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El manual de Warren Buffet, 50 años después

Protagonista de una de las mayores hazañas en la historia de la inversión, el octogenario patrón de Berkshire ve cómo se acerca la hora de la sucesión

El manual de Warren Buffet, 50 años después

¿Considerar a Buffet un virtuoso del capitalismo significa quedarse corto? La pregunta, de tener que responderla los accionistas de Berkshire Hathaway, el conglomerado de empresas que fundó hace 50 años y que desde entonces no ha dejado de ver multiplicados sus beneficios, podría parecer hasta ociosa.

En 1965 un joven emprendedor de Nebraska llamado Warren Buffet tomó las riendas de una empresa textil sin saber nada del asunto. En ese momento se le pasó por la cabeza que había invertido sus ahorros en un negocio terrible que, además, desconocía. Así lo contó en la última carta anual dirigida a los accionistas de Berkshire, un holding que figura en cabeza de los rankings junto a las grandes corporaciones de Estados Unidos: Apple, Microsoft, Exxon y Google, y que ocupa el quinto lugar entre los grupos empresariales que cotizan en bolsa. El tamaño es también considerable, aunque la oficina principal del grupo emplea a 25 personas, las sociedades que lo componen tienen, en total, alrededor de 340.500 empleados.

La carta anual se ha convertido, más que en una lección de negocios, en un auténtico tutorial para los 44.000 seguidores que lo aclamaron la pasada semana en la multitudinaria junta general de accionistas celebrada en Omaha, que él mismo ha tenido la ocurrencia de bautizar como el "Woodstock del capitalismo". Al igual que una generación de estadounidenses y unos cuantos miles más de curiosos acudieron en 1969 a la granja Bethel, en Sullivan Country, a empaparse de rock, drogas y libertad, los adeptos de Buffet vuelven cada año del CenturyLink con respuestas a sus inquietudes inversoras después de escuchar a su gurú, un financiero de 84 años que ya está pensando en ceder los trastos al sucesor.

Buffet, además de un águila para los negocios, es un tipo de lo más ingenioso cuando se trata de explicar la fórmula del éxito. El enfoque de sus inicios lo describió equiparándolo al impulso de un fumador impenitente. Comprar acciones de empresas con problemas y existencias devaluadas, como fue el caso de la textil Berkshire Hathaway, era, según él, igual que recoger "la colilla de un cigarrillo al que todavía le quedaba por apurar una calada".

La mayor parte de sus ganancias durante los primeros años provino de las inversiones en empresas mediocres que cotizaban a precios de ganga.

Pero esa estrategia tenía sus límites y duró lo que tenía que durar. Charlie Munger, su socio y abogado, lo cogió un día por banda y le dijo: "Olvídate de comprar negocios pequeños a precios maravillosos. Compra negocios maravillosos a precios pequeños". Desde entonces ha sido así. Se dedicó a la inversión en grandes firmas, como Coca Cola, Wall Mart y Wells Fargo & Co, a un coste razonable. Al mismo tiempo, alternó entre la bolsa y el mercado de empresas que no cotizan, en las que puede utilizar los miles de millones de dólares de Berkshire para adquirir compañías. Otra de las estrategias que le han proporcionado crecimiento es la de rentabilizar el estatus de holding para obtener acuerdos a precios preferenciales. Un ejemplo de ello es cuando aprovechó la crisis financiera para comprar participaciones de miles de millones en Goldman Sachs y General Electric que se encontraban en liquidación.

Los accionistas de Berkshire Hathaway pueden ahora comprar recuerdos de medio de siglo de Warren Buffet, un presente lucrativo y, de seguir por el mismo camino, un futuro halagüeño. El holding informó el viernes pasado que los beneficios del primer trimestre habían aumentado un 10 por ciento mientras que los resultados operativos superaron ampliamente las previsiones, ayudados por sus negocios y ganancias que derivan de los seguros y del ferrocarril. Este último, Burlington Northern Santa Fe, totalizó unos beneficios del 44 por ciento por encima de los registrados el año anterior, cuando el mal tiempo y la congestión del servicio dejaron a muchos clientes descontentos. Berkshire atribuyó el mejor rendimiento a un aumento de la capacidad como consecuencia de las inversiones realizadas. El conglomerado de empresas incluye más de 80 operadoras de seguros, energía, alimentación, transportes y otros sectores. Con motivo de los 50 años, algunas de las filiales ofrecen baratijas apetecibles para los accionistas. Fruit of the Loom comercializa calzoncillos y sostenes. El Grupo Richline, un reloj de oro Warren Buffet, pulseras y una moneda conmemorativa. Y la subsidiaria Brooks, una colección limitada de zapatos. El medio siglo Buffet es algo que ha empezado a celebrarse, como es natural sin perder de vista el negocio.

El octogenario financiero de Omaha se ha jactado en más de una ocasión de jugar su propio juego. Invierte de forma sensata sin responder a los clientes más nerviosos, y no se obsesiona sobre lo que hacen otros. Quienes lo conocen sostienen que es capaz de ver pasar el dinero por delante de sus narices sin hacer un solo movimiento si no lo considera propicio en ese momento. Buffet sabe esperar. Aunque pudiera parecer lo contrario, no se deja arrastrar fácilmente por la codicia. Tampoco le seducen las modas pasajeras, su punto de mira es la inversión que sigue siendo lucrativa a los diez años. Desde el principio ha tenido claras las enseñanzas de su mentor, Benjamin Graham, el economista autor de "El inversor inteligente" y la persona que más le ha influido. Para él, ser accionista significa participar en las empresas: las acciones no son pedazos de papel o simples cotizaciones que aparecen en un tablero electrónico, sus precios de mercado a menudo tienen que ver con el optimismo o el pesimismo de los inversores en lugar del valor subyacente de los negocios, y sólo vale la pena invertir cuando ese valor excede el precio en unas cifras lo suficientemente grandes para disponer de un margen de seguridad. Son tres de sus principios. Si uno recopila las cartas anuales de Buffet encuentra en ellas una auténtica enciclopedia de la oportunidad.

Posee una enorme intuición para saber lo que le conviene y alejarse de lo que no. Pero como es lógico no lo fía todo a sus percepciones del negocio: acumula información, y, en contra de la opinión más extendida entre los gestores de fondos, maneja efectivo. El efectivo, como recalcó en su carta de hace cuatro años a los accionistas, permite a Berkshire Hathaway jugar al ataque mientras otros tienen que dedicarse a luchar para sobrevivir. Buffet es un tipo que va de frente, rodear no es lo suyo. A los que le critican por la simplicidad de sus decisiones, les recuerda: "No hay que olvidarse de que dos más dos, siempre serán cuatro". Las matemáticas son en este sentido bastante anticuadas.

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