Grecia afronta horas decisivas de cara a conseguir un acuerdo, con una situación que se ha tensado después de que los acreedores hayan presentado una contrapropuesta que insiste en mayores recortes del gasto público y en la bajada de impuestos en el sector privado.

Cuando parecía que las instituciones y el Gobierno griego se encontraban en terreno común y la población había empezado a digerir las concesiones hechas por Atenas, los frentes se han vuelto a endurecer, debido a la insistencia de los socios en imponer sus exigencias.

Según el documento que citan medios locales, las instituciones -Comisión Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI)- rechazan el reparto de gastos e ingresos que ha hecho el Gobierno de Alexis Tsipras.

Por ejemplo, no aceptan que el Ejecutivo se limite a aumentar los ingresos del sistema de pensiones a través del incremento de las cotizaciones a la Seguridad Social, sino que insisten en un ahorro global del 1 % del producto interior bruto (PIB).

El Gobierno griego había propuesto un ahorro global del 0,37 % este año y del 1,07 % el próximo, basado en el aumento de las cotizaciones a la Seguridad Social y de las contribuciones de los pensionistas a los seguros de enfermedad, pero quería evitar recortes directos de las pensiones.

Por otro lado, las instituciones insisten también, según los medios, en un aumento global de los ingresos por el impuesto sobre el valor añadido (IVA) del 1 % del PIB en 2016, mientras que el gabinete había propuesto un 0,74 %.

La contrapropuesta va en la línea del planteamiento del FMI que considera que el plan griego se ha centrado mucho en elevar la presión fiscal, por ejemplo mediante subidas del IVA y de los impuestos empresariales, y poco en reducir el gasto público como en el coste de las pensiones.

Tsipras puso hoy en duda la voluntad del Fondo de alcanzar un acuerdo con Atenas, ante las reservas que está planteando al plan de reformas griego.

Fuentes gubernamentales señalaron que, poco antes de partir hacia Bruselas, Tsipras dijo a su equipo que "esto no ha ocurrido nunca, ni en Irlanda ni en Portugal, en ningún sitio" y añadió que ese "comportamiento extraño solo puede tener dos explicaciones: o no quieren acuerdo o quieren servir a intereses específicos en Grecia".

En la calle, parece que la población se ha hecho a la idea de que el pacto, que muchas personas reclamaban con premura, conlleva una serie de concesiones inevitables, si el país quiere permanecer en el euro.

"Es una propuesta muy dura, pero obligatoria en la situación en la que estamos. Se debe a la incapacidad de este Gobierno de llevar una negociación seria", comenta a Efe Kostas, arquitecto de 69 años.

Marina, comerciante de joyas y también entrada en los sesenta, piensa que Tsipras "hace lo que debe hacerse, avanza con precaución y lucha por las exigencias del pueblo heleno".

"No creo que pudiera haberse logrado algo mejor, vista la reacción de los europeos y especialmente de los alemanes, no lo creo", señala dando por hecho que prosperará el documento presentado por Grecia.

A Fotis, en cambio, no le parece que el Gobierno "haya logrado algo importante tras tantos meses".

"Pienso que podríamos haber conseguir algo mejor, pero en realidad no sé si era factible", dice este joven estudiante de medicina, que muestra la contradicción interna que muchos ciudadanos sienten.

El gran reto que deberá afrontar el Ejecutivo, si finalmente logra sellar un acuerdo, es capear el revuelo interno que tales medidas pueden provocar entre las filas del partido gobernante de izquierda Syriza y de su socio de coalición, el nacionalista Griegos Independientes, aunque por ahora sus reticencias no parece que puedan poner en peligro la aprobación en el Parlamento.