El empresario José María Ruiz-Mateos murió ayer a los 84 años de edad en Puerto de Santa María, en Cádiz, donde estaba hospitalizado desde mediados de agosto tras sufrir una fractura de cadera. Las complicaciones que siguieron a una intervención quirúrgica, entre ellas una neumonía, provocaron el fallecimiento de esta controvertida figura del empresariado español, forjador de los imperios Rumasa y Nueva Rumasa, el primero expropiado en los años 80 cuando caminaba hacia la quiebra y el segundo, derrumbado durante esta crisis tras una gestión que de nuevo le había llevado a prisión. Un personaje con un estilo de gestión peculiar, gran exposición mediática y que se ha ido dejando tras de sí a miles de inversores damnificados por el fiasco de los pagarés de Nueva Rumasa.

José María Ruiz-Mateos y Jiménez de Tejada, marqués de Olivera (título creado para él por la República de San Marino) e hijo del comerciante gaditano de vinos Zoilo Ruiz Mateos, nació en Rota en 1931. Dio sus primeros pasos profesionales en ese negocio familiar, exportando caldos a Gran Bretaña. En 1958 se casó con Teresa Rivero, con quien tuvo trece hijos: seis varones que con el tiempo se vincularían a las empresas del padre y siete mujeres que permanecieron al margen. Tres años después fundó la sociedad Ruiz Mateos, S. A. (Rumasa), punto de partida del holding empresarial que durante las dos décadas siguientes extendería su peculiar logotipo (una abeja dentro de un hexágono) a centenares de sociedades y otros negocios, incluidos numerosos bancos.

Miembro del Opus Dei, orden a la que realizó grandes donaciones, Ruiz-Mateos levantó el conglomerado de la abeja a lomos del crecimiento que protagonizó España a partir de los años 60, tras el fin de la autarquía. Y utilizó para ello el procedimiento de expansión que repetiría décadas después en Nueva Rumasa: anexionar empresas en dificultades, en ocasiones con el respaldo de sus contactos en el régimen franquista, y de bancos. Compraba en épocas de fuerte inflación y pagaba al vendedor a muy largo plazo, al tiempo que los bancos financiaban las operaciones y el funcionamiento de las empresas. Formó así el primer grupo empresarial del país, integrado por 350 sociedades: bodegas, plantas agroalimentarias, cadenas hoteleras, constructoras, cementeras, compañías de seguros, fabricantes de productos de lujo (Loewe) y 18 bancos. Y durante dos años (entre 1981 y 1983) también controló Galerías Preciados, coloso comercial que había fundado el asturiano Pepín Fernández. Como en tantos casos, Ruiz-Mateos se había echo con Galerías a raíz de que la cadena entrara en crisis por sus deudas.

Rumasa funcionó con el manual de gestión del empresario andaluz, integrando negocios en dificultad pero que generaban flujos de liquidez y que disponían de activos (marcas e inmuebles) con potencial de revalorización que sujetaban la solvencia del grupo, al menos hasta que las dificultades de España de finales de los 70 e inicios de los 80 y los riesgos asumidos empujaron a Rumasa, con 60.000 empleos, hacia el colapso. Era la certeza que decían tener el primer Gobierno de Felipe González y su ministro de Economía, Miguel Boyer.

Los ejecutivos anteriores de UCD ya habían advertido el riesgo que corría Rumasa y su posible impacto social y económico en el país. Pero nadie se movió hasta que lo hizo Boyer. El 23 de febrero de 1983, el Consejo de Ministros decretó la expropiación forzosa de Rumasa por razones de utilidad pública. El grupo estaba en quiebra técnica y arrastraba grandes deudas con Hacienda y con la Seguridad Social. El Gobierno alegó los fuertes riesgos asumidos por los bancos del holding, la también arriesgada espiral de adquisiciones de Ruiz-Mateos y su negativa a atender los reiterados llamamientos a la prudencia que había formulado el Banco de España. Rumasa fue troceada y privatizada.

Ahí comenzó un enfrentamiento personal con Miguel Boyer y también el periplo de José María Ruiz-Mateos por los tribunales, tanto para responder de su gestión como para pleitear contra la expropiación. Recién decidida ésta, el 4 de marzo de 1983, el empresario huyó a Londres. Unos meses después, un juez dictó auto de procesamiento contra él por estafa y fraude fiscal, entre otros delitos, y en 1984 fue detenido en el aeropuerto de Fráncfort. Extraditado a España, ingresó en prisión preventiva tras negarse a pagar una fianza. De su personalidad provocadora da cuenta que en agosto de 1987 eludió un mandamiento judicial para personarse en la Audiencia Nacional y se marchó con su familia a visitar santuarios marianos. Otro incidente rocambolesco: en 1988, insultó a la fiscal en una comparecencia y aprovechó un descuido de los policías para huir disfrazado con una peluca. Disfrazarse se convirtió en un hábito que uso de manera recurrente para captar la atención mediática, acudiendo a los juzgados vestido de Superman o de presidiario.

Pero el incidente que mejor retrata esa manera de obrar de José María Ruiz-Mateos se produjo el 3 de mayo de 1989, cuando coincidió a la salida de un juzgado de Madrid con Miguel Boyer, ante las cámaras de TV y los fotógrafos. El empresario andaluz insultó al exministro ("¡Mariconazo!", le gritó en el vestíbulo) y le dio un puñetazo mientras repetía una frase que luego convirtió en eslogan de sus continuos ataques a Boyer: "¡Que te pego, leche!".

Ese incidente fue explotado por el empresario durante la campaña de las elecciones europeas de 1989, a las que concurrió con un mensaje estrambótico y populista que le dio dos escaños e inmunidad penal. Las acusaciones contra él del "caso Rumasa" pasaron al Tribunal Supremo, que pasados unos años fallaría a favor de la legalidad de la expropiación, aunque también absolvió al empresario de las acusaciones sobe su gestión.

Los Ruiz-Mateos fundaron Nueva Rumasa hacia 1990, su siguiente intento de levantar un imperio y de hacerlo otra vez por el mismo procedimiento: una espiral de compras a precios de saldo, a menudo simplemente a cambio de asumir las deudas, y siempre de empresas con marcas y otros activos revalorizables. Junto a sus hijos varones, volvió a exhibir su olfato para identificar oportunidades y su capacidad como comerciante. Nueva Rumasa llegó a los 10.000 empleos, entre bodegas, fábricas de alimentos (Dhul, Cacaola, Apis, Elgorriaga...), hoteles.... De nuevo la fórmula funcionó transitoriamente, a caballo del ciclo expansivo de la economía española.

Con la crisis, se reprodujeron los problemas y los pleitos. En 2007, José María Ruiz-Mateos ya había vuelto a ingresar en prisión tras una condena de 2005 por enriquecimiento ilegítimo en la compra de la agencia de viajes "Mundo Joven". Pero a pesar de todos sus antecedentes, Nueva Rumasa, ya sin crédito en los bancos, fue capaz de persuadir a miles de inversores modestos para que, a partir de 2009, suscribieran las emisiones de acciones y pagarés que los Ruiz-Mateos lanzaron para financiarse y huir hacia adelante. Los pagarés, fuera del control de las autoridades regulatorias, les reportaron 400 millones. Los ahorradores quedaron atrapados, mientras se destapaba un entramado de testaferros y sociedades radicadas en paraísos fiscales y se conocía que el dinero había ido a parar a la familia. Ruiz-Mateos pronunciaba en febrero de 2011 otra de sus frases célebres, dirigiéndose a los inversores: "Si no pagara, me pegaría un tiro... si mi fe me lo permitiera". El 17 de junio de este año, el empresario volvió a prisión preventiva, bajo varias acusaciones de estafa y delito fiscal. El juez decretó su libertad fechas después ante el deterioro de su estado de salud.