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Abengoa, accionista de Rioglass, amplía capital y da entrada a bancos

La dureza y prolongación de los efectos de la crisis económica está suponiendo el retorno de la banca al accionariado de empresas relevantes cuando el sector financiero había abandonado hace décadas la inversión directa en la industria y cuando los bancos sucesores de las antiguas cajas de ahorros -que sí habían persistido con esa estrategia- aún no han culminado el proceso de desinversión que emprendieron las cajas a partir de 2010 para fortalecerse, generar recursos y reducir sus activos de riesgo.

El retorno ahora de numerosos bancos al accionariado de sociedades relevantes -caso de la asturiana GAM, la gallega Pescanova (pendiente sólo de su formalización) y este sábado la andaluza Abengoa, entre otras- forma parte de una operación transitoria por la que los bancos acreedores acceden a convertir los débitos de las compañías con sus entidades prestamistas en participaciones de capital con el propósito de reflotar empresas en dificultades pero consideradas viables. Algunas de estas operaciones fueron auspiciadas por el Gobierno a través del Plan Fénix y otras obedecen a pactos previos o posteriores a la entrada de las compañías en procesos concursales.

Este regreso de los banqueros a las empresas no supone una vuelta al pasado (la banca fue un actor capital en la industrialización española desde el siglo XIX) sino una medida transitoria y excepcional para eximirse de quebrantos y fallidos crediticios millonarios y, de paso, salvar compañías y empleos aún viables.

El sector bancario español, que siguió en sus orígenes el modelo continental -que combinaba la faceta prestamista con la inversora-, viró de modo gradual hacia el modelo anglosajón de negocio sólo financiero a partir de las crisis industriales de los 70.

Fueron entonces las cajas de ahorros, volcadas en una expansión territorial y de apertura de nueva frentes para competir con la banca a partir de los años 90, las que tomaron el relevo como accionistas de referencia de grandes empresas. Este modelo, que aún persiste en algunos casos relevantes como La Caixa, entró en revisión con la crisis financiera de 2010, y aún más con las crecientes exigencias regulatorias, que penalizan las participaciones empresariales pese a que para muchos bancos de cajas han sido fuentes de dividendos y de plusvalías que les permitieron cumplir con las recapitalizaciones impuestas y salvar sus cuentas de resultados en los momentos más crudos del hundimiento del negocio típicamente bancario.

El proceso desinversor no ha terminado pese a que algunas operaciones recientes aparenten lo contrario. La nueva norma regulatoria internacional del negocio bancario Basilea III introduce penalizaciones adicionales por la participación en empresas.

Algunos grandes banqueros del siglo XX, como Alfonso Escámez y José María Aguirre Gozalo, entre otros, atribuyeron el gran protagonismo industrial entonces de la banca a la debilidad del capitalismo español y a la insuficiencia de la iniciativa privada, lo que habría obligado al sector bancario a actuar de agente sustitutorio con la creación de magnos grupos industriales.

El control de numerosas industrias en sectores líderes otorgó a los banqueros el gran poder oligárquico que se les atribuyó entonces: la banca llegó a dominar 955 empresas en España en 1969.

El fin de la autarquía en los 60, las dificultades de algunos bancos industriales en los 70 a causa de las crisis fabriles de la época (Urquijo, Bankunión y otros) y la apertura de España a la competencia exterior -iniciada en 1959 y agudizada con la incorporación a la UE en 1986- espolearon la transformación hacia la banca "al detall" de grupos como los actuales Santander, BBVA y otros.

Los bancos que siguieron como titulares de industrias (Banesto, Central e Hispano) terminaron con problemas y siendo absorbidos, aunque su decadencia obedeció a varios factores. El derrumbe de Rumasa (que era el caso inverso: bancos dominados por empresas) finiquitó un modelo atípico. La Caixa fue el ejemplo de éxito en la posesión de participaciones, lo que su presidente entre 1976 y 2003, Josep Vilarasau, atribuyó al afán de defenderse de la inflación "con una parte del activo que fuera líquida pero que no se depreciara". Invirtió para ello en negocios robustos y con beneficios recurrentes, en muchos de los cuales aún sigue.

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