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Atenas tendría que crear otra moneda tras el "no"

Tsipras, de espaldas, interviene en la campaña a favor del "no". REUTERS

Muchos países del euro desean probablemente también castigar a Syriza para dar un escarmiento preventivo a las nuevas formaciones que, bien por el flanco izquierdo o por el derecho, tratan de implantar en Europa alternativas a los partidos clásicos y convencionales.

En este contexto, un "no" hoy de Grecia situaría el problema heleno en una fase crítica. El sistema bancario no podrá aguantar mucho. Y tanto si sale el "sí" y se demoran las negociaciones como si el pueblo griego opta por el "no", el ahogo financiero se acrecentará. Seguirá en ambos casos el corralito para evitar el acaparamiento de euros y la insolvencia bancaria. La fuga de capitales persistirá en la medida en que aún queden recursos que evadir.

El BCE mantiene por ahora, aunque contenidas, las líneas de financiación de emergencia a su accionista, el Banco de Grecia, con las que éste a su vez inyecta recursos a los bancos de su país para que puedan atender la demanda de dinero del público hasta donde lo permiten las disponibilidades líquidas y restricciones que impuso el Gobierno. Desde el pasado lunes, las oficinas bancarias permanecen cerradas y las extracciones de los cajeros automáticos están limitadas a 60 euros por cliente y día para evitar que la retirada masiva de depósitos de las últimas semanas -y la previsible estampida que se produciría con el triunfo del "no"- conduzca a la quiebra de las entidades financieras. Los flujos de auxilio que mantiene por ahora el BCE cesarán el día 20 -salvo excepción extraordinaria hoy no presumible- si Grecia no abona los 3.700 millones que debe devolver ese día al eurobanco.

Si eso ocurriera, y sin capacidad el país para obtener euros (por la fuga de capitales y el saldo negativo exterior de la economía), el Estado griego sólo podrá sostener a su banca, abonar los salarios públicos y las pensiones, mantener la sanidad y demás servicios básicos y garantizar los pagos internos emitiendo una nueva moneda u otro activo que sea susceptible de uso como medio de pago, sobre el cual sí pueda tener capacidad de emisión.

Si eso ocurre, lo esperable es que esa nueva moneda, aunque el ejecutivo intentará referenciarla y anclarla al euro, pase a tener dos tipos de cambio: el oficial y el del "mercado negro", que con toda seguridad se pondría en marcha de inmediato. La nueva moneda se desplomaría en el mercado entre particulares frente a un euro que sería objeto de acaparamiento compulsivo como reserva de valor, por lo que la moneda europea experimentaría en Grecia un alza especulativa.

Grecia intentaría ampararse en que no hay mecanismos legales previstos para su expulsión del euro por vías formales, pero la realidad es que, en tal supuesto, el país será sólo un miembro teórico de la unidad monetaria y no real ni funcional, dado que los euros escasearán en el país, los intercambios internos sólo podrán hacerse con la nueva moneda como medio de pago y, como prueba definitiva de la expulsión fáctica del euro, el BCE no actuaría como prestamista de último recurso de la banca nacional ni aceptaría la deuda griega como aval en sus operaciones de financiación.

Mantener en estas condiciones la ficción de pertenencia al euro obligaría a Grecia a seguir reconociendo sus deudas en esa moneda, lo que dispararía el peso real de los débitos por la súbita apreciación del euro frente a la nueva moneda nacional. Y, en todo caso, Grecia tiene proveedores externos que le son imprescindibles para el funcionamiento de su economía y el avituallamiento de la población. La carencia de euros llevaría a un encarecimiento portentoso de esas importaciones, tanto de materias primas, bienes intermedios, productos de consumo y bienes de equipo.

Y todo ese conjunto de hechos llevaría a las demás consecuencias previsiblemente amargas a corto plazo del abandono de la eurozona: inflación al alza, subida rauda de tipos de interés y otros percances que añadirán sufrimiento a la ciudadanía. A medio y largo plazo, el abandono del euro y la consiguiente devaluación monetaria -y a condición de que se acompañe de una condonación de deuda- podría y debería ser un revulsivo para la economía de un país en las circunstancias de Grecia. El problema griego es que, salvo por su sector turístico, carece del potencial exportador que le permitiría exprimir esas ventajas. Son por ello muy constatables los inconvenientes para Atenas de salir del euro y mucho más difusos sus alicientes.

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