El movimiento de Telecable, eludiendo su absorción por un competidor (entre otros pretendientes se barajaron Euskaltel y Vodafone), entraña un episodio novedoso en el contundente proceso de reordenación que desde el pasado septiembre está acometiendo el sector español de las telecomunicaciones y que en estos diez meses se había ido configurando bajo el principio único de la concentración y la simplificación del número de operadores.

La multinacional británica Vodafone se quedó con la cablera Ono por 7.200 millones, la francesa Orange (France Telecom) se hizo con Jazztel (dominada hasta ahora por el astur-cubano Leopoldo Fernández Pujals) por 3.355 millones y el pasado jueves la vasca Euskatel anunció que integrará a la gallega R por 1.155 millones.

Las fortísimas revalorizaciones que se desencadenaron en el mercado de las "telecos" desde que se abrió el proceso de consolidación sectorial llevó a The Carlyle a mandatar meses atrás al banco de inversión estadounidense Goldman Sachs para la búsqueda de ofertas de adquisición sobre Telecable. Zegona fue uno de los grupos contactados.

Euskatel era quizá el candidato más interesado en Telecable porque tenía la aspiración de anexionar a la asturiana, primero, y luego a la gallega R para ser dominante en el Norte de España. Para financiar ambas operaciones salió a Bolsa el 30 de junio. Para Vodafone, Telecable -a la que presta servicios de red en telefonía móvil- le permitía plantear una dura batalla en el mercado regional asturiano a Movistar (Telefónica), líder nacional.

Las conversaciones de Carlyle y Telecable con Zegona abrieron nuevas opciones para la asturiana. Aún podía seguir siendo cabeza de ratón antes que cola de león. El accionariado de Telecable fue sensible a la maximización de precios pero también a otorgar otra oportunidad a Telecable para desplegar su potencial. Euskaltel debió intuir el nuevo curso de los acontecimientos. El jueves precipitó un preacuerdo súbito con R. Quizá por temor a que Zegona también se lanzara sobre Galicia.