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El acero asturiano se sobrepone a la crisis

El anuncio de inversiones en Arcelor certifica la salida de un ciclo marcado por el riesgo de cierres y los sacrificios salariales de la plantilla

Exterior de la acería LD III, en Avilés. MIKI LÓPEZ

Arcelor paró temporalmente uno de los dos hornos altos de Gijón en la primavera de 2009 ante el hundimiento de la demanda de acero y aquello fue la certificación, por si quedaba alguna duda, de que la llamada Gran Recesión había llegado al tuétano de la industria asturiana, a un complejo fabril del que dependen el 12% del producto interior bruto (PIB) regional, más del 20% de las exportaciones, unos 5.400 empleos directos y otros 2.000 indirectos y el 70% de los tráficos de El Musel.

Entre aquella decisión de hace cinco años y el anuncio de ayer de invertir más de 100 millones de euros en la acería de Avilés y en tres talleres de Gijón (carril, chapa gruesa y alambrón), la siderurgia asturiana ha vivido un nuevo ciclo de riesgos y desafíos, un capítulo de gran calado como lo fueron otros hitos de la historia reciente del acero asturiano: el proceso de reconversión y privatización de la antigua Ensidesa, la integración en una gran corporación europea con la creación de Arcelor y la posterior adquisición por el grupo Mittal, un coloso de perfil anglosajón que acentuó la inmersión de las plantas de Gijón y Avilés en la disciplina del mercado global.

En estos años, de honda caída de la demanda en España y en el conjunto de Europa, Mittal, a quien la crisis sorprendió con un altísimo endeudamiento derivado de su política expansiva de los años precedentes, cerró plantas en la UE (la francesa de Florange, la belga de Lieja, la de Luxemburgo y una fábrica en Madrid) y concentró producción en los complejos costeros. La multinacional impuso a la vez un exigente programa de ahorro de costes que tensó las relaciones laborales en un contexto de sobrecapacidad productiva en Europa y bajos precios del acero, agravado por la entrada masiva de acero chino en el mercado.

Sometidos a un expediente de regulación de empleo, con un horno cerrado por una reforma (la última inversión de alcance ejecutada en Asturias, con 25 millones) y la amenaza de que no llegara a reabrirse si la planta no ganaba competitividad, la representación sindical de Arcelor aceptó en diciembre de 2012 un acuerdo marco para el período 2013-2015 que se tradujo en los convenios colectivos en sacrificios salariales (mediante la introducción de un componente variable) y mayor flexibilidad en la jornada de trabajo.

Y se intensificó la dinámica de competencia entre plantas dentro de la multinacional y se abrió paso un nuevo código sobre las inversiones, indispensables para preservar la continuidad de los negocios siderúrgicos a medio y largo plazo: invertir o no dependería de la capacidad de cada centro de amortizar el desembolso con su propia cuenta de resultados. Una fórmula a la medida también del objetivo capital de los Mittal de reducir el apalancamiento financiero de la multinacional.

La decisión conocida ayer viene a certificar por tanto que el acero asturiano ha conseguido brillar en competitividad en un clima global muy complejo aún (persisten dificultades severas en el sector europeo, damnificado por la competencia asiática, los altos costes energéticos y el tono aún discreto de la demanda). Arcelor invierte en la acería de Avilés y en tres plantas de Gijón en la seguridad de que la siderurgia regional se ha sobrepuesto a la Gran Recesión y sale de ella en condiciones de llegar a nuevos clientes y mercados. Presumiblemente, lo hace también ante la expectativa de que la vuelta al crecimiento económico de España reanimará la demanda interior de acero.

"No hace mucho tiempo la planta de Asturias estaba trabajando con un solo horno alto y había incertidumbre sobre la continuidad de su actividad. Gracias al esfuerzo de toda la plantilla, han sido capaces de revertir la situación", remarcó ayer Juergen Schachler, primer ejecutivo de la Unidad Suroeste de Arcelor Mittal en Europa. Verbalizó así un reconocimiento a la aportación de los trabajadores, determinante para que el futuro de la principal industria de Asturias haya ganado certidumbre y con ello también la recuperación de la economía regional.

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