A mes y medio de cumplir 46 años de existencia, la sociedad agraria de transformación Central Lechera Asturiana (Clas) -la principal organización regional de espíritu cooperativo, y accionista de control de Capsa, el mayor grupo lácteo de capital español- emprende una etapa insólita y sin precedentes en su historia.

Con la destitución hace una semana de Pedro Astals como consejero delegado de la filial industrial Capsa se cancela un modelo empresarial de liderazgos unipersonales muy fuertes y carismáticos -encarnados, primero, por el fallecido Jesús Sáenz de Miera como fundador y presidente del grupo durante cuatro décadas, y por Astals como primer ejecutivo de la organización durante los últimos 20 años- y se irá hacia un modelo y estilo de gestión más colegiado y colectivo, con mayor coordinación entre Clas y Capsa y con un mayor peso decisorio estratégico de Central Lechera.

Éste fue un factor esencial del relevo de Astals el día 22, una operación que se empezó a gestar en 2009 en el seno del grupo ganadero y que se aceleró en los últimos meses, en un intento de restablecer a los accionistas (los campesinos) en el control del grupo y de su orientación industrial y empresarial frente a la hegemonía decisoria de los directivos.

La gran tensión soterrada que se había ido acrecentando en los cinco últimos años, aunque con orígenes más antiguos, obedecía, además, a la manifiesta disparidad de modelos y proyectos empresariales que se defendían en la organización.

La decisión del nuevo núcleo duro de la junta rectora de Clas al destituir a Astals sólo seis meses después del fallecimiento de su principal valedor (el indiscutido Jesús Sáenz de Miera, fundador de Central Lechera, y figura reverenciada aun después de que hubiese renunciado a sus cargos entre 2007 y 2009) se diseñó como un gesto de autoridad, pero, sobre todo, como el intento de acometer un golpe de timón en el enfoque del mayor grupo lácteo de capital nacional.

Frente a un modelo operativo y funcional vigente hasta ahora, y según el cual era la filial de fabricación Capsa (participada por Central Lechera Asturiana con el 56,39%; Bongrain, con el 27%; Liberbank, con el 10,9%, y Caja Rural de Asturias, con el 5%) quien lideraba las estrategias industriales y comerciales con el asentimiento del mayor accionista, es ahora éste (Clas), en tanto que sociedad matriz del grupo, el que ha pasado a reclamar para sí un papel rector determinante.

La pelea conceptual que se ha dirimido en el último lustro y que desemboca en el desenlace de hace una semana es si Clas es un mero inversor -por más que hegemónico- en Capsa (la sociedad fabricante de los productos lácteos Central Lechera Asturiana, Larsa y Ato), y del que obtiene rentas por dividendos, arrendamiento de marca y entrega de leche, o si, como sostienen los sectores ganaderos emergentes, Capsa es un instrumento industrial y societario al servicio de los fines fundacionales de Clas: sostenimiento del sector lácteo agrario y de sus rentas y control por el colectivo ganadero regional de sus propios mecanismos de transformación y comercialización. Es lo que se define como la vuelta a los orígenes, porque Clas nació el 12 de mayo de 1967 a resultas de las huelgas campesinas asturianas contra la hegemonía de las industrias en la fijación del precio de la leche.

Los planteamientos sobre cuál debe ser la función de los ganaderos en tanto que propietarios mayoritarios de Capsa también eran antagónicos en virtud de las distintas visiones que el primer ejecutivo del grupo y el nuevo núcleo de dominio en la rectora y asamblea de Clas tenían sobre el sector lácteo.

Ambos partían de un análisis común: la excesiva atomización de la industria láctea en España (no así en otros países) frente a la gran distribución, lo que abocará a España a nuevas y futuras concentraciones societarias; la necesidad de crecer y ganar tamaño y la exigencia de ampliar márgenes y evolucionar hacia un mayor valor añadido para protegerse de la presión a la baja de los precios a causa del crecimiento de las marcas de los distribuidores.

Las discrepancias sobre la estrategia eran insalvables. Astals fue el gran defensor de las concentraciones industriales y societarias (así nació Capsa en 1997), lo que abocaba a Clas y a los ganaderos a perder a la larga su hegemonía accionarial tanto si se optase por fusiones de Capsa con otros grupos industriales lácteos como por adquisiciones que exigiesen ampliaciones de capital en Capsa y a las que Clas no pudiera acudir con sus propios recursos, que básicamente obtiene de su filial.

Frente a ello, el nuevo núcleo duro en la rectora de Clas postula la expansión y fortalecimiento de esta organización, ampliando su base social ganadera con más incorporaciones de socios en Asturias u otras regiones y alianzas con organizaciones campesinas con el fin de reforzar sus recursos propios y su potencial financiero para fortificarse como sociedad agraria de transformación. El objetivo es que, de ir a la consolidación del sector lácteo por concentración, el modelo no se base sólo en la fusión de fábricas, empresas y marcas, sino también de la producción lechera en origen, de forma que Clas (y no sólo Capsa) puedan liderar el sector ampliando el dominio sobre la transformación pero también sobre la materia prima nacional, de modo que los ganaderos sigan siendo, como en 1967, dueños de su propia industria.