegar al milagro económico de 2007, los germanos también aceptaron rebajas de sueldos y los sindicatos apoyaron el reparto del trabajo propuesto por el Ejecutivo. Visto desde fuera y con varios años de perspectiva, todos arrimaron el hombro para que el enfermo de Europa recuperase espectacularmente la salud.

Los paralelismos con la actual situación de España parecen inevitables. En 2003, la situación económica de Alemania era mala, con una tasa del 11% de paro. Ocho años después la situación de ambos países se ha invertido. La economía alemana marcha viento en popa, la española se debate contra la prima de riesgo, y el gobierno de Mariano Rajoy retoma ahora aquella senda de la austeridad trazada por la canciller de hierro para reducir el déficit, tratar de contener el gasto y devolver al país al camino del crecimiento. Precisamente ese término es otro de los que aparece machacona mente en el discurso de Leipzig: «Queremos para el crecimiento económico inversiones públicas y privadas, luchar contra el paro, calidad en la enseñanza y en la formación. Este país puede conseguirlo. Para ello necesitamos tres cosas: crecimiento, crecimiento y crecimiento», sentenciaba Merkel ante un público entregado. Y añadía un matiz significativo: «El crecimiento no lo es todo; pero os digo, que sin crecimiento las medidas que tomemos no serán nada».

Si Alemania pudo España también. Parece lógico a priori. Si no fuera porque España, que durante años cimentó su crecimiento sobre la deuda privada, a menudo financiada en última instancia por los bancos alemanes, no tiene la capacidad productiva de Alemania ni su fortaleza exportadora. Así lo considera José Manuel Otero Novas, abogado y ex ministro de Adolfo Suárez y protagonista en el diseño el estado de las Autonomías, a las que ahora reprocha su despilfarro.

Los escenarios difieren. En 2003 los germanos se beneficiaron del ciclo de crecimiento económico que también bendijo a España. Hoy la zona euro apenas crece y los ataques contra la moneda común llegan desde diferentes frentes. Esa es la visión del economista Nicolás López, que fue presidente para Europa del sur del grupo lácteo Bongrain y consejero de Capsa. López, que ya en 2010 pronosticó que la recuperación económica de España no llegaría hasta 2013, señala que Alemania funciona como una compañía, «son muy racionales, como somos en las empresas». Destaca que los germanos exportan el 60% de sus mercancías a la Unión Europea. «Compiten por calidad y no por precio, lo que a España le falta». Y en el país también se echa de menos una actitud más constructiva por parte de los sindicatos, como opinan otras fuentes consultadas a este periódico, cercanas a la Unión Europea.

El origen de la crisis también es diferente. La alemana de principios del siglo XXI se remonta a la alta factura de la reunificación acometida en 1991. En España ancla sus raíces en el exceso de endeudamiento, el estallido de la burbuja inmobiliaria y la mala coyuntura internacional. El consumo privado fue el talón de Aquiles de la economía alemana a finales de los noventa. El incremento del desempleo y el aumento de la presión fiscal anunciado por Schröder provocaron que el comercio sufriera uno de sus peores años desde la Segunda Guerra Mundial. Pero la virtud del ahorro está grabada a fuego en la conciencia de los alemanes. Hoy en día en muchos pequeños comercios no aceptan tarjetas. Al ser preguntados por qué sus propietarios no se cortan: «para que la gente no se endeude». Pero a pesar de las dificultades los expertos no dudan: España saldrá, con mucho esfuerzo.

El producto interior bruto (PIB) español creció por encima del alemán entre 1995 y 2007, el ciclo completo de expansión que vivió España y que en buena medida tuvo sus cimientos en el boom inmobiliario. La evolución de ambos países puede observarse en el gráfico superior. España sorteó la crisis que afectó los grandes países capitalistas desde 2001. Alemania despegó en 2006 y sufrió la recesión de 2009, aunque se recuperó con ímpetu en 2010 y 2011. Su crecimiento se ha debilitado este año. Avanzará sólo el 1%, según el FMI. España seguirá en recesión.